CINE › GEORGE CLOONEY HABLA SOBRE SU FILM SECRETOS DE ESTADO, QUE SE ESTRENA HOY EN LA ARGENTINA
El actor y director traza un paralelismo entre la meca del cine y Washington. Dice que es parecida “la forma en que se maneja el negocio”, pero admite que en Hollywood hay mayor tolerancia con los escándalos sexuales.
› Por Jennifer Billings
George Clooney lleva la política en la sangre. Dicho esto en sentido generacional, ya que de niño fue testigo de las luchas y movilizaciones civiles de los ’60 y ’70. Pero también en sentido literal: su padre, el animador de televisión Nick Clooney, se postuló, a mediados de la década pasada, como candidato demócrata al Congreso. Si bien no se trata de un material propio (está basada en una obra de teatro llamada Farragut North), Clooney reconoce haber incorporado en Secretos de Estado algunos datos vinculados con la candidatura de su padre. Por otra parte, la película se filmó en los estados de Ohio y Kentucky, ambos de fuertes resonancias personales: Clooney nació en Lexington, Kentucky, y se crió en Cincinatti, Ohio.
Exhibida en la última edición del Festival de Venecia, y ganadora de un Globo de Oro a la mejor dirección (el propio Clooney), Secretos de Estado (título original, The Ides of March) contó con Leonardo DiCaprio como productor ejecutivo. En verdad, DiCaprio había rechazado previamente el papel protagónico. Así como Brad Pitt, amigo personal de Clooney, declinó el de asesor del gobernador, que terminó en manos del siempre inquietante Philip Seymour Hoffman. Como lo viene haciendo desde Buenas noches y buena suerte, Clooney volvió a escribir el guión de Secretos de Estado junto a Grant Heslov, que además es su socio en la productora Smoke House. “Nos resulta muy fácil trabajar juntos, porque somos amigos desde mucho antes de ser socios”, dice Heslov. “Escribimos juntos, no solemos pelearnos, nos divertimos.” En esta ocasión se les sumó el autor de la obra, Beau Willimon, a quien invitaron a participar de la escritura del guión.
–¿Cómo llegó a sus manos Farragut North?
–En realidad llegó a la Warner y Grant Heslov me sugirió darle una leída. Lo hice y me interesó. Lo que hicimos fue fusionarla con un proyecto al que veníamos dándole vueltas, un cuento moral al estilo de Wall Street, que encajaba bien con esta obra. El autor, Beau Willimon, participó del guión.
–¿A qué obedece su interés en la política?
–Creo que tiene que ver con que crecí en los años ’60 y ’70, cuando en términos políticos pasaba de todo en Estados Unidos. Lucha por los derechos civiles, por los derechos de la mujer, manifestaciones contra la guerra de Vietnam, movimientos contraculturales. Ahora también pasan muchísimas cosas, y no tan distintas: luchas por los derechos de las minorías, a favor y en contra del aborto, guerra del Golfo, ocupación de Irak, antiamericanismo en los países islámicos... Está todo ahí, es cuestión de verlo, nomás.
–Además está la historia familiar...
–Sí, mi abuelo fue intendente de Cincinatti, Ohio, y mi padre se candidateó al Congreso unos años atrás.
–¿Incluyó en la película algo de lo que vivió cuando su padre se postuló?
–Algunas cosas. Hay un diálogo que mi personaje tiene sobre el final con la esposa, que proviene de algo que hablamos con mi padre en ese momento.
–¿Podría ser más específico?
–De lo que hablábamos es de que estando en política hay que darle la mano a gente a la que uno nunca se la daría. Si el candidato no es millonario debe conseguir financiamiento, y en ese punto no se puede andar seleccionando demasiado a quién se le dice que sí y a quién no. No hablo de corromperse sino de no ganarse enemigos, tratar de sumar.
–¿El personaje que usted encarna en la película no aparece en la obra original, no?
–No, allí se alude a él, pero se lo mantiene en off. Nosotros decidimos incluirlo, porque nos parecía una pieza importante.
–¿Les pidió a los actores que vieran otras películas sobre el mundo de la política para ayudarlos a componer sus personajes?
–Sí, películas sobre internas, específicamente. Documentales, en verdad. Antes que nada Primary, el clásico de los ’60, que sigue la campaña de Kennedy cuando se postuló como candidato demócrata. Y además The War Room, sobre la campaña de Bill Clinton, y Journeys With George, sobre la de George W. Bush. Viéndolas uno se sorprende, por lo poco que cambiaron las cosas.
–Antes que asumir una posición, la película parecería hacerles lugar a todos los puntos de vista posibles.
–Lo que me interesa es que la película se haga preguntas. Una de las preguntas que subyace es si vale la pena hacer determinadas concesiones, ensuciarse las manos. A veces sí vale la pena. Quiero decir: si para que el mejor candidato llegue a la Casa Blanca hay que ventilar escándalos del rival, bueno... Es el viejo tema del fin y los medios.
–Suena a Maquiavelo.
–Mire, si de algo estoy seguro es de que cuando me muera no voy a ir al cielo (risas).
–¿Puede hacerse un paralelismo entre Washington y Hollywood?
–¿En qué sentido?
–¿Funcionan las cosas de manera parecida?
–¡Bastante parecida! No entre los actores, pero sí en la forma en que se maneja el negocio.
–Aunque en Hollywood hay mayor tolerancia con los escándalos sexuales.
–Sin duda. A diferencia de lo que pasa con los políticos, no se nos pide que nos comportemos como santos.
–¿La cuestión del escándalo sexual que trata la película es una alusión al caso Lewinsky?
–No sé qué habrá tenido en la cabeza el autor de la obra cuando la escribió. Lo que sé es que los escándalos sexuales son cada vez más frecuentes en la política. En Estados Unidos tuvimos, además del caso Lewinsky, el de John Edwards, un político demócrata que en 2008, tras retirarse de la carrera presidencial, confesó públicamente que había sido infiel a su esposa. En junio del año pasado, otro demócrata, Anthony Wiener, debió renunciar a su banca en el Congreso por un motivo semejante. En Francia creen que la película alude a Dominique Strauss-Kahn, y supongo que en cada país se la podrá interpretar en función de la política local.
–De todos modos los temas de fondo son universales, ¿verdad?
–Absolutamente. Esta no es una película “de denuncia” sobre asuntos coyunturales, trata de cuestiones que van más allá. El poder, la arrogancia, la traición, la pérdida de la inocencia...
–En alguna entrevista declaró que esta película no podría haberse hecho hace tres años, en medio del optimismo que rodeaba a la candidatura de Obama. ¿Piensa que pudo hacerla ahora porque los Estados Unidos están en una fase pesimista?
–No sé si tanto, pero es verificable el desfase que se produjo entre las ilusiones preelectorales y la realidad posterior. Después se sumó la crisis económica. Son ciclos... En cualquier caso, aquel momento no se prestaba a una mirada cínica sobre la política, como la que tiene esta película.
* Traducción, selección e introducción: Horacio Bernades.
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