Usted es una referente del folklore argentino. ¿Por qué cree que no la invitan al festival folklórico de Cosquín o tienen una relación tan distante con usted?

–Fui tres o cuatro veces. En el año 1991 fui con una banda integrada por músicos de Rosario. Al otro día me invitó Mercedes a cantar con ella. Y después pasaron muchos años sin ir. Hasta que en 2009 con Teresa Parodi llevamos el espectáculo Dos orillas. Y ahora canté dos temas en el recital de Raly. También es cierto que en una oportunidad me invitaron y dije que no. No me gustaba la programación y entonces dije eso. Tal vez fue un error. Hay cosas que me parecen preciosas que ocurren en Cosquín y otras que me parecen realmente espantosas. Esa planificación y esa apuesta sin anestesia que tiene el festival respecto de la masividad lo lleva a veces a formas muy precarias en términos musicales y estéticos. Por supuesto, con salvedades extraordinarias. Creo que Cosquín tiene una propuesta demasiado entregada a las lógicas televisivas y al mercado. Ese no es el camino por el cual elijo meterme en la música. No está mal que no me inviten. Los músicos también tenemos la responsabilidad de ir creando otros espacios que sean más genuinos, menos cómplices con las formas del mercado. Algo intentamos. Hace dos o tres años que estamos impulsando la Ley Nacional de la Música, que aún no salió. Que haya perdido estado parlamentario redobla la lucha y el esfuerzo.