CINE › EL DIRECTOR DANéS NICOLAS WINDING REFN HABLA DE SU PELíCULA DRIVE, PREMIADA EN CANNES
Celebrado por la crítica por sus particulares aproximaciones al cine de género, el realizador de Pusher cuenta cómo es su película consagratoria. “Empieza como si fuera una historia naïf y se va poniendo oscura y macabra”, afirma.
› Por Jeff Goldsmith
Fue un corto modestísimo, que Nicolas Winding Refn escribió, dirigió y protagonizó, el que a mediados de los años ’90 puso a este realizador danés, por entonces de 25 años, en línea de largada internacional. Al verlo, un productor vio allí un talento en cierne, ofreciendo a Winding Refn –hijo del montajista de Contra viento y marea y Anticristo, de Lars Von Trier, y de una fotógrafa y camarógrafa de cine– tres millones de coronas para filmar lo que quisiera. Winding Refn filmó Pusher, una “de acción” tan llena de estallidos sangrientos como de angustia opresiva y realismo callejero. Una de esas que se convierten en films de culto instantáneo entre los más sofisticados fans del cine de género. Por si a alguien le quedaba alguna duda sobre la coherencia ética y estética de este nativo de Copenhague que pasó buena parte de su adolescencia en Nueva York, tres lustros más tarde Winding Refn volvió a sacudir la escena internacional con una película que, reemplazando a un dealer por un silencioso doble de acción, bien podría ser prima hermana de Pusher.
Considerada por más de uno el gran hallazgo de Cannes 2011, prácticamente no hubo asociación de críticos que no premiara a Drive a fines del año pasado, ganando además, en la medianoche del sábado pasado, el Independent Spirit Awards a la Mejor Dirección. El mismo premio que Winding Refn se había llevado de Cannes, pero que no bastó para que la Academia nominara a Drive en otra categoría que la muy secundaria Edición de Sonido. Ni siquiera nominaron a Albert Brooks, comediante amable en los ’70 y ’80 y despiadado mafioso aquí, quien a esta altura completa la friolera de once premios ganados por este papel. Entre Pusher y Drive, Winding Refn no se quedó quieto precisamente. Esta es su octava película, manteniendo un ritmo de una cada dos años y llamando siempre la atención con sus particulares aproximaciones al cine “de músculo”, verificable tanto en Fear X (su primera en inglés, donde John Turturro intentaba vengar la muerte de su esposa entre extrañas visiones) como en Valhalla Rising, saga vikinga protagonizada por un guerrero tuerto y mudo. O Bronson, recién lanzada en DVD en Argentina, película de cárcel que incluye fragmentos de ópera, abstracción teatral y comentarios irónicos que el excéntrico y muy forzudo protagonista hace cada tanto al espectador.
–Tengo entendido que el proyecto de Drive anduvo dando vueltas un rato largo por Hollywood antes de caer en sus manos. ¿Es así?
–Lo tenía la Universal desde hace años. La novela original está protagonizada por un doble de riesgo. Pero se ve que esto no convencía del todo a la gente del estudio, por lo cual pasaron a primer plano algo que en la novela ocupa unas pocas páginas, que es que el protagonista trabaja, además, como chofer especializado en robos. La idea de la Universal era hacer de ella una franquicia de varias películas, al estilo de Rápido y furioso. Hasta donde sé, el protagonista iba a ser Hugh Jackman. Pero en seis años nunca le dieron luz verde. Fue Ryan Gosling quien me habló de él. Había leído una copia del guión, quería protagonizarla y me ofreció dirigirla.
–Drive es su primera película basada en un guión ajeno.
–Así es.
–¿Mantuvo el guión tal como estaba?
–No, hicimos cambios. Me reuní con Hossein Amini, autor del guión, y le ofrecí retrabajarlo juntos. Ryan también participó de la reescritura, así como otros miembros del elenco. Como yo además ruedo siempre en orden cronológico, durante el rodaje seguimos haciendo ajustes y modificaciones. Rodar de esa manera es, para mí, la mejor forma de que la historia crezca emocionalmente. Esa es, creo, la base de todo.
–Por su concisión, la película da la impresión de que más que agregar cosas que no estaban, usted se habrá dedicado a eliminar.
–Empezamos con un guión de 81 páginas, pero fuimos eliminando todo lo que nos parecía que se podía quitar. “Menos es más”, era el lema que nos guiaba. Sobre todo en términos de diálogo: el protagonista habla poco y nada. Los grandes héroes del cine suelen ser así: fíjese El Hombre sin Nombre, el Samurai de Delon, Shane. Eso los hace interesantes, porque el tipo que no habla se vuelve imprevisible. Y este tipo, cuando actúa, es totalmente imprevisible.
–Pero a su lado tiene a un personaje muy charlatán, Shannon, el que le consigue los “contratos”.
–Claro, porque buscábamos el contraste. El héroe no habla, pero su ladero lo hace hasta por los codos. A su vez, el mafioso que interpreta Albert Brooks, cada vez que habla, monologa. Y el protagonista (que no tiene nombre) y la chica de la que se enamora tienen una relación de pocas palabras, muy interna.
–Drive tiene un elenco notable. ¿Cómo los eligió?
–Cada caso fue distinto. De Bryan Cranston, que hace el papel de Shannon, soy fan de hace rato, de la serie Breaking Bad. Me costó un poco convencerlo, porque su personaje no estaba muy desarrollado. De Albert Brooks y Ron Perlman también soy fan, desde siempre. Carey Mulligan se ofreció a interpretar el papel de Irene. Había un problema: en el libro, la chica era latina, y además el personaje también estaba muy poco desarrollado. Carey no tiene nada de latina: es una chica inglesa, rubia, de aspecto frágil y piel muy blanca. Mi esposa la había visto en Enseñanza de vida y le había impresionado muy bien. Me reuní con ella. En cuanto la vi sentí necesidad de protegerla, y eso es lo que en la película hace el personaje de Ryan. Así que no lo dudé, me dije “ésta es la chica”.
–Viendo Drive es inevitable pensar en Desafío, una película de Walter Hill, de fines de los ’70, cuyo título original era The Driver y cuyo protagonista también trabajaba como chofer de robos y tampoco tenía nombre. ¿Se supone que se trata de un homenaje explícito?
–¿Me creería si le digo que la vi recién cuando estaba en preproducción de mi película? Nunca fue una película fácil de conseguir: las copias prácticamente desaparecieron desde los ’80, y no se había editado en VHS ni DVD. Me propuse ver todos los policiales de la época que transcurrieran en Los Angeles. Vi la de Walter Hill, una de Michael Mann, bastante poco conocida también, que se llama Thief, Vivir y morir en Los Angeles... Pero la gran diferencia de mi película con The Driver es que la de Walter Hill es casi abstracta y la mía es un cuento de hadas.
–¿Cuento de hadas?
–Sí: empieza como si fuera una historia naïf y se va poniendo oscura y macabra. A la larga, la inocencia será protegida, los villanos serán castigados de modo horrible y la virtud prevalecerá.
–¿A qué se refiere cuando la compara con las películas de John Hughes, realizador de El club de los cinco?
–A la idea del amor, el amor en estado puro, el amor como idea adolescente. Toda la primera parte de Drive, cuando el protagonista conoce a la vecina, funciona de esa manera. Es algo básico, sin vueltas, casi primario.
–¿Es verdad que usted no maneja?
–¡Totalmente! Ocho veces me presenté a dar examen de manejo, y las ocho me aplazaron. Hasta que al final me convencí de que no es lo mío. No sé nada de autos, ni de marcas, modelos o mecánica. Ryan tenía que asesorarme sobre todo eso, porque yo no tengo idea.
–Teniendo en cuenta que está habituado a trabajar en otro medio, donde seguramente puede imponer todas las condiciones, ¿se le hizo difícil trabajar en Hollywood, donde hay mayor control por parte de los productores?
–Cuando llegué estaba muy a la defensiva con ese tema. Que el proyecto me lo hubiera ofrecido Ryan me tranquilizaba, porque representaba un respaldo: lo tenía de mi lado. Pero rápidamente me di cuenta de que los productores a cargo no querían joderme, sino ayudarme. Uno de ellos, Adam Siegel, fue el tipo que llevó originalmente la novela a Universal y que estuvo todo estos años tratando de que se filmara. Así que era el primer interesado en que se hiciera. Yo, igual, me pasé toda la película esperando que en algún momento alguien me la diera por la espalda. Por suerte no sucedió.
–¿Es verdad que planea seguir filmando con Ryan Gosling?
–Con Ryan tuvimos tanta sintonía, tanta coincidencia, que llegó un punto en que la relación se hizo casi telepática: no necesitábamos hablar para saber qué pensaba el otro. Para que una película funcione es esencial que exista una conexión fuerte entre el director y el protagonista, y en este caso sucedió. Si podemos seguir aprovechando eso, sería buenísimo para todos.
Traducción, selección e introducción: Horacio Bernades.
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