CULTURA › INDUSTRIAS CULTURALES
› Por Silvina Friera
La oscuridad –dicen– es aliada de las imperfecciones. Las estadísticas son el talón de Aquiles de la industria editorial argentina, un punto vulnerable donde escasean los datos confiables. Una batería de acciones de la Dirección Nacional de Industrias Culturales procura enmendar esta debilidad. Lo hará a través del lanzamiento de la Encuesta Nacional de Producción Editorial, que aspira a trazar un mapa estadístico del sector, una suerte de censo económico que permitirá desglosar la configuración de la cadena de valor –papeleras, gráficas, editoriales, canales de comercialización y distribución–, la estructura de costos, la cantidad de producción nacional e internacional y la tercerización del sector, entre otras cuestiones significativas. Cuando estén los resultados de la encuesta, se conocerá por primera vez de manera exhaustiva la realidad de un área estratégica. El riguroso afán de medición incluirá también una Encuesta Nacional a librerías, que se realizará cada tres meses en las principales librerías del país para sondear el tipo de libros que se venden, el volumen de ventas y expectativas relacionadas con el empleo o el uso del espacio. Otro instrumento –un viejo reclamo del sector– es la creación del Registro de ISBN para el comercio exterior del sector editorial.
“El paquete de medidas busca la mayor precisión posible en relación con la industria editorial argentina. Queremos tener la fotografía exacta del sector editorial”, dice Rodolfo Hamawi, director de Industrias Culturales. Este paquete fue presentado ayer, en el marco de las jornadas profesionales de la 38ª Feria Internacional del Libro. Quizá el anuncio que más expectativas generó fue la creación del Registro de ISBN para el comercio exterior, que permitirá distinguir a través del ISBN (International Standard Book Number) los libros producidos y editados en Argentina, pero impresos en otros países, de aquellos editados ciento por ciento en el exterior. “Todo trámite de exportación o importación de libros tendrá incorporado el número de ISBN, un número internacional que registra los libros –explica Hamawi–. En esos trece dígitos está la información del país de la editorial, el nombre de la editorial y cantidad de títulos que ha publicado. Este nuevo registro nos permitirá conocer qué libros ingresan al país con ISBN argentino, por lo que se infiere que claramente es un libro que se imprimió en el exterior. Pero también limitará una práctica: la de ingresar en la categoría libros materiales que no son libros, como manuales para usos de electrodomésticos”.
La balanza comercial del libro, revela el director de Industrias Culturales, tiene un déficit de siete millones y medio de dólares. “El 20 por ciento de las importaciones son de China; se están imprimiendo muchos libros argentinos o españoles en China. Esto va de la mano de cómo ha caído la importación de libros de España, que en cinco años pasó del 50 por ciento al 35. Acá se están dando dos fenómenos: la suba del consumo de la población hace que se incremente la importación, pero también hay un proceso muy acentuado de editoriales argentinas que imprimen en el exterior. Lo que hay que tener claramente diferenciado es el ingreso de libros de editoriales internacionales con el intento saludable, positivo, de que el libro argentino se imprima en Argentina”. ¿El parque gráfico argentino puede cubrir la demanda de toda la producción nacional en cuanto a calidad y a costos?, pregunta Página/12. “Sí, está en condiciones de abastecer en sus distintas exigencias de calidad. Pero la cadena de valor se tiene que sentar a negociar condiciones y mejorar la competitividad”, responde Hamawi. “Cuando uno habla del sector editorial, no se puede pensar sólo en el editor. No podemos dejar de atender al conjunto de la cadena”.
Durante la feria, se anunciarán los resultados de la Encuesta de Hábitos de Lectura, que encargó el Consejo Nacional de Lectura el año pasado. Otra medida fundamental es la implementación de una Encuesta de Consumos Culturales. “Vamos a rastrear la oferta cultural que tiene una persona desde los medios audiovisuales, los medios editoriales, la música y las nuevas tecnologías para ver qué relación tienen con esa oferta. Nos parece importante poder radiografiar los consumos culturales para calibrar mejor las políticas públicas”.
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