CINE › ENTREVISTA A SYLVAIN GEORGE, EL DIRECTOR DE FIGURAS DE GUERRA
Así define el cineasta francés su película, ganadora del Bafici del año pasado y que a partir de hoy se podrá ver en la Sala Leopoldo Lugones. “Las políticas de inmigración son un buen indicador del estado de las democracias occidentales”, afirma.
› Por Ezequiel Boetti
Calais es una Doña Flor europea que durante siglos se debatió entre la pertenencia natural al continente y el insaciable espíritu expansionista británico o de la potencia geopolítica de turno. El tironeo fue menos voluntario que impuesto: la funcionalidad geográfica de su ubicación, justo en el extremo continental del punto más estrecho del Canal de la Mancha, la convirtió en una de las ciudades más codiciadas de Europa. Basta recordar que fue asiento de las fuerzas napoleónicas, potencial teatro de la ofensiva norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial y, desde 1994, sede de una de las infraestructuras de transporte terrestre más importantes del mundo: el Eurotúnel, paso obligado para los más de 17 millones de personas que quieren llegar sólo por tierra al Reino Unido. Entre ellos los cientos de inmigrantes provenientes de Africa, Asia o el extremo Este del continente, quienes intentan recorrer los 33 kilómetros que los separan de esa tierra prometida literalmente debajo de un camión. El problema es que primero deben sortear la xenofobia estatal y social de la Unión Europea en general, y de esa ciudad francesa en particular. Esa supervivencia es el eje central de Figuras de guerra, que se estrena hoy en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530).
“Calais es una zona gris”, asegura desde París el director Sylvain George en una entrevista con este diario, antes de explicar que allí se da un “caso emblemático de lo que las políticas de inmigración europeas pueden ser hoy en día”. “Se crean tiempos y espacios de excepción durante los cuales la ley está suspendida por un determinado período y los individuos son despojados de sus derechos más básicos. En ese sentido, se trata de una ciudad pequeña donde todo lo anterior puede ser muy obvio, especialmente si es el punto más cercano entre Francia e Inglaterra. Somos testigos de muchas cosas similares en otras ciudades de Europa (redadas, cacerías humanas, maltratos), pero aquí están totalmente a la luz”, argumenta.
Ganador del premio al Mejor Film de la Competencia Internacional del Bafici 2011, el largometraje nació como un proyecto personal de este militante político que demandaría tres meses de rodaje para una duración final de veinte minutos. Acostumbrado al trabajo solitario, fue con su cámara de mano a la ciudad portuaria. “Me encontré con gente muy interesante y situaciones que nunca había imaginado. Rápidamente supe que necesitaría más tiempo para entender qué estaba pasando y reportar fielmente lo que veía y sentía. En el fondo sabía que estaría el tiempo que fuera necesario sin saber necesariamente cuánto sería”, asegura este ex trabajador social y estudiante de filosofía. Al final se quedó tres años e hizo dos películas. La primera, Figuras de guerra. La segunda, Les Eclats (Ma gueule, ma révolte, mon nom), vista aquí en el último festival porteño. E incluso le disparó la idea para una tercera en la que actualmente está trabajando y que se “centrará en la situación de los inmigrantes africanos antes de llegar a Europa”, según adelanta.
–En varias entrevistas usted dijo que su cine trata de describir las consecuencias de las políticas migratorias actuales. ¿Qué le interesa de esa temática?
–Creo que las políticas de inmigración son un buen indicador del estado de las democracias occidentales. En Francia estuvieron articuladas durante décadas con el problema del colonialismo y el ultraliberalismo. Hoy son claramente políticas de guerra que intentan hacer de cada inmigrante un potencial terrorista o asesino, y la cobertura de los medios ayuda a dar la idea de que ellos son los responsables de todos los males de nuestra sociedad. Por otra parte, el sistema neoliberal los usa como mano de obra barata en la construcción y la seguridad, por ejemplo. Entonces estamos frente a una gran hipocresía: de un lado ellos son seres estigmatizados y sometidos a políticas claramente mortales, pero al mismo tiempo el sistema manda mensajes muy fuertes para asegurarse que los inmigrantes vengan a Europa a trabajar en condiciones deplorables. En tiempos de esclavitud era muy costoso para los países europeos enviar embarcaciones a recoger inmigrantes en Africa y desparramarlos al resto del mundo. ¡Hoy es gratis! Mi objetivo fue, entonces, tratar de entender y mostrar la aplicación de esas políticas y mecanismos en el terreno y las consecuencias para los involucrados.
–Ya desde el subtítulo (Que descansen en rebelión), el film se presta a una interpretación política. ¿Cómo articula lo político con lo artístico?
–La etimología de la palabra “política” significa “vida en la ciudad”, es decir todo aquello relacionado con los vínculos entre individuos. Esa definición involucra tanto aspectos “formales” (actos y políticas estatales que rigen la conducta de los individuos) como cuestiones más sensibles y relacionadas con las personas en sí. El cine es el medio que elegí para tratar de construir esa relación con el mundo, con los otros y conmigo mismo. Esta película es una experiencia total para mí, existencial desde el punto de vista metafísico, con la que quiero traducir mi relación con el mundo a través de las imágenes, sonidos, silencios o metáforas. Creo que el poder del cine está en la posibilidad de construir espacios y tiempos singulares que puedan ser capaces de subvertir lo plástico, lo poético, los diseños y las ideologías dominantes. El cine es el arte de lo pequeño, de los olvidados y solitarios, y está al lado de aquellos que habitualmente no tienen la posibilidad de contar. El cine es el arte de los parias.
–¿Considera que Figuras de guerra es un film de denuncia?
–Desde el punto de vista estético, la película trabaja más conceptos y géneros, es como una especie de alegoría o elegía. Y la forma de la elegía es similar a alguna forma de “queja”, por lo que en ese sentido sí podemos hablar de denuncia. Pero no creo que la película se reduzca a eso. Diría que es una “bomba de tiempo”, un espacio-tiempo singular, la alegoría de las visiones de un mundo dominante y estigmatizante.
–La película tiene testimonios crudos y sinceros de los inmigrantes. ¿Fue difícil lograr que se abrieran de esa forma frente a la cámara?
–Una película es la presentación del director de una determinada realidad. El primer paso en ese camino es ir por los hechos, que en este caso significaba estar con aquellas personas que quería filmar. Yo les expliqué muchas veces las razones de mi presencia, el tipo de película que haría, el plan de difusión y mi tendencia artística y política, entre otras cosas. Además yo me puse varias reglas (no filmar gente sin su consentimiento, no comprar historias, no jugar con su sensibilidad para obtener imágenes, pasar un tiempo con ellos) que reflejaban ante ellos cuál era mi posición ética. Desde el momento en que uno trata de construir una relación basada en el respeto, es raro encontrar problemas o personas que no deseen ser filmados.
–¿Cómo conviven los inmigrantes con el desamparo y falta de contención?
–El camino de los inmigrantes es extremadamente complicado y peligroso. Cada uno sabe que puede perder la vida en cualquier momento, así que implementan diariamente estrategias de supervivencia hasta que llegan a su destino final, que generalmente es Inglaterra. Comer, lavarse, relajarse y reír son partes de una misma lucha cotidiana que también es política. Cuerpos políticos, de hecho, que hoy sirven para denunciar el entorno reaccionario y xenófobo en el que estamos.
–Promediando la película se lee en un graffiti la frase “andá a cagar, Europa, amo Africa”. ¿Cree que ese pequeño gesto representa la desilusión de los inmigrantes cuando llegan al continente?
–Sí, definitivamente. Pero debemos leerlo en su dimensión política porque denuncia la suerte de los extranjeros no sólo en Francia o Europa, sino también en todos los países donde son objeto de discriminación. Y para leerlo en esa clave es necesario tener en claro qué tan violenta y dificultosa es la vida del inmigrante, más aún para los negros. Más allá del país en el que estén, ellos son los que más tipos de abusos sufren.
* Figuras de guerra tendrá sus 16 únicas funciones desde hoy y hasta este domingo, a las 21, y desde el martes 17 hasta el domingo 22, a las 14.30 y 18, siempre en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530).
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