OPINION
› Por Margarita Gutman *
Las grandes conmemoraciones colectivas son similares a los ritos de pasaje: presentan una mirada hacia atrás, una reflexión sobre el presente y una proyección sobre el porvenir. En consecuencia, este tipo de fechas nos pone frente a uno de los efectos más devastadores de la pobreza, que es la anulación de la idea de un futuro. Se trata de un recurso simbólico indispensable para el desarrollo. En sociedades como las nuestras, las clases medias todavía tienen la noción de lo que significa elaborar un proyecto; pero los sectores sumidos en la marginalidad suelen concentrarse en problemas mucho más inmediatos. Por eso, como señala el sociólogo indio Arjún Appadurai, es importante que entrenemos colectivamente la capacidad de “aspirar” a algo diferente. Sin la oportunidad de imaginar metas individuales y colectivas, sin –“desprivatizar” el porvenir, no habrá desarrollo, aunque ocasionalmente tengamos dinero. Por eso nadie puede endosarse el derecho a cerrar el sentido de las fiestas que vendrán. Es fundamental que en los próximos años estrechemos el vínculo con los países hermanos, porque ya no nos es posible pensarnos solos en el mundo. Ponerle un contenido colectivo a esta coyuntura, cargarla de un pensamiento sobre los problemas del país y articularla con una amplia movilización social, es una bandera que el pensamiento progresista tiene que tomar. De no ser así, los días patrios se transformarán poco a poco en un espacio de tiempo sin contenido.
* Arquitecta (UBA) y docente en la New School University (Nueva York). Dirige el programa Buenos Aires 2050 en la FADU-UBA. Acaba de editar Construir Bicentenarios: Argentina, un emprendimiento conjunto de la Revista Caras y Caretas y The New School University.
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