PLASTICA
Para Rocambole, haber formado parte del fenómeno de los Redondos es motivo de orgullo. “A partir del trabajo con ellos mis imágenes se difundieron. Me han cambiado la vida, porque yo era antes un diseñador como cualquier otro”, dice. Hace mucho tiempo que no se comunica con el Indio Solari. “Quizá tiene que ver con sus circunstancias: vive en un lugar ignoto, no sale, no llama por teléfono.” Por el contrario, con Skay tienen un trato frecuente. “Vamos una noche a un bar y nos tomamos una copa, o se viene él a La Plata con ganas de hacer un asado.” Recientemente elaboró la tapa del quinto disco solista del violero, La luna hueca, de inminente aparición. Todo lo que Cohen se admite adelantar, entre risas, es que es “interesantísima”. “Conozco a Skay desde que tenía diecisiete años. Lo vi evolucionar de un bajista mediocre al guitarrista que es hoy. Siempre me gustó su música. Tiene un componente oriental, quizá de origen judío, de genética ancestral. Se muestra claro en Oktubre, en el que hizo a propósito algunas canciones con armonías rusas”, describe.
–Le suelen preguntar si Los Redondos volverán. ¿Pero le gustaría que ocurriera?
–Soy un fanático más. ¿A quién no le gustaría? Pero es como si a mí me obligaran a dibujar lo que hacía cuando era chico. Además, olería mucho a negocio. Me gustaría, pero sé que sería algo pegoteado. A lo mejor algún día lo hagan, porque cuando uno envejece se vuelve más tierno. Igual, queda bien el tajo en la historia. Hace un tiempo estuve tratando de armar algo, porque lo que me gustaría es que se reunieran con un propósito. ¿Por qué no tratar de reunirlos para una obra de bien, para hacer unos hospitales, por ejemplo? Tiré la onda pero no hubo respuesta.
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