Vie 30.06.2006
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CINE

La coincidencia de los recuerdos

Gastón Pauls, actor: “Mi recuerdo es el mejor, de agradecimiento y de mucho placer de haber trabajado con él y disfrutado del laburo, de viajes, festivales y estrenos. Hacía simple el laburo del actor y de los técnicos. Porque era un gran talento, pero además un tipo sensible, con cualidades que hacían que además fuera un talento humano. Hay algo que disfruté más que el éxito de Nueve reinas en las salas y fue el éxito durante la filmación. Fue un éxito durante el rodaje porque nos divertimos, sabíamos que lo que estaba haciendo era bueno, nunca hubo un problema. Eso es lo que me queda: más allá de su inmenso talento, conocido y disfrutado por público, crítica, directores y actores, generaba un buen clima de laburo. Sus dos películas tenían, cada una a su manera, un ritmo muy personal. Nueve reinas tenía un tempo, un ritmo que era como pase, pase, gol; pase, pase, gol. Una métrica casi musical. Podía seguir reinventándose: más allá de los parecidos en ciertas formas de relatar algunos momentos de las dos películas, podía jugar con muchos estilos”.

David Blaustein, cineasta y director del Museo del Cine: “Era un laburante del cine, un apasionado, de gran humildad. Después de Nueve reinas podría haber vendido su alma al diablo y siguió creyendo en la de él, con perdón de la metáfora futbolística. Pudo hacer otra cosa y aceptar cualquier oferta, pero hizo otra gran película como El aura. Era un obsesivo, un tipo al que le gustaba transpirar la camiseta y de un perfil bajísimo. Tenemos que aprender a querernos más, a querer más a los amigos, porque un tipo que el lunes recibió los premios que recibió y el martes se toma un avión para hacer un casting a Brasil demuestra las condiciones en las cuales laburamos. Me da muchísima pena, porque era un tipo muy cálido, con el que era fácil dialogar. Y con un gran talento para dirigir actores. Buscaba una calidad enorme en su puesta”.

Fernando Spiner, cineasta: “Eramos muy amigos, trabajamos juntos. Escribimos el guión de Bajamar junto con Pablo de Santis, y él fue director asistente. Después escribimos con Piglia el guión de La sonámbula. Era muy riguroso, muy exigente, un cineasta verdadero. Sabía mucho, era un enamorado del cine, disfrutaba viendo películas. Además de lo afectivo, es una pérdida enorme. Sabía mucho de puesta en escena, de cámaras, de actores. Recuerdo el trabajo con él como algo impresionante. Una persona con la que circulaban las ideas todo el tiempo, todo se potenciaba”.

Marcelo Piñeyro, cineasta: “Es una pérdida tremenda de alguien en plena creatividad y de un gran momento como director, que se había afirmado con dos películas muy sólidas. El aura presenta muchos interrogantes desde el cine, un director interrogándose sobre cómo y qué contar. Lo de Fabián era muy solitario en el cine argentino. Alguien muy preocupado por un fortalecimiento narrativo, un pensamiento desde la narración, buscando caminos no recorridos por el cine local. El lunes ganó muchos premios y, al menos, tuvo una última impresión de un reconocimiento de su trabajo por parte del medio, que en general es muy ingrato. Se le notaba la pasión por el cine, por contar historias, no le preocupaban los ‘mandatos’ que tiene el cine argentino. En El aura hay alguien queriéndose reformular, no agarrándose a nada seguro. Nueve reinas le hubiera permitido agarrarse a cosas sólidas y seguras. Y en El aura se replanteaba su propio cine”.

Eduardo Mignogna, cineasta: “No se quedó con ninguna fórmula. Si bien hizo la primera película que le dio éxito comercial y fue muy reconocida por la prensa y el público, me parece que en la segunda quiso ensayar algo diferente, y eso es muy meritorio: encontrar un nuevo punto de vista, plantarse en otro lugar, contar otra historia. La historia de dos pillos es un thriller, casi una comedia urbana y, por otro lado, hay una película sombría sin los ganchos que exige el mercado. Hizo lo que se le dio la gana. Como espectador, tanto en una como en la otra me divertí. Son diversiones diferentes, uno puede gozar las películas de diferente manera. Las dos tenían su atractivo y te mantenían ligado al mundo que proponían”.

Sebastián Torrela, productor ejecutivo de Argentina Cine: “La noticia nos shockeó a todos. Lo conocía desde hacía 12 años: fue la primera persona con la que trabajé. Era uno de los tipos más profesionales que conocí en el medio publicitario y cinematográfico. Una gran persona, que sólo pensaba en trabajar y hacer las cosas lo mejor posible”.

Sebastián Tabany, crítico de cine: “El martes grabé con él El acomodador, en la que lamentablemente se transformó en la última nota audiovisual que dio. Tenía lo que pocos directores poseen: cuando hablaba de cine lo hacía con mucho entusiasmo, era su pasión. Una vez me lo crucé caminando en Nueva York y le dije que salía de ver Memento, que a él le iba a encantar. Ahí mismo me invitó a verla. Bielinsky pertenece a una generación de directores que crecieron viendo cine norteamericano, a diferencia de la vieja camada que creció viendo cine europeo. Bielinsky, Damián Szifrón, Marcelo Piñeyro pasaron su infancia viendo a Spielberg. Y esa influencia se percibe en su estética. Tanto Nueve reinas como El aura, aun con las diferencias de registro, son películas que podrían haber sido hechas en EE.UU. Su muerte es una gran pérdida para el cine argentino, porque fue uno de los pocos directores con trascendencia internacional y a nivel comercial, no festivalera. De hecho, no son muchos los films argentinos que tuvieron su remake en el exterior como Nueve reinas”.

Producción: Emanuel Respighi y Oscar Ranzani.

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