SERIES › JASON BEGHE SOBRE SU PERSONAJE
Jason Beghe le asegura a Página/12 que no desayuna agujas para lograr el tono de su voz. “La heredé de mi mamá –se ríe–. Creo que la de Hank Voight es más belicosa y viene de adentro”, dice agarrándose el vientre. El actor es de los que habla con su cuerpo, cuando camina, cuando se sienta y de paso le clava los ojos a su interlocutor. Y queda claro que Beghe ama a su criatura. “Es tan grande y poderoso, tiene tanta presencia, y no le importa nada... son cualidades increíbles. Es carismático, pero no al nivel de ‘¿cómo me veo?’, sino ‘¿cómo te ves vos?’. Intimida a todos. No racionaliza: actúa.”
–Una de las frases de cabecera de Voight es “no jodas con mi ciudad”. ¿Por qué lleva las cosas a ese nivel tan personal?
–Lo gracioso es que cuando preparaba el papel, fui a una charla con los nuevos guionistas y realizadores. Tirando ideas les dije que la base de Voight es ésta: amor. Hubo un silencio frío, se oían los grillos, y se miraron como: “¿contratamos al tipo correcto?”(risas). Lo que sucede es que Voight quiere a la ciudad como si fuera su hija. Es de los padres que dan coscorrones, y no digo que esté bien o mal, así expresa su sentimiento. “No vas a dañar a mi gente”, ése es su lema.
–Voight había aparecido en Chicago Fire, ¿qué pudo añadirle ahora?
–Antes se lo veía como un villano por su mala reputación. Yo nunca pude verlo así. No puedo hacer de un mal tipo; hago de un tipo con su propia lógica. Antes estaba encuadrado en Chicago Fire, desde el punto de vista en particular de su protagonista, y para él era un jodido. Es la misma persona, pero con la foto completa.
–¿Qué es menos claro, su pasado o su presente?
–Que haya estado en la cárcel por su tarea como oficial es atractivo, porque legalmente fue correcto, ¿y moralmente? Tampoco está muy claro cómo fue que salió de prisión. Lo que sí queda claro es que rompe las reglas y lo hace por lo que él considera apropiado para la mayoría.
–Qué relación tiene con los ciudadanos de Chicago?
–Cuando me reconocen, en los restaurantes hay mas fotos que comida, en la calle bajan las ventanillas de sus coches: “¡Te amo, Hank Voight!”. Nadie lo detesta, la gente lo disfruta más que en cualquier otro lugar. Creo que Matt Olmstead tiene razón: realmente él es Chicago.
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