Sáb 06.09.2014
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MUSICA › OPINIóN

Pasos

› Por Javier Andrade*

No hace falta buscar en Google. Google no existía a mediados de los ’80.

Ahora que es oficial, Google es mi cabeza. No hace falta darle muchos parámetros: como le pasó a tantos, su música atravesó mis 20 y representó casi todas mis fantasías. Entrevistarlo siempre fue una exquisitez por esa claridad de conceptos tan afinada como su voz y su guitarra. En la casa materna, cerca de New York City; en la auténtica New York City; en la “oficina” de Triple Producciones; en el estudio de Londres; en el escenario del Unplugged; en el Radio City; en River; en Chascomús. Tantas, que cometí el pecado de creer en la inmortalidad de las oportunidades. Tocó en la ciudad y no fui. Ya habrá otra gira. Vino con la banda, lo vi. Volvió como solista, lo vi. Y pasó por Los Angeles esa última vez. El dolor de su mamá, de su familia, de sus amigos, la vigilia, la ansiedad, las ganas de volver a verlo de sus fans, de esa gente que no hablaba con su acento pero que lo sentía parte de todos.

La relación periodista-músico tiene directa influencia en lo que fue mi destino. Por recomendación de Analía Gómez, entonces jefa de prensa de Soda Stereo, MTV Latino decidió probarme como cronista en cámara para un noticiero que aún no existía. Tampoco existía Internet ni menos YouTube. Que la banda me recomendara fue determinante: me llevó a trabajar en Nueva York, Miami y Los Angeles. En las tres ciudades compartí buenos momentos con Gustavo. Dos veces viajé a Londres en mi vida: una para cubrir la mezcla de Sueño Stereo. La segunda para cubrir mezcla y grabación de Bocanada. Como a otras personas, me pasó de sentirlo cercano y ausente; mitad respeto, mitad admiración. Recuerdo haberlo escuchado hablar de Racing en una pizzería londinense, una revelación inimaginable de quien se asumía antifutbolero. Y no voy a olvidar que para él, el mejor de todos nosotros periodistas, era Pablo Schanton. Envidié esa recategorización que en su boca se convertía en oficial e irrebatible. Me hubiera gustado que lo pensara de mí, pero la verdad es que yo ya tenía mi cielo: saberme testigo de sus pasos, de tantos de sus pasos; me hacía feliz, increíblemente privilegiado. Su accidente fue una voz de alarma suficiente como para dar un timonazo a mi propia vida tras años de malos hábitos. Siento que le debo tanto que me es imposible poner en palabras el dolor.

* Periodista, fue editor del Suplemento No de Página/12 y conductor del noticiero Semana rock, por MTV.

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