PLASTICA › UN TEXTO DE LOS AñOS ’60
› Por León Ferrari *
Si consideramos a la obra de arte como una organización de materiales estéticos seleccionados por su autor, y realizada siguiendo reglas inventadas por el autor o tomadas prestadas, podemos comprobar que lo que la vanguardia ha hecho ha sido ampliar constantemente la lista de materias primas usables en arte y renovar constantemente las leyes que las organizan. Así fue como al óleo y al bronce se agregaron los trapos, las latas, lo cursi, la luz, el sonido, el tiempo, el ambiente donde se expone, los medios de difusión, la autodestrucción, la acción, etcétera. Pero al ampliar la lista, la vanguardia y sus teóricos olvidaron o rechazaron uno de los materiales estéticos más importantes: los significados. Cuando algunos teóricos afirman que la ideología es el anticuerpo del arte o que los significados son irrelevantes en el juicio de la obra, y cuando algunos artistas afirman que no es posible mezclar la política con el arte, están en realidad afirmando que los contenidos, por lo menos los contenidos políticos, no son materiales estéticos sino que son aestéticos o antiestéticos. La vanguardia obedeció a esos principios como si le hubieran ordenado “de los colores no usarás el amarillo”, olvidando que no hay absolutamente nada que no pueda ser usado para hacer arte, y que quien afirme que el rojo, el tiempo, el significado, la política, no son compatibles con el arte, que no son material estético, desconoce lo que es vanguardia.
Los significados claros, los compromisos sociales, las ideologías, constituyeron entonces lo que Noé llamaría una de las antiestéticas más perdurables e inconmovibles. Era previsible que, aunque sólo fuera por motivos profesionales, la vanguardia la elegiría para hacer de ella su nueva estética. Es lo que está sucediendo.
El significado solo no hace una obra de arte. Los diarios están llenos de significados que la gente lee, indiferente.
Nuestro trabajo consistirá en organizar esos significados con otros elementos en una obra que tenga la mayor eficacia para transmitirlos, revelarlos y señalarlos.
Nuestro trabajo consiste en buscar materiales estéticos e inventar leyes para organizarlos alrededor de los significados, de su eficacia de transmisión, de su poder persuasivo, de su claridad, de su carácter ineludible, de su poder o de obligar a los medios de difusión a publicar la denuncia, de su característica de foto-difusor de escándalo y perturbación.
El arte no será ni la belleza ni la novedad: el arte será la eficacia y la perturbación. La obra de arte lograda será aquella que dentro del medio donde se mueve el artista tenga un impacto equivalente en cierto modo a la de un atentado terrorista en un país que se libera.
* Fragmento de “El arte de los significados”, de 1968, que el artista presentó en el primer encuentro de Tucumán Arde.
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