TEATRO
Las obras que se presentan, más dos textos del Torneo de Dramaturgia, tienen origen catalán. Y la distancia puede permitirles una mirada diferente de la escena local, como espectadores o como teatristas. Xavier Bobés, que trae La cabeza en las nubes, compara el teatro porteño y el de sus tierras: “El catalán es un teatro inquieto, como lo es también el de Buenos Aires, donde la contaminación entre distintas disciplinas ha creado un sello genuino que es contagioso, porque abre puertas y transmite las ganas de hacer y repensar la escena. Para decirlo en una palabra: compartimos la curiosidad”. Por su parte, Ernesto Collado, de Constructivo, enumera: “Piero es italiano, yo soy catalán y Barbara van Hoestenberghe (cofundadora de la compañía) es belga, y creamos nuestras piezas en un pequeño pueblo rural del norte de Catalunya. Eso en algo se tiene que notar. Nuestros primeros espectadores, y auténticos co–directores, son gente de pueblo. Su visión es mucho más abierta, fresca y directa. Nada que ver con el público urbano, que en el caso barcelonés es tremendamente provinciano y endogámico”, detalla. Y finalmente se suma Pep Tosar, autor de Con la claridad aumenta el frío, que se define como “admirador” de Ricardo Bartís: “Tengo la sensación de que en la Argentina consiguen sobrevivir tres divisiones: el teatro culto o de arte, que busca comprender al hombre de nuestros días; el teatro comercial, de procedencia culta ejecutado por caras popularizadas en televisión; y el teatro vulgar, un ejercicio de estupidización que hace uso directo del lenguaje televisivo. Lo que me alegra es que el teatro vulgar no haya conseguido devorar a los otros dos”, analiza.
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