MUSICA › COMO FUE EL SHOW DE LA TRASTIENDA
› Por Karina Micheletto
Ciertas reacciones provocadas por la noticia del regreso, en los días previos al concierto, fueron los primeros signos de que no iba a ser una noche común. La expectativa previa al show, en la entrada de La Trastienda, comenzó a marcar el clima que se estaba preparando. La presentación del Dúo Salteño en Buenos Aires, el miércoles, resultó toda una ceremonia de reencuentro, con lágrimas incluidas. Tras veinte años de ausencia de los escenarios y varios amagues, idas y venidas en el medio, este parece ser, definitivamente, el año del regreso del Dúo. Un regreso que comenzó en el Festival de Cosquín y que siguió por varios puntos del país. Hoy volverán a presentarse en el Auditorio de Bellas Artes de La Plata y luego partirán a España, con shows previstos en Tenerife. El dúo, que hace cerca de cuarenta años vehiculizó una de las expresiones más exquisitas del folklore argentino, volvió a mostrar lo suyo, con un repertorio que, como sucede con las grandes obras, permanece inalterable.
“¡Gracias por volver!”, fue el primer grito que se escuchó en la sala, en cuanto se abrió el telón. Néstor “Chacho” Echenique y Patricio Jiménez revivieron un repertorio basado principalmente en las composiciones de Gustavo “Cuchi” Leguizamón y Manuel J. Castilla, manteniendo los arreglos y los audaces contrapuntos que definieron su música hacia fines del ’60. El hielo se rompió con “La pomeña” y la “Zamba de Argamonte”, y a medida que fueron pasando los temas las voces fueron encontrando su punto justo. Entre tema y tema, fueron apareciendo anécdotas de tantas noches que se volvían mañana en la bohemia salteña habitada por gente como Leguizamón y Castilla, o el panadero Juan Riera, aquel que, dice la zamba que lo homenajea, dejaba a los pobres de noche la puerta abierta. Allí conoció el Cuchi al Dúo, quien finalmente depositaría en ellos la responsabilidad de ponerles voz a sus creaciones y comenzaría a escribirles especialmente las armonías vocales y los arreglos. “La noche que nos conocimos, en la casa de Riera, cantamos un tema y el Cuchi se levantó como un resorte: ‘¡¿Quién ha armonizado eso?!’. Nosotros. ‘¡Está mal! ¡Ahora lo voy a armonizar yo!’ Así fue”, contaron. La “Zamba de Juan Panadero”, finalmente, sonó como un homenaje coreado por el público.
Las anécdotas siguieron repasando las épocas de pensión en Buenos Aires, los encuentros con Armando Tejada Gómez o aquel Festival Internacional de la Canción del Luna Park, donde no ganaron ni “Balada para un loco” en la categoría Tango ni la “Zamba del imaginero”, de Tejada Gómez, interpretada por el Dúo. Ambos temas corrieron entonces la misma suerte: fueron recibidos con silbidos y monedas que volaban desde la popular. El show pasó por bellos momentos como “Elogio del viento”, de Tejada Gómez, con recitado incluido, “Corazonando”, “Viene clareando”, “Zamba del silbador”, “Doña Ubenza” y “La arenosa”, estos últimos seguidos a coro con entusiasmo. Sorprendió, también, la versión de “El violín de Becho”, de Zitarrosa. Entre el público había músicos como Víctor Heredia, Teresa Parodi, Verónica Condomí, Negra Chagra, Juan Quintero y Luna Monti, y dos de los hijos de Leguizamón, Juan Martín y Delfín, tomaron a su cargo una surte de barra brava encargada de la arenga. El Dúo Salteño sigue siendo de culto y las razones están al alcance del oído: pueden abrir la puerta a lo más profundo del cancionero, vestirlo de gala y sacarlo a pasear, reluciente.
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