Jue 14.01.2016
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CINE › QUENTIN TARANTINO HABLA DE SU NUEVA PELíCULA, LOS 8 MáS ODIADOS, QUE SE ESTRENA HOY

“El tema racial es central en la época”

El realizador estadounidense analiza a fondo las motivaciones que lo llevaron a darle forma a un western que sólo se relaciona lejanamente con el anterior Django sin cadenas. Pero sobre todo, según argumenta, “yo sólo me propuse contar una historia”.

› Por Bruce Silverstein

Quentin Tarantino insiste con que filma dos películas más y se retira. Hace años que viene anunciando que después de la décima piensa dedicarse a escribir libros, y ahora a ello le suma obras de teatro y miniseries. Una de esas obras teatrales sería la versión para las tablas de su opus 8, Los 8 más odiados, que como de costumbre viene generando mucha polémica desde el momento de su estreno en Estados Unidos, el penúltimo día del año pasado. Algunos pegaron un respingo ante los habituales excesos sanguíneos; otros se sorprendieron, por el contrario, con lo que éstos demoran en estallar; hubo quienes se alarmaron con el encarnizado odio racial que en la película se despliega y no faltaron quienes acusaron al realizador de misoginia, producto de los terribles castigos a los que el único personaje femenino se ve sometido.

Los 8 más odiados es, como se sabe, la segunda incursión consecutiva del director de Pulp Fiction en el western después de Django sin cadenas, su película más exitosa junto con la previa Bastardos sin gloria. Si Django sin cadenas transcurría antes de la Guerra de Secesión, ésta está ubicada unos años después de su finalización. Lo que es común a ambas es el tema racial, con el que el realizador parece muy comprometido últimamente. De hecho, unas declaraciones suyas de unos meses atrás, durante una manifestación multitudinaria en protesta por el asesinato de un muchacho negro a manos de la policía, trajeron cola: la policía de Chicago prometió un boicot para el momento del estreno, dejando sin protección las salas que exhibieran la película. Apoyado por su productor, Harvey Weinstein –y teniendo tal vez en cuenta que cuanta más bambolla previa, más centimetraje en los medios y “rebote” en las redes sociales–, Tarantino no se echó atrás frente a la amenaza policial, tal como puede leerse en la entrevista que sigue.

–Los 8 más odiados es su segundo western consecutivo, luego de Django sin cadenas. ¿Qué lo hizo volver al género?

–No hay género cinematográfico que refleje mejor su época que el western. No me refiero a la época en la que transcurre la película sino a la época en que cada western se filma. Los westerns de los años 30 reflejan el espíritu del New Deal de Roosevelt, la salida de la Depresión. Muchos de los de los 40 sintonizan un espíritu común al del cine negro. Son densos, con un ambiente cargado, llenos de culpas y deudas con el pasado. Los del 50, los tiempos de Eisenhower, con el acento puesto en la familia, el orden social, el lanzamiento de Estados Unidos al mundo. Los de los 70 son westerns de la era Watergate: descreídos, comprometidos con desenmascarar los viejos mitos, llenos de antihéroes, con héroes que parecen hippies, en algunos casos.

–Siguiendo este razonamiento, ¿Los 8 más odiados reflejaría el espíritu contemporáneo?

–Eso no me toca a mí decirlo, ni tampoco me lo propuse. Si lo hace, bienvenido sea. Yo sólo me propuse contar una historia. No hay nada peor que intentar imponerle un sentido previo a una película, no sale nada bueno de ahí.

–Pero usted es consciente de estar metiéndose con la cuestión racial, tal como había hecho en Django sin cadenas.

–La historia transcurre en tiempos posteriores a la Guerra Civil, y en ese momento el problema racial dividía al país. Obviamente que yo era consciente de que si incluía a un oficial de caballería negro (el personaje de Samuel L. Jackson) en un grupo reducido, que incluye a blancos que pelearon por el sur esclavista, el tema inevitablemente iba a “saltar”. Por otra parte, es un asunto que me interesaba meter en un western, ya que el género lo eludió. Los westerns son de blancos contra indios, los negros no aparecen. ¡Y sin embargo en los tiempos en que transcurren los westerns en Estados Unidos se libró una guerra civil que desangró al país, uno de cuyos motivos centrales fue la abolición del esclavismo! O sea que el tema racial era central a la época, y sin embargo el género lo hizo a un costado. Por la misma razón de la que hablaba antes: porque los westerns reflejan más el tiempo en que son filmados que la época de la que hablan. Y en Estados Unidos, como usted sabe, la cuestión racial empezó a tratarse como tal recién en los 60.

–En este preciso momento, sin embargo, el tema recrudeció, a partir de incidentes como los de Ferguson y Baltimore. ¿Tuvo en cuenta ese escenario al escribir el guión?

–No, por la sencilla razón de que escribí el guión antes de que tuvieran lugar esos hechos. Y después no volví a tocarlo. Tal vez estaba en sintonía con lo que estaba pasando en ese momento, y con lo que iba a pasar poco más tarde.

–A propósito de esos incidentes, durante la manifestación que se hizo en octubre pasado para protestar por los atropellos policiales usted calificó a los policías de asesinos, lo cual le ganó la declaración de un boicot policial para el momento del estreno de la película. ¿Cómo ve ese incidente en retrospectiva?

–Me hago cargo de lo que dije. Yo no dije que todos los policías son asesinos, sino los que en esos hechos dispararon contra ciudadanos negros. Del mismo modo, me opongo a la teoría de “la manzana podrida”, que pretende circunscribir el racismo y el crimen policial a uno o dos policías. No, se trata de una cuestión institucional. La institución policial en su conjunto encubre hechos de violencia y protege a los miembros de la fuerza en contra de los ciudadanos. El intendente de Chicago, lo mismo. Eso convierte a todos en cómplices.

–¿Qué piensa de la declaración de boicot por parte de la policía?

–No hace más que confirmar lo que digo. Las fuerzas de seguridad no deberían amenazar a los ciudadanos, y sin embargo lo hacen. Parecen villanos de una película de acción berreta.

–En ocasiones anteriores usted ha recibido acusaciones de racismo, sobre todo por la abundante utilización en sus películas de la palabra nigger, que tiene una connotación despectiva. ¿Qué piensa de lo que se conoce como “corrección política”?

–Lo que esas acusaciones no tienen en cuenta es que los que usan el término son mis personajes, no yo. Quiero decir: yo escribo diálogos para mis personajes, y mis personajes tienen que hablar de la manera en que un tipo como ellos habla en la calle. Son chorros, mafiosos, asesinos... ¿Qué van a decir cuando se refieren a un hombre negro? ¿”Maldito afroamericano”? Esos defensores de la corrección política tampoco tuvieron en cuenta que incluso algunos de mis personajes negros les dicen nigger a aquellos a los que quieren subestimar, sean negros o blancos. Porque eso es lo que pasa en muchos ambientes: la palabra pasó a tener un sentido peyorativo de por sí, independientemente del color de piel. Eso es lo que los defensores de la corrección política no ven, porque no ven el fondo de la cuestión, sino apenas la superficie.

–Ahora se sumaron críticas hacia el maltrato que recibe el personaje femenino de Los 8 más odiados.

–Es de nuevo lo mismo: estos tipos son unos salvajes. ¿Cómo van a tratar a una mujer? ¿Con el mayor de los respetos? La tratan como a un tipo más. ¡Y ella se comporta como un tipo más, porque es una pistolera y está habituada a la violencia! Ella no es ningún modelo de conducta. De hecho, es una de los 8 a los que el título refiere. ¿Por qué no? ¿Por qué los únicos hijos de puta tienen que ser los hombres? Mi película no discrimina, presenta a una mujer que supo hacerse lugar en el mundo de los hombres. Que ese mundo no sea ejemplar es otro tema.

–Usted siempre se caracterizó por rescatar a actores algo olvidados. Lo hizo en su momento con Travolta, Pam Grier, el propio Kurt Russell. Ahora es el turno de Jennifer Jason Leigh, en el papel de Daisy Domergue. ¿Escribió el personaje con ella en la cabeza?

–Sí. Yo quería que fuera una actriz que se hubiera destacado en los 90, tal como es el caso de otros de los actores del elenco, como Samuel (Jackson) Tim (Roth), Michael (Madsen). Quería que tuvieran eso en común, para que el elenco fuera homogéneo. Había tres actrices de esa época que me daban vuelta. Una de ellas era Jennifer. Me puse a repasar películas de las tres, y la verdad es que ahí Jennifer terminó de convencerme. En los 90, ella era algo así como una versión femenina de Sean Penn. Dominaba la escena, las películas en las que ella actuaba eran películas de ella. Así que me dieron muchas, pero muchas ganas de volver a ver una película dominada por su actuación. Esa película es Los 8 más odiados.

* Traducción e introducción: Horacio Bernades.

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