TEATRO
Oscar Barney Finn es quien asumió el desafío de dirigir La herencia de Eszter. Con larga experiencia en cine, televisión y teatro, el guionista y director reconstruye su vínculo con la obra del novelista húngaro antes de desembarcar en el proyecto actual. “Leer El último encuentro y penetrar en el mundo y la cultura de Sándor Márai fue un intenso descubrimiento, y estuve a punto de participar en su montaje –cuenta—. Luego, en Chile me ofrecieron La mujer justa, y leí una versión española de Eduardo Mendoza que me pareció atractiva. Por último, mi primer contacto con La Herencia de Eszter se produjo cuando la actriz Dominique Sanda me acercó una adaptación que le habían hecho llegar desde Francia. Más tarde, unos queridos amigos me propusieron hacerla pero lamentablemente no sé concretó, y la vida siguió su curso hasta que otra amiga, Thelma Biral, con quien ya habíamos trabajado, me la propuso a través de una versión de María de las Mercedes Hernando”.
Con dos obras más en cartel, Poder Absoluto y El Diccionario, ambas en El Tinglado Teatro, revela que las tres puestas, aunque tienen características distintas e impulsaron planteos de espacios escénicos diferentes, exhiben puntos de contacto. “Son historias que van desde un mundo concreto y real a planteos oníricos o cercanos a reconstrucciones minimalistas de mundos evocadores. Nada hay que indique una cercanía inspiradora, pero al mismo tiempo hay una mirada y una sensibilidad que las expresa y unifica”, asegura el realizador, para el que siempre es un desafío transformar una novela en un hecho teatral, puesto que implica “competir con la ilimitada imaginación de un lector que pone colores, climas, sentimientos y caras”.
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