MUSICA
Nueve años pasaron desde que Massacre diera a conocer El Mamut, su sexto trabajo de estudio, un pasaje al mainstream para una banda genéticamente under. Con la producción artística de Juanchi Baleirón y la estructura comercial de la productora PopArt, el álbum inauguró una nueva etapa en el camino del quinteto, e inició una trilogía discográfica que terminaron integrando Ringo (2011) y el más reciente Biblia-Ovni (2015). “Ese disco está buenísimo –completa Walas–. Es el que mejor nos mostró, nos sacó de lo abstracto para meternos en un plano más entendible. En 2006, cuando fue el accidente de Gaby Ruiz Díaz, nos congregábamos en el Hospital Fernández, donde estaba internado. Todavía sin contrato, nos encontrábamos con figuras del mainstream, músicos y ejecutivos. Me acuerdo de Betina Canalis, a quien en ese momento veía de una forma asimétrica: yo era un músico desconocido y ella una figura fuerte de la industria. Recién estábamos componiendo el disco y discutíamos sobre quién iba a ser el productor. Ella se acercó y me dijo: ‘Antes de pensar en un productor, tenés que pensar en hacer un buen disco’. Después de un año nos reencontramos y le dije: ‘¿Viste cómo te cumplí?’. El Mamut nos llevó tan rápido hacia el otro lado, que tuvimos que hacer terapia de grupo, porque nos chocó tener a las marcas número uno en la espalda. Somos de sótano, panfleto anarquista en blanco y negro, fanzines, y de pronto vino el color, los auspiciantes, más guita, más guitarras… tuvimos que acomodarnos “.
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