Sáb 04.11.2006
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MUSICA › OPINION

Pajaritos que vuelan alto

› Por Eduardo Fabregat

¿Cómo no celebrar la salida –y sobre todo la escucha– de Los Pájaros, el nuevo disco de Gabriel Fernández Capello? En un medio atosigado por un rock ramplón, previsible y poco cultivado, en el que los mayores esfuerzos se ponen en el culto al aguante y los postulados más básicos del género; un medio en el que los rockers verdaderamente grandes y creativos en ese género –Divididos, La Renga, Los Piojos, Las Pelotas, Skay, el Indio–- hicieron este año silencio de disco, es necesario que un puñado de artistas venga a recordar que lo que hizo original al rock argentino, lo que le dio identidad y potencia, son las canciones y no la cáscara. Vicentico, como Calamaro, como Cerati, como Spinetta o Estelares (quienes sí editaron este año), es un sensible artesano de melodías, no un mero replicador de lugares comunes o un burócrata del pentagrama. Y si Los rayos había dado pruebas de que el Cadillac iba más allá de la prolija producción de su debut, estas diez canciones aladas lo confirman como un artista no sólo disfrutable, sino también necesario.

Con la experiencia de años de ruta y estudio, además, en este disco Vicentico supo no sólo componer, sino también producir. Eso se advierte en el aire general de Los Pájaros pero también en el modo en que fluye, desde el hit inicial –“El árbol de la plaza”, tan potente como “Los caminos de la vida” pero con firma propia– hasta el climático cierre de “Las manos”. En el medio, el cantante entrega canciones sencillas (que no es lo mismo que “fáciles”) y redondas, apoyadas en su afinada antena melódica y su personalísima voz, que siempre se apoyó en una notable expresividad antes que en la técnica. Apelando a un solo cover, la preciosa versión de “Ayer” de Daniel Melingo, Vicentico brilla en “Si me dejan”, especie de prima hermana de “La parte de adelante” (versionada por LFC en Calamaro querido!), el aire centroamericano de “Felicidad” junto a Calamaro, la placidez de “La deuda” y el demoledor ataque mariachi de “El fantasma”, llamado a la fiesta a tequilazo puro. Con el desprejuicio estilístico que pregonó más una vez, además, se anima al cumbiazo con “El baile” y revisita el soul alla Bee Gees en “Desapareció”, y el registro final hace que ninguna de ambas decisiones lo salpique de grasa. Así le da forma a un trabajo que confirma sus valores conocidos y abre nuevas perspectivas, que parece encerrar su declaración de principios en el final, cuando Vicentico pide que “La gente buena que se ponga a tu lado/ la gente buena que se ponga a cantar/ Nuestra canción da pelea/ Cerremos los ojos que el monstruo se va”. Las canciones dan pelea, y Vicentico las larga a volar.

* Para Benicio, pájaro de alas flamantes.

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