“El criterio es el de restauración conservativa”, dice a Página/12 la arquitecta Sonia Terreno. “No se puede convertir al Colón en lo que no es”, aclara. Y es que, desde que el BID concedió un crédito para la refacción del Colón, más de un proyecto anduvo dando vueltas. Los que mantienen una posición crítica, como el concertino de la Filarmónica, Pablo Saraví, hablan de “indefiniciones e improvisaciones”. Terreno, que está al frente del Plan Maestro de los arreglos de la sala, confiesa, sencillamente, que “en cualquier caso, un arquitecto proyecta según las necesidades que plantea el cliente; y en este caso el usuario, en primer lugar, es el director del Colón y los interlocutores que él designe. Capobianco –que había sido designado con bombos y platillos por el anterior secretario de Cultura, Gustavo López–, por ejemplo, quería tirar abajo una pared entera del edificio, y hacer, al lado del Colón, un segundo teatro. Ante eso, nosotros tenemos que ponernos a pensar cómo satisfacer ese planteo de la manera menos perjudicial posible”. Pero los tiempos de Capobianco felizmente pasaron. Del asesor que había contratado por una suma millonaria para decidir la demolición de una pared del teatro afortunadamente no se recuerda ni el nombre. Y hoy es todo un poco menos espectacular y más racional: sistema de apagado de incendios, renovación del sistema eléctrico y, entre otras cosas, refacción de los tapizados de la sala principal y del piso del escenario.

Los detractores aseguran que este plan maestro no contempla el mejoramiento de los lugares de trabajo de los empleados y, en cambio, encara reformas innecesarias. La más discutida –y finalmente descartada–- fue la ampliación de la puerta de acceso y del túnel y el montacargas por donde las escenografías llegan al escenario. Uno de los argumentos en contra era, por supuesto, el posible daño acústico. Las mediciones acústicas, sin embargo, son constantes, y entre quienes monitorean el tema está uno de los máximos especialistas americanos en el tema, Gustavo Basso.

“Hay una confusión”, explica Terreno. “El Plan Maestro no es lo único que deberá hacerse en el Colón en materia de conservación y mejoramiento. Hay cuestiones que tienen que ver con el mantenimiento y, de hecho, si hubiera habido un mantenimiento acorde con la importancia del edificio, mucho de lo que estamos haciendo no hubiera sido necesario. Y hay cuestiones que obedecen a asignaciones de recursos que hará, en su momento, la dirección del teatro. No es nuestra competencia agrandar la sala de ensayo de la Filarmónica y achicar la del ballet o decidir la construcción de más camarines –aunque lo hemos hecho–. Pero sí estamos mejorando la calidad de los lugares de trabajo. Lo que dicen los trabajadores, en cuanto a que las condiciones de iluminación o ventilación de algunas salas deben ser mejoradas, es cierto. Pero primero hay que sacar los cables de tela. Si evitamos que los trabajadores estén en riesgo de electrocución o que tengan goteras sobre sus cabezas o que puedan caérseles encima pedazos de mampostería, estamos mejorando sus condiciones de trabajo. No es la última mejora ni la única necesaria. Pero es bastante importante que se haga.”

Entre innumerables precisiones técnicas, como las referidas al puente de embocadura clavado, lo que no permitía a los escenógrafos regular la boca del escenario, conectores de vapores o tanques de condensado a punto de estallar, la arquitecta cuenta que “el eje del proyecto es su escalonamiento, para poder licitar obras pequeñas pero urgentes mientras la sala seguía funcionando”. Además de cuestiones de seguridad y de la puesta en valor del edificio, con la restauración de marquesinas y vitrales, algunas partes del teatro, que fueron refaccionadas mientras el resto seguía en funcionamiento, este año podrán relevarse en la posta. La sala del CETC, por ejemplo, que debió mudar su actividad durante 2006, funcionará el año próximo en condiciones de total normalidad.