LITERATURA
Pero estoy segura de que Lévi-Strauss podría haber logrado ese dechado de estilo sin haber estado in situ, ensamblando párrafos de libros escritos por viajeros de la biblioteca francesa. Enumerar es la necesidad de imaginar una posesión imposible, no un correlato de lo conocido... El viaje de la droga no se refiere a ningún desplazamiento espacial. En El almuerzo desnudo, de Burroughs, apenas hay retórica del paisaje; hay, en cambio, ficción de visiones que se pretenden haber olvidado, al igual que el momento de su escritura. El viaje es por adentro (ése es el efecto) un adentro que es tomado como un afuera amenazante, una intemperie de la percepción que aterra porque no sostiene códigos pero que recuenta “morfina, heroína, dolofina, eukodal, pantopon, diocodil, diosane, opio, demerol, dolofina, palfium”. No importa si se las ha experimentado o no, no se describe, se escribe. Pero como haciendo sobre el viaje exótico no hay modo de rehuir la tentación de oscilar entre la traducción totalitaria a lo familiar y la de registrar sólo lo intraducible, ¿qué podría escribirse del Corán si no sobre sus camellos?... Cuando hago la crónica de los lugares donde he estado, lo hago con la cabeza vacía. Nada queda del acontecimiento, como si jamás hubiera estado allí. Son las palabras las que van armando su circuito cerrado y venido de otras palabras donde lo vivido opone, sin embargo, una resistencia”.
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