La ficha
Carlos Orlando “Pajarín” y Jorge Juan “Koki” Saavedra son santiagueños e hijos de uno de los bailarines que dejaron su nombre marcado en la historia de la danza folklórica argentina, Carlos Saavedra. Pero ni uno ni otro dato, aclaran los bailarines, alcanzarían por sí solos para hacer de la danza una profesión y una elección de vida. Lo primero es una preparación técnica que incluye formarse en otras disciplinas de la danza –entre ellas, la clásica–. Luego, el entrenamiento físico, una rutina de cuatro horas de ensayo de lunes a viernes que no modifican por nada. “Por un lado porque el cuerpo te lo pide, pero, además, porque si no lo hacés no vas a poder dar un buen espectáculo”, explican. Como en toda danza, la alimentación también cumple un rol importante: “Decimos en broma que el bailarín tiene que ser gordito para que lo vean en los festivales, de lejos. Es una broma que no tiene nada que ver con la realidad: el bailarín debe cuidarse. Es como si dejás la guitarra bajo la lluvia y después querés que suene”.
Nota madre
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