OPINION
› Por Miguel Rep
Lo de los 50/30 años de las efemérides oesterheldianas, tanto en la gloria como en la tragedia, también merecerían ser fechas elsianas.
A Elsa ya la describió muy bien mi amigo José Pablo Feinmann, descubriéndola en el palco al lado del Presidente. Una mujer con una mirada firme, que aguantó las peores noticias y padecimientos posteriores, un ejemplo de fortaleza en medio de las soledades de esta sociedad hipócrita. La mujer de un historietista, la mujer del subversivo. La mamá de esas cuatro bellas quelástimaqueestabanenlajoda. Y encima, una mujer estafada por editores mundiales y vernáculos en los derechos que le correspondían.
Parecerá frívolo, pero estoy viendo otra Elsa que la que he visto en todos estos años. Yo no sé si siete duelos se saldan en treinta años, y no sé si bastan cincuenta para resignificar una obra tan vital como El Eternauta, que devuelve algo de los recuerdos de tiempos felices y mucho de aliento vital que sigue y sigue, pero esta muchacha golpeadísima está distinta, quizás más leve, de levitar, de poder empezar a descansar, de confiar en la entrega de la antorcha, de un resentimiento de otra manera. Más sana, espero. Esperamos. Porque la necesitamos, y mucho. Porque ella se necesita a sí misma, para seguir en esta lucha por la verdad. Porque la vamos a seguir necesitando para cuidarla, y que siga cuidando la memoria y la obra, y porque la queremos. Y ahora, creo, está en condiciones de dejarse querer mejor.
De Juan Salvo y Elena y Martita ya hablamos y hablamos. Los 50/30 son de ella. De Elsa. Más que de nadie; ella es la que está viva.
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