AISLAMIENTO Y ESCEPTICISMO DE LA NUEVA CAMADA
–¿Cómo se expresa en América latina una ruptura generacional?
–En el caso de Japón, lo que para ellos es nuevo es lo que nosotros ya tenemos; esta generación es nueva en el contexto de la historia japonesa al afirmar un consumidor más narcisista, pero eso ya estaba pasando en otras sociedades de otra manera. Yo no tengo nostalgias del pasado, sino del futuro. No tengo una ilusión ni una condena con las nuevas generaciones; mucha gente cree que los jóvenes ya no traen nada nuevo; pero no creo que lo nuevo tenga que ser afirmado por las nuevas generaciones. Tienen su papel, y también puede ser conformista, reaccionario, conservador.
–Un imaginario social asocia ese papel en Latinoamérica al derrotismo, la resignación...
–Los argentinos tienden a ser demasiado pesimistas cuando hablan de su propio país y del futuro; eso es bueno para pensar porque establece una distancia con respecto a la sociedad. Pero en exceso lleva a una flagelación que no lleva a ningún lugar. Las cosas son posibles, pero no cualquier cosa. No veo por qué tendríamos que martirizarnos pensando que vivimos el peor momento de la humanidad; pensemos en el franquismo, en el nazismo.
–Lo adverso llega con el aislamiento dado por la devaluación de la moneda y el cierre de fronteras en los países centrales...
–Yo no tengo dudas de que la situación es bastante complicada, pero en América del Sur el horizonte puede abrirse en términos regionales. El problema es que la gente sigue muy vinculada a la idea de solución nacional. Yo no creo que los países de la periferia puedan salir de su situación en esos términos. Yo apostaría, políticamente, a una apertura mayor.
–¿Observa en la coyuntura un momento histórico para avanzar en ese camino?
–Hay rupturas en varios lugares: en el caso brasileño la llegada de Lula implicó la ausencia de una parte de la elite y la oligarquía en el poder. Los empresarios paulistas ya no tienen el poder político que tenían en el pasado, lo cual significó una polarización en la sociedad brasileña que no existía entre la derecha y la izquierda. La prensa en Brasil tomó partido por el conservadurismo: no siempre las rupturas son las que soñamos. La historia nunca se da en oposición entre blanco y negro, noche y día.
–¿Qué rol asumen el intelectual y el artista en este contexto?
–El intelectual y el artista de la periferia tienen un rasgo cada vez más difícil de mantener, que le viene del siglo XIX y es de inconformidad con la situación actual: no se dobla a las exigencias de los tiempos nacionales o transnacionales. Esto genera una posición de proximidad en distancia con respecto a la realidad. Un intelectual tiene que ser contemporáneo con su tiempo; soy al mismo tiempo pesimista y optimista. Oscilo porque soy brasileño; si fuera alemán siempre iría hacia adelante.
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