Lun 03.12.2007
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MUSICA › OPINION

Leyenda, garra y corazón

› Por Eduardo Fabregat

El lugar común de la crónica periodística sobre la música en 2007 es el tópico de los regresos, pero hay retornos y retornos. La temporada pudo haber comenzado con The Who en River, pero compensó terminando con una velada de ésas que quedan grabadas en la historia. A las 23.15, Sting, Andy Summers y Stewart Copeland liquidaban una faena impecable en el Monumental, uniendo las dos puntas de su historia con su mayor hit (“Every breath you take”, Synchronicity, 1983) y el primer tema de su primer disco (“Next to you”, Outlandos D’amour, 1978). Una hora y media después, con los huesos cansados de la hora cincuenta de show allá adelante –el único lugar que garantiza buena visión y sonido en todo un estadio de fútbol–, este cronista enganchó en el zapping un show europeo de los también regresados Genesis. Hay que admitir que el pobre Phil Collins no las tenía todas consigo, teniendo que competir desde una pantalla de TV con las sensaciones tan frescas de cómo suena The Police hoy. Y para colmo el zapping lo sorprendió en plena ejecución del bailecito de la pandereta que pone en escena desde que tenía boina y pelo largo. Hay regresos y regresos.

En River, el trío puso algo más que canciones inoxidables, enriquecidas –como bien señaló Stewart Copeland en la jugosa entrevista publicada por este diario el sábado– por la memoria emotiva de la gente que creció con ellas. No solo puso oficio, que le sobra: puso garra, fiereza, corazón, sudor. Jugó al 150 por ciento porque es lo que exige una cancha repleta, y por las cámaras que registraban todo desde cada ángulo y desde el aire. No se redescubre nada si se apunta que la lista de veinte canciones conformó un songbook envidiable, incluso con rarezas como “Voices inside my head”, “Driven to tears”, “Hole in my life” y “Truth hits everybody”. El plus estuvo en la performance de esos tres veteranos entre los 55 y los 65 años: la de Sting, que puede hacer suspirar a las chicas pero sobre todo demuestra que ese bajo hecho pelota es una extensión de sus dedos, y la garganta está en consonancia con su musculatura; la de Summers, que visto con malos ojos puede parecer una señora mayor, hasta que hace los solos de “When the world is running down...” y “Driven to tears” y manda a mudar hasta al último cínico; la de Copeland, el de la técnica indescifrable, tan salvaje y a la vez pleno de matices como siempre, guantes blancos, gafas, vincha y un set percusivo lleno de chirimbolos igual al de la gira Synchronicity.

Pero la gira Synchronicity la vimos por TV. Ver tocar a The Police en Buenos Aires fue darse un gusto con la historia grande, con los libros de rock, con el poster de la pieza hace 25 años. La patada de Andy al policía fue leyenda. La versión de “Can’t stand losing you” en River también.

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