MUSICA
En junio Lavandera regresará a la Argentina para tocar el “Concierto en Fa”, de George Gershwin, con la Filarmónica de Buenos Aires, además de hacer obras de Mozart y Tchaikovsky, junto a la Sinfónica Nacional. En julio ofrecerá un recital que incluirá a Bach, Stravinsky y Boulez, en el Auditorium de Belgrano. Respecto de la música de Gershwin, que descubrió siendo niño, el pianista no esconde su entusiasmo: “La mixtura es enriquecedora, nos permite conocer, amplificar, acercar. Es la vía para descubrir nuevos mundos sonoros”, asegura.
-–¿Hasta qué punto cree que resiste la oposición culto-popular en música?
-–Me parece que esa clase de clasificaciones tiene que ver con conceptos históricamente establecidos. Lo que en una época se suponía “popular”, hoy en día se puede considerar “culto” o viceversa. Un ejemplo de ello es el tango. Hoy es parte de nuestra tradición más respetada y en la década del ’30 era mala palabra para aquellos que se suponían conocedores de la producción cultural de elite. Ese tipo de clasificaciones son relativas, se establecen de acuerdo con un determinado espíritu de época, a partir de clasificaciones socioeconómicas, políticas y culturales, que son dinámicas. Encasillar a los productos culturales en “cultos” o “populares” sirve solamente para generar prejuicios. En lugar de usar estas categorías yo prefiero analizar la complejidad estructural de una música, su aporte cultural. Luego, será culta o popular de acuerdo con los parámetros que se manejen en una determinada época, según lo que se entienda por culto y por popular. Pero los límites son movibles.
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