TELEVISION
Algunas semanas atrás, la realidad y la ficción de Vidas robadas se cruzaron fuera de los límites del televisor. A seis años de la desaparición de Marita Verón, Susana Trimarco organizó una misa pidiendo su aparición con vida. En ese acto estuvo acompañada, entre mucha gente, por Silveyra, que viajó hasta Tucumán para estar a su lado pese al ajustado cronograma de grabaciones que tiene el programa. “Yo me negaba a ir porque no quería mezclar los tantos y no iba a faltar quien dijera que iba para hacer prensa. Pero como me llamó Susana, me pareció que tenía que estar más allá de cualquier conjetura. A ella le servía mi presencia desde el punto de vista comunicacional, que es para lo que uno sirve como artista, en definitiva: llegar a un diario más, una nota más, una foto más grande”, cuenta la actriz, que sabe que una de las facilidades que le otorga su trabajo es la de incrementar la difusión de un problema. “Los actores –analiza– tenemos que volver a ponernos en el seno de la escena social. Para mí, ese compromiso es algo natural. Natalia Oreiro, por ejemplo, ahora está haciendo también una campaña contra la trata de personas. Y me parece bárbaro, porque cuantas más voces se alcen, más conciencia se va a tener del tema. Sobre todo para poner en autos a la enorme cantidad de chicas que buscan trabajo por los diarios y son engañadas por gente inescrupulosa. Incluso, muchas veces no se llega al rapto pero el miedo a dar marcha atrás y la necesidad económica las vuelven ‘rehenes’ de una industria que mueve millones en todo el mundo.”
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