Sáb 08.01.2005
futuro

TOP SECRET

Mitos y verdades del Area 51

Los delirios, fantasías y disparates alrededor de lo que algunos alocados llaman “fenómeno ovni” proliferan y se multiplican, a veces con la ayuda de agencias con mentalidad conspirativa (como las que se encargan de los servicios secretos) y en gran parte con el impulso de la industria del espectáculo y los medios masivos. En la primera entrega del año 2005 de Futuro, Pablo Capanna cuenta vida y milagros (literalmente) de uno de los lugares más misteriosos del mundo, la famosa Area 51, una (supuesta) base militar donde a juicio de los creyentes se llevan a cabo los más curiosos acuerdos y tratados bilaterales con los extraterrestres como el que dice que, a cambio de que tengan la plena libertad de extraer sangre y hormonas a los terrícolas, los alienígenas llevarían a 16 estadounidenses a capacitarse ni más ni menos que en la estrella Betelgeuse.

› Por Pablo Capanna

Si usted es amante del turismo de aventura y cuenta con algunos recursos, hay una increíble experiencia que lo aguarda. Váyase al desierto de Nevada (Estados Unidos) y tome la ruta 375, hasta donde cambia de nombre y se convierte en la “autopista extraterrestre”. Seguramente no encontrará el Bagdad Café (deben haberlo dinamitado), pero tendrá el privilegio de pasar cerca de la famosa Area 51, uno de los lugares más misteriosos del mundo.
Podrá ver los carteles intimidatorios y se cruzará con las patrullas armadas que se desplazan en jeeps blancos y helicópteros negros. Pero si tiene suerte podrá presenciar el despegue o el aterrizaje de alguna de esas naves alienígenas que frecuentan la región.
Todo esto es posible porque un gobernador de Nevada, en un gesto bastante bananero que en su momento motivó algunos piquetes, le vendió a la Fox 98 millas de ruta con el nombre de E. T. Highway. Lo hizo para celebrar el estreno de Día de la Independencia, una de esas películas de guión barato y costosos efectos especiales, cuyas demasías suelen disculparse con la excusa de la parodia.
En la película (que no fue filmada ahí sino en Utah), la Tierra es arrasada por crueles invasores. Pero se salva gracias al presidente de Estados Unidos, quien desde su refugio en el Area 51 recurre a la tecnología extraterrestre y les hace probar a esos bastardos su propia medicina.
¿Qué hay en el Area 51 para que durante más de medio siglo haya ido creciendo una de las más tenaces leyendas del folklore urbano?

A orillas del lago seco
Conocida como Groom Lake o The Ranch, el área es el lecho de un lago seco. No se permite el acceso tanto terrestre como aéreo y no se dan a publicidad las fotos satelitales que permitirían apreciar qué encierra. Todas las fotos que circulan son dudosas y clandestinas.
Por lo que se sabe, durante la Segunda Guerra Mundial, allí había un campo de tiro antiaéreo. En los ‘50 el gobierno federal norteamericano, que es dueño del 85 por ciento de las tierras de Nevada, lo convirtió en el Nevada Test Site para las pruebas nucleares.En el Area 51 se construyeron algunos hangares y una pista de pruebas para los aviones espías U2 (protagonistas de la crisis de los misiles cubanos), más tarde desplazados por los satélites. En los ‘80, hubo nuevas ampliaciones para el desarrollo de los misiles de crucero y los aviones F117A y B52 Stealth, invisibles al radar.
Entre 1986 y 1988, el área restringida creció en casi tres millones de hectáreas, absorbiendo la base militar Nellis. La última ampliación fue hace diez años y, aunque se dijo que la base había sido transferida al complejo misilístico de Green River (Utah), al parecer ahí siguen pasando cosas.
La zona está vigilada por tropas de élite con apoyo aéreo. Hay cámaras de video, sensores de movimiento y micrófonos, que no dejan de sorprender en un desierto donde el detalle más fotografiado por los visitantes es el solitario buzón de un granjero. De hecho, acude bastante turismo desde 1989, pero son muchos los que han tenido que pagar fuertes multas o ir presos por meterse donde no debían.
Hace años, una investigación periodística planteó la hipótesis de que allí se almacenen armas químicas o desechos nucleares, considerando la cantidad de demandas presentadas por ex trabajadores del área que se han enfermado. Teniendo en cuenta que el enorme presupuesto se financia con los impuestos de los casinos de Las Vegas, también se generó cierta inquietud política que en 1998 derivó en audiencias públicas y hasta una masiva caravana de autos, reclamando seguridad y transparencia. El persistente ocultamiento no hace más que alentar la cincuentenaria leyenda según la cual la base sería un centro de contacto con extraterrestres, establecido secretamente por el gobierno yanqui. Un secreto que habría logrado el milagro de mantenerse durante medio siglo, caso único en estos tiempos.

Todo empezo en Roswell
Como es sabido, la leyenda nació en Roswell (Nuevo México) a comienzos de julio de 1947, apenas una semana después de que el piloto solitario Kenneth Arnold avistara los primeros ovnis cerca del monte Rainer.
En Roswell existía una base de la Fuerza Aérea donde había trabajado nada menos que Goddard, el pionero de la cohetería, y la gente estaba acostumbrada a ver curiosos objetos voladores.
En esos días, el ganadero Mac Brazel encontró algunos restos extraños en sus campos. Le dio parte al mayor Jesse Marcel quien, impresionado por las noticias recientes, insinuó que bien podían ser restos de un ovni estrellado. Eran trozos de plástico quemado y de aluminio; algunos con extraños “dibujos florales” que podían ser jeroglíficos. El primer informe de prensa lo dio un teniente, pero al día siguiente lo desmintieron, explicando que los restos pertenecían a un globo sonda meteorológico.
Por entonces, Raymond F. Palmer, el editor sensacionalista que luego fundaría la primera revista dedicada a los ovnis, ya había echado a correr un rumor: la Fuerza Aérea había recuperado varios cadáveres de extraterrestres amarillos, macrocéfalos y de grandes ojos, extrañamente parecidos a esos “marcianos” que pululaban en las revistas de ciencia ficción desde los tiempos de Wells.
Con los años y una mayor distensión política, todo pudo explicarse, pero ya era tarde para detener el mito. Los restos hallados en Roswell eran globos, pero no meteorológicos: formaban parte del proyecto militar Mogul, desarrollado por la Universidad de Nueva York.
Por entonces los rusos estaban haciendo sus ensayos nucleares y esas cadenas de globos permitían colocar a gran altura unos micrófonos diseñados para captar el eco de las explosiones. Todo tenía explicación, hasta los dibujos florales que traía impresos la tela plástica que se había usado para recubrir algunas piezas. Por supuesto, el gobierno no podía reconocer el proyecto, de modo que lanzó la versión del globo sonda,pero al mismo tiempo alentó la leyenda del ovni. De esta forma, manejaba a la vez dos niveles de desinformación, apuntando tanto a los rusos como al frente interno.
El encubrimiento surtió efecto, porque los rusos se convencieron de que todo era histeria colectiva y Kruschov llegó a decir que los avistamientos de ovnis se debían al consumo de whisky. Sin embargo, luego de la caída de la URSS, se vio que el vodka causaba los mismos efectos.
Pero la historia estaba creciendo por sí sola y terminó por convencer a aquellos mismos que la habían echado a rodar. Cuando llegó la hora de desclasificar los documentos secretos de entonces, se descubrió que los servicios de inteligencia y la propia Rand Corp. se inclinaban a considerar a los ovnis como experimentos rusos. El sistema se realimentaba por sí mismo, y se volvía contra sus propios emisores.
La leyenda continuó, posiblemente alentada por los servicios. Se dijo que el de Roswell era apenas uno de los tantos casos de catástrofes ovni ocurridos en esos días, y que todos los desechos habían sido enviados a Ohio, para guardarlos en el secretísimo Hangar 18 de la Base WrightPatterson. Pero ahora la chatarra era tanta que habían hecho falta seis aviones de carga C124. De ahí habrían sido llevados a la Base Edwards y por último concentrados en el Area 51.
Muchos años más tarde, en los ‘90, un mediocre escritor de ciencia ficción llamado Robert Spencer Carr fraguó una película donde se mostraba la autopsia de un muñeco de goma supuestamente filmada en 1947. Pero aunque su autor llegó a confesar en un programa de televisión que él era el responsable, nadie se inmutó.

El misterio de Nevada
Si la famosa Area 51 fue el centro de ensayo de cuanto avión o misil se desarrolló en las últimas décadas, era inevitable que el avistamiento de objetos voladores extraños se hiciera habitual. Con esto se alimentaban varias leyendas a la vez: el contacto secreto con los extraterrestres, la paranoia conspirativa y la visión maniquea de una guerra cósmica entre el Bien y el Mal. Pero en esta versión los terráqueos venimos perdiendo, precisamente porque nuestros líderes nos han vendido, preparan un holocausto y simulan explorar el espacio cuando hace décadas que tienen bases en la Luna y Marte.
Hay quien cree haber encontrado un Area 51 gemela en Marte y exhibe fotos de la NASA donde se parecen verse hangares tapados por la arena y hasta “los restos de un avión”. Puede que sea un chiste, pero me temo que no.
Pero a esta altura ya ni siquiera una visita guiada por Condoleezza Rice podría desinflar el mito, tras medio siglo de desinformación y paranoia. Los ufólogos más fervientes dicen que “el Area 51 no es un pedazo de desierto, sino un estado mental”.
Los delirios más audaces se desataron en la segunda mitad de los años ‘80 y sirvieron para que algunos sujetos ganaran notoriedad y dinero con libros y conferencias o que otros hicieran exitosas películas. Sus guiones eran tan grotescos que cualquier revista de ciencia ficción los hubiera rechazado, con el argumento de que ya los había publicado cincuenta años antes.
Algo de eso ya había en un film clase B, This Island Earth (1955), basado en un libro escrito por Raymond F. Jones en 1949, donde un científico era secuestrado por un plato volador y junto a otros terrestres participaba de una guerra galáctica. Pero más detalles aún se podían encontrar en un programa televisivo de 1977 (Alternativa 3) que fue pensado como una inocentada, y también dio lugar a un libro.

Los arrepentidos
Dos de los personajes que más han hecho para alimentar el mito son Milton W. Cooper, que dice haber trabajado cinco años para los servicios navales, y John Lear (hijo de William P. Lear, el creador de LearJet), quien asegura haber estado en la CIA. Cooper escribió el best seller Behold a Pale Horse (1991) y dirigió la milicia de Arizona, antes de morir en un tiroteo con la policía.
Tanto Cooper como Lear sostienen que tuvieron acceso a documentos ultrasecretos, pero al parecer la libertad de prensa es tan sagrada en Estados Unidos que nadie les impide divulgarlos. A nadie se le ocurrió atentar contra su vida o hacerlos desaparecer, aunque estén denunciando la más espantosa de las tiranías.
Según la Vera Historia de Cooper, los ET siguieron siendo chambones y en 1953 hubo diez choques (Lear habla de “decenas”) cuyos restos fueron llevados al Area 51. En 1954 se produjo el primer contacto con los extraterrestres y Eisenhower firmó en la base Edwards un tratado con los “narigones” de Betelgeuse, desoyendo los consejos que le daba otra especie humanoide.
El acuerdo era casi argentino: los narigones podían secuestrar a todos los humanos que quisieran para extraerles hormonas que eran vitales para ellos. También tenían derecho a destripar ganado con los mismos fines y a construir sus propias bases subterráneas en Nevada. En cambio, dieciséis yanquis serían llevados todos los años a Betelgeuse para capacitarse, y volverían como en un film de Spielberg.
Los narigones resultaron bastante poco confiables: así como nos chupaban los fluidos vitales, también conspiraban con los rusos para dominar el mundo mediante el ocultismo. En cambio, transfirieron tecnología militar al gobierno de Estados Unidos. Cooper llegó a fantasear un operativo comando en el Vaticano para apoderarse del tercer secreto de Fátima, que los ET no querían revelar. Según la profecía, una falsa religión iba a surgir en 1992 (¿el pensamiento único?), el anticristo sería aclamado (y reelecto) en 1995, pero antes del 2000 se acabaría el mundo. Aquí falló el efecto Y2K.
Por supuesto, en la historia no faltan las ciudades subterráneas para la élite que sobrevivirá a las guerras nucleares, el sida como arma diseñada para diezmar a la población y hasta las acusaciones contra George Bush, que también aquí tiene sus enemigos. Otros añaden detalles morbosos sobre los experimentos sexuales que se realizan con la gente secuestrada, y las clonaciones, gracias a las cuales los ET ya manejarían a un 10 por ciento de la población mundial.
Pero hay una esperanza. Según otra versión, el 25 de abril de 1964 en la base de Holloman se produjo un encuentro decisivo con los “grises”, los simpáticos enanitos cabezones que vienen de Orión y Zeta Reticuli para prevenirnos contra los planes de los malvados “reptiloides” de las Pléyades y Sirio.
Ya lo habíamos advertido, cuando se trata de atraer inversiones a toda costa siempre se corre el peligro de que la Tierra se vea envuelta en la interna galáctica. Y estos extraterrestres parecen comportarse como los peores imperialistas.
Mientras tanto, el subsuelo de Estados Unidos está casi enteramente privatizado. Aparte del Area 51, Cooper denuncia la existencia de otra base subterránea en Dulce (Nuevo México). Los grises operarían con su base K2, en el parque nacional Plumas (California). Según Lear hay otras bases en Arizona, Colorado y hasta en Sudamérica, donde por cierto abundan las pistas sospechosas.
Todo lo que ha salido del Area 51 es pues tecnología ET; desde los ovnis averiados que la Fuerza Aérea reparó, hasta el desarrollo de la “propulsión gravitacional”, el láser de partículas y el “control mental”. Según Lear, nada es lo que parece: la NASA es una pantalla, el SETI erauna red de comunicación y Star Wars era un proyecto compartido con los rusos para hacer frente a los reptiloides.
Todas estas supercherías circulan, se enquistan en los guiones de muchos conspirativos paranoides y Hollywood las multiplica. Es sabido que la mejor manera de ocultar un elefante es soltar una manada de paquidermos. Aunque queda por verse qué hacer para arreglar el estropicio que suelen provocar.

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