LAS IMáGENES ASTRONóMICAS DE 2005
Hoy más que nunca, la astronomía es una ciencia intensamente visual. Y para muestra, alcanza un botón. O mejor, en este caso, diez: a tono con estos tiempos de balances y recuerdos, Futuro echa una mirada a algunas de las postales astronómicas más impactantes y significativas de 2005. Una selecta colección de imágenes que sacuden por su belleza y potencia. Pero también, porque han marcado hitos en nuestra comprensión y reconocimiento del universo. Adelante, pasen y vean: las puertas de la gran galería cósmica están abiertas.
› Por Mariano Ribas
La exploración marciana está en su época de oro. Nunca antes hubo tantas máquinas humanas explorando el planeta rojo al mismo tiempo: tres en órbita (Mars Global Surveyor y Mars Oddyssey, de la NASA, y Mars Express, de la Agencia Espacial Europea), y dos en la superficie (los exploradores robot Spirit y Opportunity, también de la NASA). Y por si fuera poco, hay otra en camino (Mars Reconnaissance Orbiter). Uno de los objetivos principales de la flota es recolectar evidencias contundentes que delaten la presencia de agua líquida en el pasado remoto de Marte, para comprender mejor la historia y el presente del planeta hermano de la Tierra. Y las están consiguiendo. Esta imagen fue tomada, justamente, por una de esas prodigiosas máquinas. Y nos muestra una perspectiva absolutamente inédita: el paisaje de Marte desde una colina. El 23 de agosto, y luego de recorrer casi 5 kilómetros en suelo marciano, Spirit tomó esta vista panorámica desde la cima de la Husband Hill, una colina de casi cien metros de alto, que lleva el nombre del comandante del último vuelo del transbordador Columbia. Rocas, polvo color ladrillo, el “Valle Tennessee” a lo lejos, y abajo, asomando, parte del veterano robot de seis ruedas, que está a punto de cumplir dos increíbles años de continua exploración.
Mientras Spirit y Opportunity –separados por casi 10.000 kilómetros– siguen vivitos y coleando paseándose por la superficie de Marte, la “maravilla europea”, la Mars Express, examina el planeta desde lo alto, equipada con un sistema de radar para buscar hielo en el subsuelo marciano, y una cámara de altísima resolución. El pasado 2 de febrero, esa cámara obtuvo esta impresionante foto que apareció en todos los diarios de la Tierra: es un cráter de 35 kilómetros –más grande que toda la ciudad de Buenos Aires– situado a 70 de latitud Norte del planeta. Y claro, lo más interesante: en su interior, al resguardo de la luz solar directa, un inmenso parche de agua congelada, de 10 kilómetros de largo y 200 metros de espesor. En un futuro no tan lejano tal vez, estos grandes reservorios de agua serán aprovechados por los astronautas que caminen en Marte.
El 14 de febrero Titán finalmente dejó caer su pesado velo anaranjado. Después de haber viajado acoplada a la “nave madre” Cassini (NASA) durante siete años, y luego de un descenso de 2 horas y media a través de esa espesa atmósfera de nitrógeno y metano, la pequeña sonda europea Huygens finalmente se posó en la suave y helada (-180° C) superficie de la superluna de Saturno. Fue un hito descomunal en la historia de la exploración del Sistema Solar. Y ésta es la más famosa imagen de lahazaña: Titán in situ. En medio de una bruma orgánica, la cámara de la nave tomó esta foto, casi al ras del suelo. Allí aparecen desparramadas pequeñas rocas redondeadas, probablemente hechas de agua congelada. Y a lo lejos, el horizonte real de un mundo real situado 3000 veces más lejos que la Luna. Después de funcionar durante unos 90 minutos, Huygens se apagó para siempre. Y allí quedó.
Después de despachar a la Huygens, en la Navidad de 2004, Cassini continuó con su exploración del alucinante sistema de Saturno. Y seguirá haciéndolo durante, al menos, tres años más. La nave de la NASA ya ha transmitido a la Tierra una asombrosa catarata de imágenes de Saturno, sus emblemáticos anillos, y su ejército de lunas. Esta foto, algo procesada, fue tomada el 26 de septiembre. Y nos muestra, como nunca antes, una de esas lunas: Hiperión. El pequeño satélite, de 270 kilómetros de diámetro, es una de las máximas rarezas del Sistema Solar. Su caótica superficie, sembrada de cráteres y barrancos, le da todo el aspecto de una “esponja” espacial. Al parecer, Hiperión no es más que un mazacote de hielo y roca de tan baja densidad (0,6 gramo/cm3), que los científicos sospechan que está lleno de huecos internos.
Los cometas son uno de los mayores espectáculos de la astronomía a simple vista. Y a la hora de los balances, no quedan dudas: el C/2004 Q2 (Machholz) fue, por lejos, el mejor cometa de 2005. Fue el décimo “trofeo” de Donald Machholz, un veterano astrónomo amateur estadounidense. Y el 7 de enero, se paseó por el cielo junto a las “Pléyades”, el cúmulo estelar más famoso y brillante. La escena, de singular belleza, pudo ser contemplada a ojo desnudo –y mucho mejor, aun, con binoculares– desde casi todo el mundo. Incluso desde la Argentina. Aquí está el recuerdo de aquella maravillosa noche de verano, cuando el “cometa verde” visitó a los “siete cabritos”.
A pura fuerza de espectacularidad, la misión Deep Impact (“Impacto profundo”) de la NASA, fue uno de los éxitos científicos de mayor repercusión mediática de los últimos años. Y se entiende: a las 2.52 (hora argentina) del 4 de julio, una sonda kamikaze, del tamaño de un lavarropas, se estrelló a casi 40 mil km/hora en la superficie del cometa 9/P Tempel 1. El estallido generó un cráter de unos 100 metros de diámetro y levantó una inmensa nube de gases, rocas y polvo. Mientras, a una distancia prudente, la nave madre –al igual que varios telescopios terrestres– contemplaba atentamente la escena. Una curiosidad: fue la primera vez que la humanidad provocó un cambio drástico en un integrante del Sistema Solar, un cambio que hasta pudo observarse con telescopios. Esta es la foto de ese momento, pero tomada en primera fila por la cámara de Deep Impact.
Lógicamente, semejante maniobra tenía una finalidad científica: la nube de escombros y el cráter resultantes del impacto dejarían expuestos los materiales que forman estas “bolas de nieve sucias”, verdaderas reliquias del origen de nuestro sistema planetario. Los primeros datos confirmaron la presencia de agua congelada, hidrocarburos (como el metano), granos de silicatos y compuestos de hierro. Y también, que la estructura del Tempel 1 es porosa y muy frágil.
Evidentemente, esta foto no tiene ni por asomo la belleza, la espectacularidad o la elegancia de todas las demás. Y sin embargo, tambiénse ha ganado su lugar en esta colección de lujo: ese puntito es 2003 UB 313, un objeto que muy pronto podría ser oficialmente reconocido como el “décimo planeta” del Sistema Solar. Es un mundo helado de 2800 kilómetros de diámetro, o sea, considerablemente más grande que Plutón (2300 km). Está a 14.500 millones de kilómetros del Sol –casi 100 veces más lejos que la Tierra– y tarda 560 años en dar una vuelta alrededor de nuestra estrella. El nuevo miembro de la corte solar fue descubierto en 2003 por un equipo de astrónomos encabezados por Michael E. Brown (Instituto de Tecnología de California). Pero recién a mediados de este año, y luego de un largo monitoreo, Brown y su equipo anunciaron la buena nueva al mundo. El caso ha vuelto a encender la polémica sobre qué es y qué no es un planeta, especialmente a la luz de los numerosos hallazgos de cosas bastante similares a Plutón en el “Cinturón de Kuiper”. Lo concreto, hasta ahora, es que este objeto es más grande que Plutón. Y que si, por las razones que fueran, Plutón merece llamarse planeta, 2003 UB 313, también. La Unión Astronómica Internacional tendrá, pronto, la última palabra.
Tres telescopios pueden más que uno. La prueba está en esta impactante imagen, en color falso, que muestra, como jamás se la haya visto, a Casiopea A, una inmensa masa de gases y polvo en expansión. Semejante amasijo cósmico no es otra cosa que el resultado catastrófico de una supernova, la explosión de una estrella muy masiva. La “foto” de la caótica nebulosa –situada a 10 mil años luz del Sistema Solar– fue publicada en junio y es el resultado de la “suma” de diferentes imágenes tomadas por los telescopios espaciales Hubble, Spitzer y Chandra, que observan el universo en luz visible, infrarroja y rayos X, respectivamente. Lo que se ve en color rojo fue tomado por el Spitzer y corresponde a masas de polvo apenas caliente. En amarillo, la visión de Hubble, que da cuenta de filamentos de gas a temperaturas de unos 10 mil grados. Por último, en verde y azul, el aporte del Chandra: gases muchísimo más calientes (millones de grados), resultado del choque de los materiales en expansión contra el medio ambiente interestelar.
Obviamente, las galaxias no podían estar ausentes en esta selecta colección astronómica de fin de año. Pero en este caso, no se trata de una, sino cuatro: NGC 87, 88, 89 y 92. Y forman el no muy famoso “Cuarteto de Robert”, en honor a Robert Freeman, un astrónomo que refinó sus coordenadas celestes. El espectacular cuarteto galáctico está a 160 millones de años luz de la Vía Láctea. Y esta exquisita fotografía lo muestra por primera vez en toda su gloria. La imagen fue tomada por uno de los cuatro supertelescopios europeos que forman el Very Large Telescope, en el Norte de Chile. Y fue publicada en noviembre. Arriba a la derecha aparece NGC 87, una típica galaxia irregular. Al centro, NGC 88, una modesta espiral. Por debajo de ella, NGC 89, otra galaxia espiral más elegante y vistosa, con dos brazos bien desplegados. Pero, sin dudas, la que se roba todas las miradas es NGC 92 (arriba a la izquierda), que también es espiral, pero está terriblemente deformada: al parecer, uno de sus brazos ha sido desgarrado luego de una fortísima “pulseada” gravitatoria con alguna otra isla de estrellas.
Y como broche de oro, una vista de la monumental galaxia NGC 1300, una bellísima y sofisticada espiral “barrada”, situada a 70 millones de años luz. La extraordinaria imagen es el resultado de un meticuloso trabajo de composición, basado en tomas parciales del infatigable Telescopio Espacial Hubble. Y fue presentada, con bombos y platillos, durante un encuentro dela Sociedad Astronómica Americana, celebrado a principios de año. La NGC 1300 tiene un tamaño similar al de la Vía Láctea, unos 100 mil años luz de diámetro. Y su sello característico es su impresionante “barra” central, formada por miles de millones de soles e inmensas nubes de gas y polvo. En definitiva: una joya de la mejor arquitectura macroastronómica.
Es el final. Al igual que este año, nuestra selecta galería astronómica ya está cerrando sus puertas. Pero a no dudarlo: nuevas maravillas nos esperan a la vuelta de la esquina. El universo no revela todos sus secretos de una vez.
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