LA NUEVA CAMPAÑA DEL LELOIR
› Por Federico Kukso
Cualquiera diría que la analogía es un poco exagerada, que confundir a los científicos con “héroes verdaderos” –como se hace en la campaña publicitaria del Instituto Fundación Leloir que desembarcó recientemente en las calles– tenderá a una inextricable confusión de la opinión pública. Más o menos de ese tipo serían los argumentos retrógrados de ciertos dinosaurios que –lamentablemente– aún rondan la comunidad científica y que siempre, pero siempre, se alarman cuando un periodista o cualquier persona que intenta admirablemente sacar a la ciencia de los laboratorios y trasladarla a la calle (como debe ser pues la ciencia es un bien común y democrático) redondea una cifra o se vale de una metáfora de la vida cotidiana para hacer entendible (y digerible) un tema.
Sin embargo, si se la mira con los ojos de alguien aún no contaminado por tales tintes ideológicos, la curiosidad y originalidad de esta campaña –tendiente a recaudar fondos y colaborar para que “la ciencia argentina siga adelante”– salta inmediatamente a la vista. Se podría hasta decir que es audaz: pedir ayuda (a cualquier nivel) siempre es una muestra de entereza moral y de humildad, de no temer a mostrarse vulnerable y necesitado de una mano para realizar una tarea. Y también expone algo por todos sabido como es el lugar “rinconario” que el Estado le asigna a la ciencia (si bien el presupuesto dirigido a la ciencia y técnica por este gobierno es notablemente más elevado que durante el menemato) que con los precios internacionales y la devaluación frenan como corsets del crecimiento cualquier proyecto ambicioso que pretenda llegar al mismo nivel alcanzado por los laboratorios de punta del mundo.
Además de todo esto, la comparación científicos-(súper)héroes es más que interesante. Al fin y al cabo cada época reclama sus héroes, personajes que ante los ojos del común de los mortales descollen por su excentricidad, por sus capacidades extrahumanas a aplaudir (y temer). Hay algunos superhéroes que tienen un origen no humano o nacimiento producto de un accidente tecnológico. Y todos, más allá de su superfuerza y arsenal de poderes, suelen destacar por el ingenio o la astucia a la hora de defender al inocente y frente a situaciones incómodas dispuestas por sus enemigos.
Los científicos argentinos no tendrán visión de rayos X, pero se adentran en ámbitos oscuros como el genoma humano o en la privacidad de las moléculas. No se vanaglorian de su superfuerza, pero su paciencia (y creatividad) ante la escasez de financiamiento supera a veces los límites humanos. Y tampoco viven una doble vida (una doble personalidad) ni son atemporales como el Hombre Araña o la Mujer Maravilla, y a diferencia de los superhéroes standard los científicos tienen padres, hermanos e hijos. Tal vez su mayor mérito sea ser seres humanos, comunes y corrientes como el resto, que no se conforman ante las respuestas cotidianas que ofrece el sentido común y siempre corren el límite haciéndose más y más preguntas.
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