HISTORIA DE LA ASTRONOMIA
› Por Mariano Ribas
Hacia mediados del siglo XIX, una canción unió al cielo con la Tierra. Y gracias a ella, decenas de miles de esclavos estadounidenses encontraron su camino hacia la libertad. Aquí va la historia.
En 1912, y mientras caminaba por Carolina del Norte, un tal H. B. Parks, folklorista amateur, escuchó por casualidad a un joven afroamericano cantando unas curiosas estrofas. Entre otras cosas, la letra mencionaba una y otra vez dos palabras: calabaza y libertad. Un año más tarde, Parks volvió a escuchar la misma canción, pero esta vez en Louisville, Kentucky. Durante mucho tiempo nadie pudo explicar su origen, hasta que, finalmente, en 1918, resolvió el misterio: la pieza tenía casi un siglo y mencionaba, en forma disimulada, a un grupo de siete estrellas y varias pistas que orientaron a muchos esclavos de las plantaciones del Sur de Estados Unidos hacia el Norte, donde la esclavitud no existía.
Los esclavos norteamericanos convivían con el cielo. Era su techo natural, de día y de noche. No es raro, entonces, que conocieran muy bien las constelaciones del Hemisferio Norte y, muy especialmente, la Osa Mayor. Y eso tiene mucho que ver con esta historia. Durante las décadas previas a la Guerra Civil de 1861-65 (que puso fin a la esclavitud), existía una organización antiesclavista conocida como Underground Railroad (“Ferrocarril Subterráneo”). Era un admirable grupo de blancos que trabajaba muy activamente para ayudar a escapar a los esclavos. Y justamente, ellos sabían de esa cultura astronómica y la aprovecharon para ayudarlos a huir mediante una bonita canción que, entre otros, ayudó a difundir un tal Peg Leg Joe, un ex marinero convertido en carpintero itinerante (y que había perdido parte de una pierna durante un accidente en alta mar). Joe recorría pacientemente las plantaciones sureñas, mezclándose con todos los esclavos con los que se cruzaba. Y les enseñaba la canción que, mediante guiños y claves que sus amos no comprendían, escondía el camino hacia la libertad. Se llamaba “Follow the Drinking Gourd” (“Sigue la calabaza para beber”).
Eran cuatro estrofas. Sencillas, pero increíblemente valiosas: usando un lenguaje enmascarado, describían la ruta hacia el Norte. Y comenzaba así: “Cuando el Sol regresa / y la primera codorniz cante / sigue la calabaza para beber / porque el viejo te está esperando / para llevarte a la libertad / Si sigues la calabaza para beber”.
Claro, sonaba incoherente a los oídos de sus amos. Pero había mucho debajo de ese disfraz. Los versos indicaban a los esclavos comenzar la fuga en invierno: cuando el Sol “regresa”, es decir, luego del solsticio de diciembre (cuando nuestra estrella comienza a “subir” en el cielo del Hemisferio Norte). Los cantos de las codornices son típicos de la época. Y por supuesto, estaba la famosa “calabaza para beber”, el nudo de la canción. Simple: ése era el nombre que los negros le daban al “Gran Cucharón”, un grupito de siete estrellas –fácilmente reconocible a simple vista– perteneciente a la constelación de la Osa Mayor. Las siete estrellas son visibles durante toda la noche y se ubican en dirección Norte. Por eso, seguir la “calabaza para beber” es marchar hacia el Norte. Siempre. Y sin lugar a dudas.
Las siguientes estrofas describen la ruta: un par de ríos (el Tombigbee y luego el Tennesse), árboles muertos y de noche siempre “seguir la calabaza”: “La orilla del río es un muy buen camino/ los árboles muertos te mostraran el camino/ pie izquierdo, pie de palo, viajando/ sigue la calabaza para beber. El río termina entre dos colinas / sigue la calabaza para beber, hay otro río al otro lado / sigue la calabaza para beber”.
Siguiendo el río Tombigbee (que corre de Norte a Sur a lo largo del límite entre los estados de Mississippi y Alabama), los fugitivos caminarían inevitablemente hacia el Norte. Además, los árboles muertos de la orilla tenían dibujos de huellas de pies izquierdos y patas de palo (intencionalmente trazados por integrantes del Underground Railroad) para no confundir al río Tombigbee con algún otro. Luego, aparecían las colinas y, al otro lado, el río Tennesse. Y siempre la mención a la calabaza, las siete estrellas guías para orientarse en la noche. Así, los esclavos recorrerían el tramo del Tennesse que va hacia el Norte, atravesando los estados de Tennesse y Kentucky, antes de desembocar en el río Ohio.
“Cuando el gran río encuentra al pequeño río / sigue la calabaza para beber / el viejo hombre está esperando /para llevarte hacia la libertad / si sigues la calabaza para beber”.
El gran río es el Ohio y el pequeño es el Tennesse. Y en la orilla norte del Ohio estaba la ansiada libertad: los miembros de Underground Railroad, que los esperaban para llevarlos hasta los ferrocarriles cercanos.
Peg Leg Joe y sus compañeros habían calculado que para recorrer los difíciles 1300 kilómetros que había desde Mobile (la ciudad ubicada cerca de la desembocadura del Tombigbee, en el Golfo de México) hasta la confluencia de los ríos Ohio y Tennesse, los esclavos demorarían, más o menos, un año. Teniendo en cuenta eso, la primera estrofa de la canción recomendaba partir en invierno, para llegar también en invierno al final del periplo. ¿Por qué? Simplemente porque en invierno el río Ohio –que es muy ancho y de fuerte correntada– suele congelarse. Y así, los fugitivos podrían cruzarlo tranquilamente caminando.
La canción de la calabaza celeste describía un camino natural que había sido muy cuidadosamente elegido: casi 200 mil esclavos vivían cerca del río Tombigbee. Y probablemente una cuarta parte de ellos se salvaron gracias a estas estrofas, arribando al final del trayecto y a los trenes que los alejarían para siempre de la pesadilla.
Transmitida de padres a hijos durante años y años, la canción ocultaba información preciosa, vital. De día, los ríos, los árboles y las colinas. Y de noche, un grupito de estrellas familiares e infalibles. “Follow the Drinking Gourd” era un genial mapa cantado. Un verdadero hit de la libertad.
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