NOTA DE TAPA
Desde hace 43 años viaja por el Sistema Solar sin despegar los pies de la Tierra. Testigo de los albores mismos de la exploración espacial, visitó la Luna, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, y ahora, después de 30 años, vuelve finalmente a Mercurio. De paso por el país, el cordobés Mario Acuña, ingeniero y doctor en física de la NASA, se sentó con Futuro y repasó, café mediante, las misiones de las últimas tres décadas, cómo fue trabajar en la época de oro de la agencia espacial estadounidense, su declive hacia la burocracia extrema y por qué la aventura espacial ya no es lo que era.
› Por Federico Kukso
Su prontuario científico es vasto e impresionante, como para despertar celos y envidia en cualquier ser humano que levanta la cabeza hacia al cielo y ve allí, en vez de una manta oscura bañada de puntitos blancos, una provocativa historia en movimiento, el flujo continuo del tiempo enganchado al espacio. El cordobés Mario Acuña, doctor en física e ingeniero del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA, trabaja desde hace más de 40 años en la agencia espacial norteamericana, tiempo durante el cual participó en las misiones Voyagers 1 y 2, Explorers 47 y 50, ISEE3, Mariner 10, Pioneer 11, MAGSAT, el Proyecto Firewheel, Viking, AMPTE, Lunar Prospector, la misión GIOTTO al cometa Halley, y la Mars Global Surveyor, entre otras. Figura clave en el desarrollo de instrumentos para medir campos magnéticos geofísicos, plasma, ondas electromagnéticas, rayos gamma y rayos X, actualmente forma parte de la misión Messenger que arribará a Mercurio en 2011 y buscará sacar de las sombras al primer planeta del Sistema Solar.
–A la exploración espacial, en particular en lo que tiene que ver con los planetas. Dentro de esa especialidad, la exploración de campos magnéticos en el Sistema Solar. Eso involucra la parte experimental, o sea, construir instrumentos para realizar mediciones, como el magnetómetro. Y formamos grandes equipos de investigación para interpretar las mediciones.
–Me interesa saber cómo se formó el Sistema Solar, cómo ha evolucionado y cómo va a evolucionar. Y para eso utilizamos lo que se denomina “planetología comparativa”, o sea, vemos qué ha pasado en distintos planetas y tratamos de interpretarlo para ver qué ocurrió y qué ocurrirá en la Tierra.
–Ocurre que es la única medición que nos dice si el núcleo de un planeta está activo, si tenemos flujo de calor, si hay un dínamo o si es como la Luna que tiene un núcleo pero que está muerto.
Es una información fundamental para poder deducir la historia térmica de un planeta. Todos los planetas se formaron calientes, se han enfriado y se siguen enfriando hasta llegar al estado actual. Algunos se enfriaron más rápido que otros. Unos formaron corteza y otros no. Vamos, como detectives, reconstruyendo con todas estas pistas la historia del Sistema Solar.
–Así es. En el caso de Marte nos interesa saber, por ejemplo, qué pasó con el agua. Marte es un planeta muy parecido a la Tierra, tiene el mismo período de rotación, tiene estaciones, etcétera. Lo vemos hoy y es un desierto. Pero en épocas antiguas tuvo agua. ¿Qué pasó con el agua? ¿Por qué no vemos agua hoy? ¿Podría pasar eso en la Tierra? De ahí salen una serie de conjeturas y preguntas que uno quiere contestar y ver cómo funciona todo esto.
–Es cierto. La sonda Messenger va a llegar a Mercurio en 2011. Fue lanzada en 2004 y la razón por la que demora tanto es que debemos frenar la nave. Está cayendo hacia el Sol, que la atrae. Lo que queremos hacer es frenarla para llegar a Mercurio y no pasarnos. Si la hubiésemos largado en una trayectoria directa necesitaríamos tanto combustible para frenarla que no sería práctico. Entonces lo que hacemos es aprovechar los otros planetas y su gravedad para ir frenando la nave.
–La primera misión, que fue la Mariner X –en la que también participé– hizo una serie de observaciones que además de respuestas generó nuevas preguntas. Por ejemplo, detectó la existencia de un campo magnético, no previsto, pues no se creía que el primer planeta del Sistema Solar tuviera un dínamo activo. Es un planeta muy chico, y se enfrió rápido –relativamente, porque hoy está caliente–. Eso es un misterio. Además, Mercurio tiene una gran densidad, casi como la del hierro. Entonces nos preguntamos: ¿qué pasó con su corteza, adónde se fue?
–Ni idea. Cuando se lo ve es como si estuviéramos viendo el núcleo desnudo del planeta que ha sido despedazado. También se especula con la existencia de hielo en el fondo de los cráteres de su polo norte, donde nunca da el Sol. Como no hay imágenes de esa zona, no podemos descifrar si realmente es hielo u otra cosa.
–Por supuesto. ¿Qué pasaría si desapareciese mañana el campo magnético terrestre, o si se alterase? Podríamos saber más de eso estudiando a Mercurio. Se piensa que su campo magnético responde a la existencia de un dínamo fósil, que está muriendo. La cosa es que no puede ser que Mercurio tenga campo magnético y sin embargo lo tiene. Además está el hecho de que sólo se tomaron imágenes de la mitad de Mercurio y tenemos que completar la otra parte.
–He pasado por varios planetas. Mi primera misión planetaria fue Júpiter y Saturno con la sonda Pioneer XI, después trabajé en las misiones Voyager I y II con los que analizamos todos los planetas con la excepción de Plutón. Luego trabajé en la Luna.
–Bueno, es lo mismo. Le decía que trabajé estudiando los campos magnéticos y cosas como plasma y partículas cargadas. Los campos magnéticos son importantes también porque son como las rutas por la cual viajan las partículas cargadas eléctricamente. Y mirando el mapa (el campo magnético) podemos deducir qué pasa con ellas.
–Sí, trabajé en asteroides, cometas como el Halley, en Mercurio con el Mariner X y ahora en Mercurio de nuevo.
–Una cuestión fundamental es el presupuesto. Han cambiado las prioridades políticas. Y quiérase o no, la política es la que determina el presupuesto. Misiones del costo de las Voyager ahora no son factibles desde el punto de vista económico. Además la naturaleza de las misiones mismas cambiaron. La estrategia inicial fue hacer un barrido general por todos los planetas sin especializarse en ninguno y luego volver a cada uno con misiones más particulares para estudiar cosas puntuales. Hubo una especie de evolución. Y como sabemos más o menos qué esperar, los instrumentos a bordo de las naves se hacen más especializados.
–Ningún científico en general que hace física espacial le va a decir que hay un componente científico importante en las misiones tripuladas.
–En las misiones tripuladas pesa mucho el componente político y la decisión de la industria. La ciencia es más simple en ese sentido. Normalmente existe una polémica entre el sector científico e industrial que nos cuestiona por qué tiramos tal cosa en tal lugar que no da ningún resultado científico. Pero ése es un juicio nuestro.
–En ese caso hay que definir qué se entiende por éxito. Aún dentro de la comunidad científica hay polémicas respecto de estos robotitos porque costaron 820 millones de dólares –lo cual es mucha plata–, son muy costosas de operar –en un momento costaba un millón de dólares por día moverlas– y eso sacrifica otros programas. Y hay que ver los resultados científicos de esos dos carritos espectaculares desde el punto de vista ingenieril. ¿Valieron la pena los 820 millones? No se tiene una respuesta muy clara en ese asunto.
–Sí, mucho. Hay misiones que se abortan, se acortan, se suspenden. El transbordador espacial se abandonará en 2010, la estación espacial en 2020 porque cuesta mucho dinero operarla. Así se empiezan a sacrificar cosas para cambiar los objetivos de la exploración del espacio. La NASA en un momento estuvo indecisa y muchos científicos se preguntaban “¿qué hacemos ahora que ya llegamos a la Luna?”
–Bush la anunció en 2004 después de las elecciones. Estableció que el objetivo de la exploración espacial era fundamentalmente exploración tripulada empezando por la Luna y continuando con Marte.
–Buscamos en el presupuesto y no había plata para semejante cosa... Es cierto: se recorta de acá y de allá, pero es difícil dar con un equilibrio. Hay gente que dice que lo vamos a hacer pero otros, más viejos, somos escépticos. Hay muchos programas importantes que se han postergado porque el presupuesto ya no daba. El equilibrio que teníamos antes entre los vuelos tripulados y los no tripulados ahora está un poco distorsionado. El énfasis está puesto en misiones tripuladas. Esto estuvo influido por el accidente del transbordador Columbia.
–Se estableció como prioridad número 1 retornar el transbordador espacial a operaciones y como prioridad número 2 completar la estación espacial internacional. Pero hay otras prioridades que se han alterado: la exploración de Marte hoy no tiene el apoyo que tenía hace tres años.
–Sí, pero su presupuesto es el 10% del de la NASA. Lo que se ha dificultado un poco es la colaboración internacional. Hay muchas discusiones y no se ven muchos programas conjuntos ahora entre Europa y Estados Unidos como había antes.
–Estados Unidos es un socio difícil. El proceso de interacción en lo que respecta a tecnología avanzada es muy complejo.
–Es indudable que Estados Unidos ha cambiado. Ahora ejerce un control sobre la interacción con otra gente y otros países que antes no existía.
–Yo tuve la suerte de participar en los años de oro de la NASA, la época de la “gran fiesta”, cuando se hacían cosas espectaculares, descubrimientos por hora. Las misiones se organizaban en una reunión de café entre varios amigos. En los años sesenta nosotros lanzábamos tres o cuatro misiones por año. Hoy una misión tiene entre siete y doce años de gestación. Lo que pasa es que la oportunidad que tuvimos nosotros de formar experiencia y gente en un período muy corto, ahora no existe. El gran problema es ¿cómo le damos oportunidad a la gente joven para que se desarrolle y forme con la misma experiencia que nosotros tuvimos para hacer eso?
–Exacto. Cuando recién llegué a la NASA uno iba a la medianoche y los edificios estaban todos iluminados y la playa de estacionamiento, llena. Hoy vamos a NASA, los edificios están a oscuras y la playa de estacionamiento vacía. Eso da que pensar.
–Somos producto de una ecuación muy compleja. Y la política juega mucho en eso. No hay duda de que la carrera espacial con la Unión Soviética fue una fuerza motora impresionante. La NASA tuvo ese drama: “¿qué hacemos después de que les ganamos a los rusos?”. Además, yo creo que la imagen que el resto del mundo tiene de la NASA no la tiene el ciudadano norteamericano promedio.
–La de una agencia que existió, que fue importante pero ahora está ahí, como una burocracia más.
–¿Usted quiere que me echen?
–Le cuento lo que ocurrió con un colega que se jubiló. Escribió una nota a sus amigos donde les dijo: “A mí me interesan los resultados, no el proceso. Hoy la NASA es sólo proceso”. Y eso define mucho los problemas que tenemos. Hoy hacer una cosa simple es sumamente complicado. ¿Por qué? Porque hay una serie de procesos que se han establecido, barreras burocráticas. Antes no teníamos que llenar 25 formularios para hacer una cosa simple.
–Muéstreme una agencia de cualquier país que no haga lo mismo.
–No, no está adoptado como política oficial. Además, si uno tiene algo importante en su casa lo muestra a los vecinos, a todos. Sobre todo si los vecinos le traen plata.
–Es cierto.
–Hubo una misión que se llamó “Cluster”, cuatro satélites que debían volar en formación. En 199..., ya me olvidé cuándo. Esa misión partió a bordo del cohete Arianne V que salió de la Guayana Francesa. Nosotros habíamos contribuido con ocho instrumentos. Esa misión duró tan sólo 11 segundos. Explotó y terminó en el barro de la Guayana Francesa. No fue la primera vez. Tengo en mi historial otra misión, en 1980, con el Arianne I. Era un proyecto internacional con Alemania e Inglaterra para estudiar formaciones de campo magnético por medio de nubes de bario y litio. Esa duró 23 segundos.
–Sí, tendré más o menos 14 instrumentos enterrados en el barro de la Guayana Francesa. No son fracasos, es mala suerte. Cuando fuimos a escuchar el lanzamiento un técnico de mi equipo me dijo: “Tengo un mal presentimiento”. Y ahí le respondí: “Nunca más me digas eso”.
–Son varios. Pero me parecen más importante mi participación en las misiones Voyager I y II, el descubrimiento de los campos corticales-magnéticos de Marte, el descubrimiento de un anillo de Júpiter. Pero no son sólo éxitos míos porque trabajamos en equipo. Y también la misión Messenger que por ahora va muy bien.
–Estaré entretenido hasta que me pongan horizontal.
–Pregúnteme.
–En Tucumán. En 1963, cuando no había satélites, estudié la ionosfera. Me recibí allí de ingeniero electrónico y de doctor en física en Estados Unidos. Para esa época había una gran colaboración entre el Laboratorio Ionosférico de la Universidad Nacional de Tucumán y el Departamento de Ingeniería Eléctrica con NASA. Se formó un equipo de gente joven. Hasta que llegó el año 1966 y la maldita Noche de los Bastones Largos. Se cerró el laboratorio, me ofrecieron trabajo en la NASA y me fui.
–Trabajé mucho con cohetes. Lanzamos más de 150. Y un buen día me cambié a la parte de exploración planetaria. Y después, todo es historia. Cuando uno se entusiasma es difícil parar.
–La rutina de descubrimientos. Y otro detalle: imagínese que menos del 0,0001% de la humanidad ha tenido la oportunidad de poner las impresiones digitales en casi todos los objetos que recorren el Sistema Solar. Bueno, las mías están.
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