Sáb 21.10.2006
futuro

El robot que pudo

EXPLORACION ESPACIAL: A 33 MESES DE SU LLEGADA A MARTE, UN NUEVO HITO DEL ROVER OPPORTUNITY

› Por Mariano Ribas

Ahora mismo, una intrépida maquinita de seis ruedas está asomada al borde de un enorme y profundo cráter en Marte. Y con sus ojos electrónicos, mira desafiante al abismo. El panorama es impresionante: un pozo de 800 metros de diámetro, bordeado por empinados barrancos que dejan al descubierto múltiples capas de rocas, viejas y erosionadas. Y allí abajo, en el fondo, un mar de suaves dunas. Después de treinta y tres meses, y luego de haber recorrido kilómetros y kilómetros de suelos anaranjados, secos y rocosos, el robot Opportunity está ante la oportunidad de su vida. Y no va a dejarla pasar, porque el “Cráter Victoria” es el lugar soñado para buscar pistas de agua primitiva, y también, para descifrar la enigmática historia geológica y climática del planeta hermano de la Tierra. Nada menos.

Afortunadamente, Opportunity tiene un socio que lo mira (y fotografía) “desde arriba”: la Mars Reconnassaince Orbiter, una nave con vista de águila que lo ayudará a elegir la ruta y los blancos de exploración, dentro y fuera de los bordes del cráter. Pero el riesgo es enorme, porque en cualquier momento el veterano aparato de la NASA podría desbarrancarse y terminar hecho pedazos en el fondo de la gran fosa marciana. A no dudarlo: estamos viviendo uno de los momentos más emocionantes en la historia de la exploración planetaria.

TRAS LAS PISTAS DEL AGUA

El robot explorador Opportunity llegó a Marte el 25 de enero de 2004, apenas unas semanas después que su gemelo, el Spirit. Son dos formidables vehículos teledirigidos de seis ruedas y grandes paneles solares plateados que, a modo de alas, los asemejan a unos súper insectos. Además de su complejo instrumental científico, tienen un mástil frontal que remata en una cámara estéreo de altísima definición. Y bien, a poco de tocar suelo marciano, estas dos joyitas se lanzaron, sin freno, a una lenta e inédita carrera, cuyo objetivo estaba bien claro de antemano: buscar evidencias firmes de la presencia de agua en el remoto pasado del planeta rojo. Muy remoto, porque actualmente Marte es lo más seco que pueda imaginarse, al menos en su gélida y desértica superficie. Sin embargo, su oxidada superficie está repleta de surcos y suaves marcas que sugieren la existencia de antiquísimos ríos y lagos, hace 3 o 4 mil millones de años. No por casualidad, Spirit y Opportunity bajaron en dos lugares opuestos de Marte que, a partir de distintos indicios (químicos y geológicos) parecen haber estado cubiertos de grandes masas de agua líquida: el inmenso cráter Gusev, y la zona de Meridiani Planum, respectivamente.

A los pocos meses de su arribo, los gemelos de la NASA ya se habían despachado con unas cuantas fotografías ultradetalladas del triste pero siempre cautivante paisaje marciano. Imágenes que conmovieron a millones y millones de seres humanos, a través de la televisión y los monitores de las computadoras que se paseaban por Internet. Pero además, los robotitos hicieron estudios directos del suelo, perforaron varias rocas, y hasta visitaron algunos pequeños cráteres, que dejaban expuestas capas más internas del suelo marciano. Y así, Spirit y Opportunity encontraron lo que habían ido a buscar: con pelos y señales, Marte les confirmó que, alguna vez, había sido un mundo húmedo, templado, y mucho más hospitalario que ahora.

DUROS DE MATAR

Más allá de sus logros científicos, Spirit y Opportunity han demostrado que son gemelos muy duros de matar. En 2004, los técnicos del Jet Propulsión Laboratory (el organismo de la NASA que comanda la doble misión) les habían estimado una vida útil de 3 meses. Y sin embargo, los “rovers” han durado 10 veces más: ya andan por los 33 meses, y allí están todavía, andando y andando, devorando anaranjados kilómetros. Y fue justamente esa extraordinaria supervivencia la que los ha llevado a sucesivas extensiones en sus programas de exploración. Así fue como, el año pasado, Spirit se dio el gusto de subirse a unas colinas (llamadas “Columbia Hills”, en honor a los siete astronautas fallecidos en el accidente del transbordador). Y así fue, también, como Opportunity se estiró hasta llegar al “Cráter Victoria”, luego de recorrer más de 9 kilómetros desde su llegada al planeta. Allí está, junto al borde de ese tremendo pozo de 800 metros de diámetro y 70 de profundidad, a punto de iniciar su aventura más riesgosa. Y también, la más importante.

UN SUEÑO, UN PELIGRO

Es simple: el “Cráter Victoria” es un verdadero tesoro, porque sus altas paredes de rocas sedimentarias y estratificadas pueden “contar” buena parte de la historia geológica y climatológica del planeta rojo. “Este es el sueño de un geólogo hecho realidad, porque esas capas de roca nos revelarán cuáles fueron las condiciones ambientales de hace muchísimo tiempo”, dice Steve Squyres, el científico que comanda la doble misión marciana. Las imágenes de alta resolución de la cámara estéreo de Opportunity ya están revelando cosas muy interesantes: “a medida que miramos hacia abajo, las paredes del cráter muestran variaciones de las capas de rocas sedimentarias –explica Squyres– y eso nos revela que las condiciones ambientales en Marte no han sido constantes a lo largo de los cientos de millones de años”. Pero éste es sólo el comienzo de esta historia del robot y el cráter: ahora, Squyres y su equipo están pensando cuáles serán los pasos a seguir. Pasos que deberán ser extremadamente cuidadosos porque explorar semejante cráter, por fuera y por dentro, implica un riesgo enorme. Un paso mal dado terminaría con el robot cayendo por un precipicio. El científico de la NASA es claro al respecto: “el rover podría morir en cualquier momento, no tenemos garantías de que vaya a durar”. Opportunity está jugado. Pero, al menos, cuenta con un poderoso aliado.

DOS SOCIOS, DOS MIRADAS

Mientras el robot se le anima al Cráter Victoria, la flamante sonda Mars Reconnassaince Orbiter (MRO) mira al planeta desde lo alto sumándose a otras tres más veteranas. Y lleva a bordo la mejor cámara que jamás se haya apuntado hacia la superficie marciana, un prodigio capaz de identificar y fotografiar cosas del tamaño de una persona desde una altura de unos 300 kilómetros. Hace unos días, esa cámara fotografió con lujo de detalles al cráter... ¡y hasta al propio Opportunity! Allí aparece, como una manchita plateada, pero bien definida. La agudeza visual de la MRO será la que ayudará al explorador de seis ruedas (o más bien, a los científicos que lo manejan desde la Tierra) a orientarse, y a elegir los puntos de interés geológico, dentro y fuera del gran pozo. Será un verdadero trabajo en equipo.

Si todo marcha bien, Opportunity –con la ayudita del MRO– podría arrancarle preciosa información al Cráter Victoria. Datos que revelarían, por ejemplo, cuánto tiempo duró la “época húmeda” en Marte. O cuándo y por qué nuestro vecino perdió sus otrora caudalosos ríos y profundos lagos. A cruzar los dedos por aquella maquinita que, desafiante, mira con sus ojazos electrónicos al gran Cráter Victoria. Aquel abismo marciano, peligroso, pero prometedor.

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