NEUROLOGíA: ¿PARA QUé DORMIMOS?
“Lucidez silenciosa” fue una de las canciones más escuchadas en las radios norteamericanas y europeas durante los ‘90. La canción hablaba de las sensaciones de un hombre durante el estado de vigilia. ¿Cómo trabaja el cerebro cuando nos relajamos y comienza la duermevela? Si al fin y al cabo el mayor bien es pequeño, pues toda la vida es sueño y los sueños sueños son.
› Por Esteban Magnani y Luis Magnani
El joven, cansado y ojeroso, mira el piso resignado. Se da cuenta de que su explicación, que no durmió para estudiar, no convence al profesor. Este lo palmea amistosamente y le dice que, en estas condiciones, no puede aprobarlo. Y agrega: “La próxima vez recuerde que más vale un burro despierto que un sabio dormido”.
Sin saberlo, el aforismo trae a la escena una de las posibles respuestas a para qué dormimos. La pregunta puede parecer trivial, pero no lo es ni mucho menos: desde el punto de vista evolutivo es inexplicable que se haya preservado un hábito que deja a los sujetos inermes frente a cualquier ataque durante varias horas por día. ¿Cómo es posible que en su evolución exitosa los animales de sangre caliente no hayan eliminado el peligro de dormir? Es decir, ¿por qué es el sueño tan importante?
Entre los múltiples intentos de contestar estas preguntas se encuentran respuestas varias que han sido prolijamente refutadas a lo largo de los últimos milenios y, especialmente, las últimas décadas. Así, decir que se duerme para descansar pierde rápidamente verosimilitud. Basta con dejar a una persona en cama unos días, comiendo y bebiendo a satisfacción: se verá que la cantidad de horas que esa persona dedica a dormir es similar a la que invierte cuando trabaja normalmente. Evidentemente, la necesidad de dormir no es proporcional a la actividad que se desarrolla.
Lo único innegable es que dormir es imprescindible. Los experimentos en donde se obliga a las ratas a permanecer despiertas terminan, después de un mes aproximadamente, con la muerte de los animalitos. Durante ese tiempo, sufren cambios importantes: su temperatura corporal baja, comen mucho más, tienen episodios de microsueño, etc.
Esta desorganización metabólica permite suponer que el sueño sirve para que se recupere el sistema nervioso y se produzcan las hormonas que se usarán en la próxima vigilia. Cuando esto no ocurre, se producen una serie de “errores” nerviosos que desembocan en la muerte.
Si bien esta teoría algo vaga es generalmente aceptada, tiene también sus detractores, quienes argumentan que, en ese caso, un murciélago que duerme veinte horas diarias y no ocho como el hombre, vendría a tener una mayor actividad nerviosa que el ser humano. Sin embargo, esta es la senda que han tomado las últimas investigaciones.
Recientemente, en la Universidad de Arizona, EE.UU., se han realizado experimentos que podrían traer un poco de luz a la cuestión planteada. Los científicos implantaron electrodos en los cerebros de las ratas a fin de analizar la actividad de hasta 120 neuronas puntuales ubicadas en la corteza media prefrontal. Esta región es responsable de las funciones de ejecución orientadas a la obtención de una meta, tales como la organización de pensamientos y acciones.
A los animalitos se les dio la misión de completar un periplo –un tanto aburrido– que consistía en corretear siguiendo una secuencia de puntos ubicados sobre un tablero circular. Diariamente, durante unas pocas semanas, el equipo de investigación registró la actividad a medida que corrían 50 minutos y dormían una siestita de 20 a 60 minutos.
El estudio de los registros se hizo de dos maneras diferentes. Una, comparando la actividad entre pares de neuronas; otra, buscando patrones de comportamiento dentro de la totalidad de las neuronas estudiadas. Pero lo más notable fue encontrar que las secuencias de actividad neuronal ocurridas en las ratas mientras estaban corriendo parecían reaparecer durante el sueño.
Los mismos patrones, además de reactivarse mientras dormían, aparecían en el replay cerebral con una velocidad seis a siete veces mayor que la ocurrida durante la ejecución efectiva del ejercicio. Los investigadores especularon con que las ratas, mientras interactuaban realmente con el mundo exterior, tenían el cerebro adecuado a la misma velocidad que desarrollaba su cuerpo. Durante el sueño, al verse liberado de la carga, el cerebro podía manejarse mucho más rápido. ¿Pero por qué y para qué?
Lo que queda claro es que el cerebro “no descansa” mientras el hombre duerme. Por el contrario, hay regiones –la corteza media prefrontal– que se dedican a revisar los sucesos ocurridos en el día. Y este proceso muy bien podría estar relacionado con la reafirmación de los recuerdos.
Como dice el Dr. David Euston, de la Universidad de Arizona, cuando uno quiere consolidar un aprendizaje lo que hace es repetirlo varias veces. Si la actividad neuronal secuencial que ocurre mientras se da un aprendizaje es repetida durante el sueño, lo más probable es que el cerebro esté reforzando la comunicación entre neuronas que permite la consolidación del recuerdo.
El replay como fenómeno se había encontrado hace tiempo en el hipocampo, una estructura frontal del cerebro que queda involucrada cuando se trata de memorizar episodios acontecidos; y en la corteza visual, la zona donde se procesa la información que recoge la vista.
El Dr. Euston está convencido de que este proceso puede estar relacionado con aquel que subyace acompañando al aprendizaje y que está relacionado con la plasticidad, el refuerzo y la debilitación de los caminos neuronales que forman los recuerdos.
Visto desde afuera, suena a esos reacomodamientos y back ups automáticos que se ejecutan en las computadoras por la noche a fin de resguardar la nueva información y agilizar la velocidad de acceso al disco duro.
Otro experto, el profesor Mayank Metha, profesor asistente de la Universidad de Brown, interpreta de otro modo la evidencia. Si bien considera que los hallazgos son interesantes, se muestra escéptico respecto de las conclusiones: él se pregunta si la actividad que desarrolla el cerebro al dormir es de fijación de recuerdos o más bien algo así como el borrado de un pizarrón para hacer lugar a las lecciones del día siguiente.
En busca de una respuesta, Euston afirma que el equipo se abocará, en el futuro próximo, a intentar determinar si la actividad neuronal está relacionada con el aprendizaje. Si se encuentra que esta relación existe, los patrones del replay deberían volverse más nítidos cuando el animal acaba de completar con éxito un desafío planteado a su capacidad de aprender.
¿Cuál de los procesos es el que realmente ocurre durante el sueño si es que alguno de ellos tiene lugar? Seguramente, el estudiante aplazado pagaría mucho por saberlo.
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