Un grupo de arquitectos
del Centro Experimental de la Producción de la Facultad de Arquitectura,
Diseño y Urbanismo (FADU) de la UBA propone producir materiales de construcción
a partir de la basura, con la idea de que así se comience un círculo
virtuoso que incorpore a los sectores excluidos del mercado laboral. El arquitecto
Carlos Levinton (creador y director del Centro Experimental de la Producción,
que existe desde 1986 en la misma facultad, y dirige también el laboratorio
“Hábitat y Emergencia”) es el encargado de todos estos proyectos
que incluyen asesorías a ONG, mutuales o hasta cooperativas de cirujas.
Sólo exigen que el conocimiento adquirido se utilice con fines “sociales”.
Levinton, entusiasmado con la posibilidad de que el proyecto contribuya a que
se regeneren las redes sociales pulverizadas, habló con Futuro, y explicó
qué está haciendo la Universidad ante la crisis. “A nosotros
acuden las pymes que no saben cómo hacer para generar trabajo. Quieren
hacer un emprendimiento con las cosas que tienen pero no tienen quién
los dirija. Vienen a charlar para ver cuáles son los pasos de la gestión,
están tratando de trabajar, es una cuestión de dignidad humana.”
El problema
de los recursos
–Tal vez sea que no tengan recursos.
–Los recursos aparecen cuando se empieza a tener la necesidad de producir.
El problema que está en toda la Argentina es: ¿cómo se
genera desarrollo local? Y entonces, se trata de técnicas de diseño
de un proyecto local en contextos adversos como el actual. El problema está
en todos lados y es cómo, con pequeños recursos, generar una primera
movida.
–¿Y cómo?
–Con un horno.
–La hora de los hornos.
–Justamente. Uno de los proyectos en que confiamos más es “La
Hora de los Hornos”: consta de un simple horno increíblemente sencillo
y baratísimo que da pie para generar redes a su alrededor: es una máquina
que hace un ladrillo de tierra y no hace falta comprar insumos básicos.
Con ese horno se puede hacer pan. Y luego en las casas se pueden incorporar
los hornos más chiquitos. Así, una cosa pequeña empieza
a generar redes de colaboración entre distintos grupos que no están
relacionados y cuando la gente se empieza a unir, aparecen los recursos.
Ladrillos,
casas
–En cuanto al proyecto en sí, ¿qué están haciendo?,
¿ladrillos, casas?
–Esto es un concepto que se desarrolló hace 15 años cuando
dijimos que si la realidad requiere medios productivos lo que hay que hacer
es enseñar que son accesibles y posibles de materializar y transferir.
Entonces introdujimos el medio productivo como una escena dentro de la universidad,
cosa que casi nunca se hace eso porque la universidad produce abstracciones,
conceptos. Hicimos una fábrica con relaciones productivas acá
adentro, fábrica que incluso fue más grande entre el ‘87
y el’ 91.
-¿Y qué hicieron?
–Fabricamos casas, grandes paneles con tecnologías desarrolladas
en este ámbito. Entonces venía la gente de los pueblos, con inundaciones
o con otros problemas, y aprendían a fabricar máquinas, casas,
baños y se ibancon las máquinas, el camión y una casa desarmada,
iban a su pueblo y ahí reproducían exactamente igual lo que ahora
sabían.
Ni el
pescado ni la caña de pescar
–Esto invierte la lógica de que al pobre hay que darle pescado.
Nosotros dijimos: “No, hay que darle una caña de pescar”. Pasó
el tiempo y dijimos “tampoco; no hay que darle la caña de pescar,
hay que darle la ingeniería de la caña de pescar porque con ella
va a poder hacer la caña o cambiar la caña por otra cosa cuando
le cambien los requerimientos del mercado”. La pobreza no se arregla con
tecnología de pobres. Hay que poner la gente más capaz, de primerísimo
nivel, a trabajar sobre esta temática, a llegar hasta gente de bajísimos
niveles de alfabetización. Porque en un país destruido nosotros
queremos darle al pobre lo de más alto nivel, no la ciencia o tecnología
de pobres.
–Vamos a un ejemplo concreto.
–Uno de los ejemplos es el programa que se llama “La hora de los hornos”,
ya nombrado, que ahora es un programa infinitamente más simple todavía
de lo que planteábamos en su momento.
–A ver.
–Hoy estamos haciendo un ladrillo de basura o de arcilla porque el hierro
y el cemento están caros. Hacer un horno requiere una tecnología.
Nosotros reinventamos la tecnología del horno porque le aplicamos el
principio de la caldera, o sea, primero trabajamos sobre el objeto. Tomamos
un horno de los indios, que es de tierra y lo hacemos de tierra pero de otra
manera. Es un horno, digamos, “software”, más un criterio de
información, más un criterio de red. Entonces ya no es el mismo
horno, pero para el imaginario de un indio que viene acá viene a aprender
a hacer un horno...
–¿Cuál es el software?
–Bueno, por lo pronto el horno tiene un componente que permite que, mientras
se hace la cocción de la comida, el horno caliente el agua más
de 85º y menos de 95º. O sea, evita que se hierva, con lo cual impide
que se depositen las sales y que el agua pierda el gusto. Este mecanismo permite
hacer potable el agua de la primer napa. Y es así: la gente chupa con
el motobombeador el agua de la primera napa porque le sale mucho más
costoso el encamisado para ir a la segunda. Cuando vimos eso, que los chicos
se contaminan o tienen que ir a comprar agua mineral dijimos “vamos a ver
si se puede hacer agua potable”. Bueno, mientras no esté contaminada
por la industria y sí por la contaminación de la Escherichia coli
u otra bacteria, se puede resolver con un golpe de temperatura. Igual de fácil
es matar al vibrión del cólera que incide no solamente en el conurbano
sino también en todo el norte, cerca del río Pilcomayo, donde
la gente se contamina de cólera comiendo pescado. El horno tiene un mecanismo
para hacer potable el agua de la primera napa, gran drama de los conurbanos.
Ladrillos,
basura
–¿Cómo es un ladrillo de ésos?
–Los ladrillos de suelo cemento tienen arcilla y cemento. El que se usa
para el horno casi no tiene cemento porque no requiere función portante.
Hay que hacer un estudio de la tierra de cada lugar. Hay una metodología,
porque no todas las tierras son iguales y requiere un estudio químico
que permita que la gente involucrada aprenda química, biología.
Quien aprende a hacer un ladrillo coparticipa de un aprendizaje en química,
biología, física. Todo esto está concebido como una escuela
que engloba conocimientos que giran alrededor de un hecho tan sencillo como
hacer un ladrillito. El ladrillo de suelo puede tener una parte de cascote en
polvo o de PET (envases de terafalato de polietileno como los usados en botellasde
agua mineral y gaseosas), reciclado de estos plásticos, pero no es el
ingrediente sustancial. Nosotros no tenemos un solo producto, tenemos varios.
O sea, hay bloques, hay ladrillos, viguetas, losetas, pavimentos articulados,
ventanas premoldeadas. Con este menú de productos se puede hacer una
casa entera o un baño, cocina, una aula o un club social.
–¿Cómo se procesa la basura?
–Cada cosa tiene una ingeniería propia. Los protagonistas son el
PET y el cascote de la basura. El cascote no es tan bravo pero el PET y la botella
son gravísimos por el impacto ambiental que producen. Este ha sido una
inventiva de ingeniería para darle un fin social y transformar esa botella
en un producto de valor agregado. Esta ya sería otra temática:
¿cómo se generan nuevos materiales a partir de materiales que
constituyen basura sin valor y que adquieren valor con una tecnología?
–Suponga que alguien lo escucha y quiere, en un lugar donde no saben de
esto, tomar medidas de acción directa. ¿Qué tienen que
hacer?
–Vienen a la facultad, hablan con nosotros. Esto tiene pasos. Nosotros
no trabajamos con alguien que quiera un horno. La especialidad nuestra es desarrollar
proyectos de sustentabilidad. No nos interesa hacer esfuerzos que al poco tiempo
el sistema deshace porque no sirven. Alguien que tenga un horno y no esté
contenido en un marco incubador, al poco tiempo lo va a dejar de usar. O sea,
la realidad deteriora cualquier esfuerzo innovador, excepto que tengas una red
y una estructura que mantiene activo el proceso innovador. Esta conciencia que
tenemos de las fuerzas adversas que han deshecho al país, que lo deshacen
y seguirán deshaciendo por un cierto tiempo más lleva a no cometer
la ingenuidad de...
–Voluntarismo...
–...darle al pobre lo que tiene el rico y dar una técnica a quien
no lo logra sostener, no sirve para nada. De lo que se trata es de que esta
tecnología, este know how, esté contenido dentro de una estructura
que es consciente de las cuestiones adversas.
–¿Con quién se contactan?
–Llaman a la facultad, preguntan por el programa, piden una reunión.
Ahora vamos a tener una línea telefónica “S.O.S.”, que
será una oficina que va a tener los teléfonos para que quienes
tengan los problemas de hábitat puedan saber que aquí tienen un
centro que está especializado en esos temas. Nosotros tenemos en paralelo
que construir nuestra propia estructura porque es obvio que la demanda supera
la capacidad de oferta.
–¿Qué tiene que hacer alguien que se entera de esto?
–Llama al teléfono de la facultad (4789-6221), pide por la asistencia
en este programa. Les pedimos que manden un correo electrónico o una
carta. Eso sí, tiene que ser alguien que esté dentro de un programa
o de un comedor, cooperativa de cirujas, otro de nuestros clientes.
Ladrillos,
cursos
–La asistencia es completamente gratuita, ¿no?
–Sí. Sin embargo los cursos tienen un costo de 300 pesos.
–Veníamos bárbaro y ahí se arruinó.
–No, no se arruinó porque muchos de los cursos los damos gratis,
pero no es sustentable porque la universidad no tiene con qué pagar a
sus propios elencos. Para esto estamos armando nodos de trueque propios para
poder cobrar en moneda social. Para amortizar los costos de materiales y ciertos
pagos. Además, no es por persona sino por curso. A una ONG le puede salir
un curso 10 pesos por persona, por un mes.
–Y qué pasa en ese curso.
–La gente presenta primero su problema, sea de hambre, de hábitat,
de alimentación, etc. Lo que no saben es qué recursos son necesarios
pararesolver el problema que ellos quieren hacer, eso se va a diseñar
acá. Pero los problemas se van a resolver en la medida en que los grupos
sean eficaces. Nosotros no resolvemos ningún problema, nosotros transferimos
un conocimiento con el cual ellos van a poder buscar los recursos, desarrollar
su proyecto y nosotros lo vamos a auditar, corregir, evaluar, completar y buscarles
recursos. Pero si el motor no lo ponen ellos, nosotros no resolvemos nada. Nosotros
podemos prestar una máquina, pero no regalamos nada, enseñamos
a producir.
–Aparte de ladrillos y basura compactada, ¿qué más
enseñan a producir?
–Dentro de la gama de la construcción, enseñamos a producir
varios componentes con los cuales la gente puede hacer una aula o una casa entera.
En el año 85 hicimos montones de barrios de autogestión, autoconstrucción
con gente de villas miserias, se instalaron estas “fábricas sociales”.
En rigor, nosotros lo que hacemos es crear fábricas y redes de fábricas.
La fábrica salía entre 10.000 y 15.000 pesos, lo cual nos daba
que el costo de generación de un empleo industrial que en el mundo no
baja de los 40.000 dólares, en esta metodología nos daba que el
costo era alrededor de 2.500, 2000 dólares. Era increíblemente
barato. Y era una fábrica, con un galpón, con división
de trabajo, con máquinas. Esto hace 15 años, ya lo hicimos. Se
concretó. Fabricaron e hicieron los barrios. Mantener la fabrica viva
es la meta.
–¿Funcionó?
–No. Los municipios son incapaces de mantener una estructura productiva.
La realidad no da un contexto sustentable, entonces el municipio al dejar de
tener financiamiento de los institutos provinciales de la vivienda no pudo financiarle
al comprador las casas y la fabrica no podía fabricar para hacer barrios
porque la gente no tenía financiamiento a largo plazo para comprar la
casa.
–¿Y entonces?
–Entonces hoy no hacemos más fábricas de casas sino fábricas
sociales que hacen hornos y mejoras de casas. Es decir, en vez de trabajar con
algo que costaría 10.000 pesos trabajamos con un producto que cuesta
200 pesos, 500 pesos y está dentro de lo que sería cercano al
micropréstamo.
–Y aparte de los hornos, qué.
–Bueno, por ejemplo los digestores, donde se mandan las heces. Generalmente
se manda al pozo ciego y contamina todo. Cuanto más pobre la gente, más
tira en forma salvaje al pozo ciego que está al lado del agua que toman,
un circuito patológico terrible sin salida y que en 20 años produce
una explosión. Hoy estamos viendo que un digestor puede salir menos de
100 pesos y ya se están implementando en San Juan. El digestor se desarrolló
porque somos conscientes de lo que va a pasar en 20, 25 años con la contaminación
de los conurbanos.
–Y el digestor, ¿qué hace?
–Es como un tubo digestivo. Lo que hace es procesar, metabolizar los excrementos
y los transforma en fertilizante, en gas metano o en líquido de riego.
La cloaca es muy cara y la gente no la puede pagar, porque el canon es terrible.
Se deben metabolizar cercanamente y con tecnología se puede; y con eso
se generan emprendimientos productivos. Si proceso los excrementos, es fertilizante
y lo vendo. Todo esto enseña que hasta los procesos sin valor se pueden
transformar en valor. Si transformamos en valor los excrementos, ¿cómo
no va a ser posible transformar en valor las hojas de los árboles, el
césped del pasto, etc.?
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