Sáb 17.08.2002
futuro

Arquitectura de la crisis

por Leonardo Moledo

Un grupo de arquitectos del Centro Experimental de la Producción de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la UBA propone producir materiales de construcción a partir de la basura, con la idea de que así se comience un círculo virtuoso que incorpore a los sectores excluidos del mercado laboral. El arquitecto Carlos Levinton (creador y director del Centro Experimental de la Producción, que existe desde 1986 en la misma facultad, y dirige también el laboratorio “Hábitat y Emergencia”) es el encargado de todos estos proyectos que incluyen asesorías a ONG, mutuales o hasta cooperativas de cirujas. Sólo exigen que el conocimiento adquirido se utilice con fines “sociales”.
Levinton, entusiasmado con la posibilidad de que el proyecto contribuya a que se regeneren las redes sociales pulverizadas, habló con Futuro, y explicó qué está haciendo la Universidad ante la crisis. “A nosotros acuden las pymes que no saben cómo hacer para generar trabajo. Quieren hacer un emprendimiento con las cosas que tienen pero no tienen quién los dirija. Vienen a charlar para ver cuáles son los pasos de la gestión, están tratando de trabajar, es una cuestión de dignidad humana.”

El problema de los recursos
–Tal vez sea que no tengan recursos.
–Los recursos aparecen cuando se empieza a tener la necesidad de producir. El problema que está en toda la Argentina es: ¿cómo se genera desarrollo local? Y entonces, se trata de técnicas de diseño de un proyecto local en contextos adversos como el actual. El problema está en todos lados y es cómo, con pequeños recursos, generar una primera movida.
–¿Y cómo?
–Con un horno.
–La hora de los hornos.
–Justamente. Uno de los proyectos en que confiamos más es “La Hora de los Hornos”: consta de un simple horno increíblemente sencillo y baratísimo que da pie para generar redes a su alrededor: es una máquina que hace un ladrillo de tierra y no hace falta comprar insumos básicos. Con ese horno se puede hacer pan. Y luego en las casas se pueden incorporar los hornos más chiquitos. Así, una cosa pequeña empieza a generar redes de colaboración entre distintos grupos que no están relacionados y cuando la gente se empieza a unir, aparecen los recursos.

Ladrillos, casas
–En cuanto al proyecto en sí, ¿qué están haciendo?, ¿ladrillos, casas?
–Esto es un concepto que se desarrolló hace 15 años cuando dijimos que si la realidad requiere medios productivos lo que hay que hacer es enseñar que son accesibles y posibles de materializar y transferir. Entonces introdujimos el medio productivo como una escena dentro de la universidad, cosa que casi nunca se hace eso porque la universidad produce abstracciones, conceptos. Hicimos una fábrica con relaciones productivas acá adentro, fábrica que incluso fue más grande entre el ‘87 y el’ 91.
-¿Y qué hicieron?
–Fabricamos casas, grandes paneles con tecnologías desarrolladas en este ámbito. Entonces venía la gente de los pueblos, con inundaciones o con otros problemas, y aprendían a fabricar máquinas, casas, baños y se ibancon las máquinas, el camión y una casa desarmada, iban a su pueblo y ahí reproducían exactamente igual lo que ahora sabían.

Ni el pescado ni la caña de pescar
–Esto invierte la lógica de que al pobre hay que darle pescado. Nosotros dijimos: “No, hay que darle una caña de pescar”. Pasó el tiempo y dijimos “tampoco; no hay que darle la caña de pescar, hay que darle la ingeniería de la caña de pescar porque con ella va a poder hacer la caña o cambiar la caña por otra cosa cuando le cambien los requerimientos del mercado”. La pobreza no se arregla con tecnología de pobres. Hay que poner la gente más capaz, de primerísimo nivel, a trabajar sobre esta temática, a llegar hasta gente de bajísimos niveles de alfabetización. Porque en un país destruido nosotros queremos darle al pobre lo de más alto nivel, no la ciencia o tecnología de pobres.
–Vamos a un ejemplo concreto.
–Uno de los ejemplos es el programa que se llama “La hora de los hornos”, ya nombrado, que ahora es un programa infinitamente más simple todavía de lo que planteábamos en su momento.
–A ver.
–Hoy estamos haciendo un ladrillo de basura o de arcilla porque el hierro y el cemento están caros. Hacer un horno requiere una tecnología. Nosotros reinventamos la tecnología del horno porque le aplicamos el principio de la caldera, o sea, primero trabajamos sobre el objeto. Tomamos un horno de los indios, que es de tierra y lo hacemos de tierra pero de otra manera. Es un horno, digamos, “software”, más un criterio de información, más un criterio de red. Entonces ya no es el mismo horno, pero para el imaginario de un indio que viene acá viene a aprender a hacer un horno...
–¿Cuál es el software?
–Bueno, por lo pronto el horno tiene un componente que permite que, mientras se hace la cocción de la comida, el horno caliente el agua más de 85º y menos de 95º. O sea, evita que se hierva, con lo cual impide que se depositen las sales y que el agua pierda el gusto. Este mecanismo permite hacer potable el agua de la primer napa. Y es así: la gente chupa con el motobombeador el agua de la primera napa porque le sale mucho más costoso el encamisado para ir a la segunda. Cuando vimos eso, que los chicos se contaminan o tienen que ir a comprar agua mineral dijimos “vamos a ver si se puede hacer agua potable”. Bueno, mientras no esté contaminada por la industria y sí por la contaminación de la Escherichia coli u otra bacteria, se puede resolver con un golpe de temperatura. Igual de fácil es matar al vibrión del cólera que incide no solamente en el conurbano sino también en todo el norte, cerca del río Pilcomayo, donde la gente se contamina de cólera comiendo pescado. El horno tiene un mecanismo para hacer potable el agua de la primera napa, gran drama de los conurbanos.

A la vez, el horno se usa en las áreas rurales.
–¿Cuánto sale construir ese horno?
–30 pesos.
–¿Cómo se hace? Suponga que una comunidad o una familia quiera hacer un horno porque puede servir también para calefaccionar una casa...
–Puede ser. El agua da calefacción, agua caliente, cocina y preseca (la vuelve polvillo) a la basura para transformarla en combustible. Normalmente no se puede quemar la cáscara de la mandarina, el papel, el cartón o los fideos porque están húmedos. En cambio, en una parte de la cámara de combustión se la puede presecar. O también se puede hacer lo que hacemos nosotros, que prensamos húmedo, hacemos un ladrillo, combustible de desechos y después lo ponemos a secar en la cámara de cocción del propio horno. Cuando se secó se transforma en un carbón combustible.
–Si hubiera que implementar eso la semana que viene en una villa de la ciudad, ¿cómo se haría?
–Se está implementando.
–¿Dónde?
–En Villa 24 de La Matanza, en la comunidad Derqui de los tobas, a 30 km de aquí. Ya se implementó en Guernica en la primera Ecocasa del 98. Sólo el de los hornos es un programa que debe tener cuatro años de perfeccionamiento. Lo real es que el horno pasa a tomar una gran importancia cuando, como ahora, eclosiona el gran problema alimentario. Nosotros lo veíamos al horno como una pieza muy importante para la potabilización del agua de la primera napa. Ahí fue donde metimos el tema de crear un ladrillo-combustible a partir de la basura y un horno que pueda quemar eso sin contaminar a lo que es cocinado, es decir, una “cámara estanca” que independiza los humos de la cocción del ámbito donde está la comida.
–¿Y eso ya está?
–Sí.
–Ahora, una familia en una villa o barrio que quiera hacer un horno, qué tiene que hacer.
–Bueno, normalmente nosotros no trabajamos directo con las familias sino que esto va en cascada. Las formas de la transferencia son un descenso desde acá, la incubadora, y va a llegar a la familia a través de una cascada que pasa por una ONG o una cooperativa o una mutual o un programa que tenga la Secretaría de Educación de la Ciudad, o una cooperativa de cirujas. Es decir, nosotros vamos a “descender” a través de una forma organizacional que es capaz de apadrinar adecuadamente un emprendimiento. Entonces nosotros “bajamos” de aquí a un horno en un comedor comunitario dentro del marco de un padrinazgo que le hace una organización que toma el horno con las redes del programa. De ahí la gente aprende a hacer el horno, a cocinar, a hacer el menú de la soja, a discriminar la basura, a transformarla en un combustible. Y también en la casa hacen el horno ellos.
–¿Cómo se transforma la basura en los ladrillos combustibles? ¿Hacen falta máquinas?
–La misma prensa que hace el ladrillo de tierra para hacer la pared o el techo de una casa se usa para prensar esa basura.
–¿Y cuánto cuesta instalar una prensa de esas?
–500 pesos.
–O sea, que son 500 pesos más 30 del horno...
–Con eso se pueden hacer 400 ladrillos por día. Un horno lleva 100 ladrillos. Quiere decir que con una prensa se pueden hacer 4 hornos por día y venderlos. O trocar esos ladrillos en el nodo de trueque y canjearlos por otras cosas. Así se podría canjear los ladrillos de basura o de tierra por comida o ropa.

Ladrillos, basura
–¿Cómo es un ladrillo de ésos?
–Los ladrillos de suelo cemento tienen arcilla y cemento. El que se usa para el horno casi no tiene cemento porque no requiere función portante. Hay que hacer un estudio de la tierra de cada lugar. Hay una metodología, porque no todas las tierras son iguales y requiere un estudio químico que permita que la gente involucrada aprenda química, biología. Quien aprende a hacer un ladrillo coparticipa de un aprendizaje en química, biología, física. Todo esto está concebido como una escuela que engloba conocimientos que giran alrededor de un hecho tan sencillo como hacer un ladrillito. El ladrillo de suelo puede tener una parte de cascote en polvo o de PET (envases de terafalato de polietileno como los usados en botellasde agua mineral y gaseosas), reciclado de estos plásticos, pero no es el ingrediente sustancial. Nosotros no tenemos un solo producto, tenemos varios. O sea, hay bloques, hay ladrillos, viguetas, losetas, pavimentos articulados, ventanas premoldeadas. Con este menú de productos se puede hacer una casa entera o un baño, cocina, una aula o un club social.
–¿Cómo se procesa la basura?
–Cada cosa tiene una ingeniería propia. Los protagonistas son el PET y el cascote de la basura. El cascote no es tan bravo pero el PET y la botella son gravísimos por el impacto ambiental que producen. Este ha sido una inventiva de ingeniería para darle un fin social y transformar esa botella en un producto de valor agregado. Esta ya sería otra temática: ¿cómo se generan nuevos materiales a partir de materiales que constituyen basura sin valor y que adquieren valor con una tecnología?
–Suponga que alguien lo escucha y quiere, en un lugar donde no saben de esto, tomar medidas de acción directa. ¿Qué tienen que hacer?
–Vienen a la facultad, hablan con nosotros. Esto tiene pasos. Nosotros no trabajamos con alguien que quiera un horno. La especialidad nuestra es desarrollar proyectos de sustentabilidad. No nos interesa hacer esfuerzos que al poco tiempo el sistema deshace porque no sirven. Alguien que tenga un horno y no esté contenido en un marco incubador, al poco tiempo lo va a dejar de usar. O sea, la realidad deteriora cualquier esfuerzo innovador, excepto que tengas una red y una estructura que mantiene activo el proceso innovador. Esta conciencia que tenemos de las fuerzas adversas que han deshecho al país, que lo deshacen y seguirán deshaciendo por un cierto tiempo más lleva a no cometer la ingenuidad de...
–Voluntarismo...
–...darle al pobre lo que tiene el rico y dar una técnica a quien no lo logra sostener, no sirve para nada. De lo que se trata es de que esta tecnología, este know how, esté contenido dentro de una estructura que es consciente de las cuestiones adversas.
–¿Con quién se contactan?
–Llaman a la facultad, preguntan por el programa, piden una reunión. Ahora vamos a tener una línea telefónica “S.O.S.”, que será una oficina que va a tener los teléfonos para que quienes tengan los problemas de hábitat puedan saber que aquí tienen un centro que está especializado en esos temas. Nosotros tenemos en paralelo que construir nuestra propia estructura porque es obvio que la demanda supera la capacidad de oferta.
–¿Qué tiene que hacer alguien que se entera de esto?
–Llama al teléfono de la facultad (4789-6221), pide por la asistencia en este programa. Les pedimos que manden un correo electrónico o una carta. Eso sí, tiene que ser alguien que esté dentro de un programa o de un comedor, cooperativa de cirujas, otro de nuestros clientes.

Ladrillos, cursos
–La asistencia es completamente gratuita, ¿no?
–Sí. Sin embargo los cursos tienen un costo de 300 pesos.
–Veníamos bárbaro y ahí se arruinó.
–No, no se arruinó porque muchos de los cursos los damos gratis, pero no es sustentable porque la universidad no tiene con qué pagar a sus propios elencos. Para esto estamos armando nodos de trueque propios para poder cobrar en moneda social. Para amortizar los costos de materiales y ciertos pagos. Además, no es por persona sino por curso. A una ONG le puede salir un curso 10 pesos por persona, por un mes.
–Y qué pasa en ese curso.
–La gente presenta primero su problema, sea de hambre, de hábitat, de alimentación, etc. Lo que no saben es qué recursos son necesarios pararesolver el problema que ellos quieren hacer, eso se va a diseñar acá. Pero los problemas se van a resolver en la medida en que los grupos sean eficaces. Nosotros no resolvemos ningún problema, nosotros transferimos un conocimiento con el cual ellos van a poder buscar los recursos, desarrollar su proyecto y nosotros lo vamos a auditar, corregir, evaluar, completar y buscarles recursos. Pero si el motor no lo ponen ellos, nosotros no resolvemos nada. Nosotros podemos prestar una máquina, pero no regalamos nada, enseñamos a producir.
–Aparte de ladrillos y basura compactada, ¿qué más enseñan a producir?
–Dentro de la gama de la construcción, enseñamos a producir varios componentes con los cuales la gente puede hacer una aula o una casa entera. En el año 85 hicimos montones de barrios de autogestión, autoconstrucción con gente de villas miserias, se instalaron estas “fábricas sociales”.
En rigor, nosotros lo que hacemos es crear fábricas y redes de fábricas. La fábrica salía entre 10.000 y 15.000 pesos, lo cual nos daba que el costo de generación de un empleo industrial que en el mundo no baja de los 40.000 dólares, en esta metodología nos daba que el costo era alrededor de 2.500, 2000 dólares. Era increíblemente barato. Y era una fábrica, con un galpón, con división de trabajo, con máquinas. Esto hace 15 años, ya lo hicimos. Se concretó. Fabricaron e hicieron los barrios. Mantener la fabrica viva es la meta.
–¿Funcionó?
–No. Los municipios son incapaces de mantener una estructura productiva. La realidad no da un contexto sustentable, entonces el municipio al dejar de tener financiamiento de los institutos provinciales de la vivienda no pudo financiarle al comprador las casas y la fabrica no podía fabricar para hacer barrios porque la gente no tenía financiamiento a largo plazo para comprar la casa.
–¿Y entonces?
–Entonces hoy no hacemos más fábricas de casas sino fábricas sociales que hacen hornos y mejoras de casas. Es decir, en vez de trabajar con algo que costaría 10.000 pesos trabajamos con un producto que cuesta 200 pesos, 500 pesos y está dentro de lo que sería cercano al micropréstamo.
–Y aparte de los hornos, qué.
–Bueno, por ejemplo los digestores, donde se mandan las heces. Generalmente se manda al pozo ciego y contamina todo. Cuanto más pobre la gente, más tira en forma salvaje al pozo ciego que está al lado del agua que toman, un circuito patológico terrible sin salida y que en 20 años produce una explosión. Hoy estamos viendo que un digestor puede salir menos de 100 pesos y ya se están implementando en San Juan. El digestor se desarrolló porque somos conscientes de lo que va a pasar en 20, 25 años con la contaminación de los conurbanos.
–Y el digestor, ¿qué hace?
–Es como un tubo digestivo. Lo que hace es procesar, metabolizar los excrementos y los transforma en fertilizante, en gas metano o en líquido de riego. La cloaca es muy cara y la gente no la puede pagar, porque el canon es terrible. Se deben metabolizar cercanamente y con tecnología se puede; y con eso se generan emprendimientos productivos. Si proceso los excrementos, es fertilizante y lo vendo. Todo esto enseña que hasta los procesos sin valor se pueden transformar en valor. Si transformamos en valor los excrementos, ¿cómo no va a ser posible transformar en valor las hojas de los árboles, el césped del pasto, etc.?

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