GENETICA: DESARROLLO ANIMAL
La paradoja se conoce desde
hace casi 30 años. El ala de una mosca, que tiene unas 30.000 células,
proviene de un grupito de unas 30 células en el embrión. En condiciones
normales, por tanto, cada célula embrionaria se divide unas diez veces
para generar un territorio de unas 1000 células en el ala adulta. Sin
embargo, si una sola célula embrionaria adquiere una alta velocidad de
división (mediante manipulación genética), ella sola es
capaz de formar la mitad del ala. Es decir, en vez de diez veces se divide unas
14 veces, y por tanto no genera un territorio de 1000 células, sino de
15.000. Las otras células embrionarias también empiezan a dividirse,
pero su descendencia desaparece en algún momento. Y, pese a todo ello,
el ala resultante es totalmente normal.
Estos interesantes experimentos, publicados ya por Ginés Morata y Pedro
Ripoll en 1975, son una indicación de que el desarrollo animal no se
basa en un programa rígido de divisiones celulares. Cada célula
del embrión es capaz de generar una estructura adulta completa, aunque
normalmente sólo genere una pequeña parte de ella. ¿Cómo
es esto posible? Morata, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa,
y sus colaboradores Eduardo Moreno y Konrad Basler, de la Universidad de Zurich,
han rematado ahora ese problema planteado hace 30 años, según
publicó la revista Nature.
Durante el desarrollo del ala es crucial para una célula su posición
respecto de una frontera que cruza el ala de base a punta. La frontera es la
que segrega una molécula llamada dpp que es capaz de activar genes de
forma dependiente de la concentración: si una célula recibe mucho
dpp no activa unos genes (y genera ciertas estructuras), y si recibe menos activa
otros genes (y genera otras estructuras).
El poder del dpp
El poder de dpp se puede revelar manipulando el gen que lo fabrica: si se elimina,
el ala desaparece. Si se le activa en una zona errónea, se forma un ala
doble.
¿Qué ocurre con las células manipuladas para que proliferen
más deprisa de lo normal? Pues ocurre que no sólo chupan el dpp
que les corresponde, sino también el que normalmente les tocaría
a las células vecinas, de proliferación más lenta. Y estas
pobres vecinas, privadas de su dosis de morfógeno, activan el proceso
de suicidio programado o apoptosis. Por eso desaparecen del mapa,
y por eso las células de proliferación rápida se acaban
haciendo con todo el territorio.
Y también por eso la forma del ala es normal pese a todo. Por muy deprisa
que proliferen, las células ganadoras siguen estando a diferentes distancias
de la frontera, y recibiendo cantidades distintas y correctas de dpp. Morata
cree que, en el desarrollo normal, este sistema ayuda a regular el tamaño
final de los órganos, y también garantiza que las células
débiles sean eliminadas. Tanto dpp como la apoptosis existen en todos
los animales, humanos incluidos, y es probable que el sistema tenga relevancia
en nuestra especie.
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