› Por Matias Alinovi
En una nota al pie perdida en el cuerpo de la Historia universal de la infamia, Borges recuerda al lector que aquellas biografías infames que está leyendo, y que ahora conforman un libro, aparecieron antes en el suplemento sabático de un diario de la tarde. Esa advertencia puede conducir a una perplejidad algo melancólica: cómo es posible, se pregunta el lector, que los diarios de Buenos Aires publicaran hacia 1935 esas historias extraordinarias, que abusan, en opinión del propio autor, de procedimientos esencialmente literarios (y que nosotros, fatalmente, identificamos con Borges): las enumeraciones dispares, la brusca solución de continuidad, la reducción de la vida entera de un hombre a dos o tres escenas. Cómo es posible que los editores de la época toleraran las referencias culturales, los juicios morales ambiguos, la ironía: el estilo Borges.
En la melancolía siempre hay algo ilusorio. Salvando todas las respetables distancias –como quiere el autor del bolero “Propiedad privada”–, hoy también existe un suplemento sabático cuyas páginas conformaron libros, porque admite una escritura no esencialmente periodística: éste que hoy cumple mil números. El lector tenaz del suplemento sabe ahora que inadvertidamente leyó, sin orden, varios libros ulteriores; o mejor, las páginas de un multitudinario libro futuro.
Y eso está muy bien, porque podría pasar por la versión literaria de un adagio del director de este suplemento: la ciencia se hace en el café. Es decir, lo que parece formal, solemne, premeditado, tiende a ocurrir en ambientes informales, en medio de conversaciones casuales, fuera del laboratorio, el espacio sagrado que, en principio, le ha sido reservado. Y esa informalidad esencial se repetiría ahora en el caso de los libros de divulgación, escritos al calor de la redacción del suplemento, con cierta premura, en ámbitos poco premeditados, y no como un acto calculadamente deliberado del autor. En todo caso, el ideal puede ser recíproco, y estimulante: si desde ahora los lectores advertidos podrán leer el suplemento como las páginas de un libro ulterior, los colaboradores lo redactarán con la difusa percepción de estar escribiéndolo.
Respondiendo a ese ideal de la informalidad, Leonardo Moledo organizó en el año 2001 el primer café científico. El tercer martes de cada mes se convocó a uno, dos o tres científicos argentinos para que conversaran del modo más libre con una concurrencia habilitada para hacer cualquier pregunta. El diálogo se publicaba el sábado siguiente en el suplemento. La transcripción quería conservar la estructura y la oralidad informal de los encuentros. En octubre de 2006, Leonardo Moledo y Martín De Ambrosio publicaron El café de los científicos (sobre Dios y otros debates), un libro de la colección Claves para Todos, de la editorial Capital Intelectual, que recogía aquellos diálogos; y al año siguiente De Ambrosio compiló una secuela: El café de los científicos II (de Einstein a la clonación).
El biólogo Raúl Alzogaray, colaborador habitual del suplemento, publicó en 2008, en la misma colección, una recopilación de sus crónicas escritas originalmente para Futuro: No te comerás a tu prójimo (16 enigmas explicados por la ciencia). Pero también incluyó algunas crónicas en sus otros libros: Una tumba para los Romanov (y otras historias con adn), de la colección Ciencia que Ladra, editorial Siglo XXI; El elixir de la muerte (y otras historias con venenos), en la misma colección; y su Historia de las células, en la colección Estación Ciencia, de la editorial Capital Intelectual.
En la misma colección, las crónicas del periodista científico Mariano Ribas, coordinador del área de Astronomía del Planetario de la Ciudad de Buenos Aires y colaborador pertinaz del suplemento, en el que tiene más de trescientos artículos firmados, informaron su Historia de las estrellas.
Esteban Magnani, divulgador y docente, colaborador habitual de Futuro, compiló en dos tomos publicados en la colección Claves para Todos de la editorial Capital Intelectual, las crónicas que había publicado antes en el suplemento: Ciencia para leer en bicicleta I y II. Y junto a Leonardo Moledo publicó en la misma editorial otros dos tomos de un libro que acaba de reeditarse: Diez teorías que conmovieron al mundo.
Alguno de los ensayos de La fórmula de la inmortalidad, editorial Seix Barral, del escritor Guillermo Martínez –El experimento de la conciencia, a propósito de un libro de David Lodge– también fue publicado originalmente en Futuro.
Junto a Ileana Lotersztain, Federico Kukso publicó en 2007 un libro en la editorial Iamiqué, El baño no fue siempre así.
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