Sáb 14.11.2009
futuro

EN EL DIA INTERNACIONAL DE LA DIABETES

Las múltiples caras de una enfermedad

La humanidad conoce a la diabetes mellitus desde hace más de 3000 años; sin embargo, la enfermedad –lejos de estar dominada– amenaza con expandirse sin control. Las últimas cifras de la Argentina y el mundo son contundentes. Curioso. Esto ocurre cuando ya existen los insumos y las prácticas necesarias para evitar o frenar sus complicaciones.

› Por Jordana Dorfman

Mody, LADA, gestacional, tipo 1, tipo 2, son los nombres de diversas clases de diabetes mellitus. Porque la diabetes no es una, son varias. No las une precisamente el amor sino la glucosa, esa variedad de azúcar que proviene de la ingesta de distintos carbohidratos (como harinas, dulces o arroz) y que se queda pegoteada a los glóbulos rojos como consecuencia de la enfermedad. Es que no logra entrar a las células del cuerpo para proveerlo de energía. Esto sucede por la ausencia o deficiencia de insulina, la hormona que –generada por el páncreas– es la responsable de habilitar la entrada de la glucosa en los tejidos. De este modo, la glucemia (es decir el nivel de azúcar en la sangre) permanece por arriba de sus valores normales.

En muchos casos –y en particular en la tipo 2, la más común–, la glucemia puede mantenerse alta por ciertos períodos de tiempo sin llegar a generar síntomas contundentes. Y las manifestaciones de la enfermedad se malinterpretan. Si la persona se siente cansada lo adjudica a su ritmo de vida, si tiene mucha sed lo relaciona con el calor, si baja de peso sin explicación se contenta con no haber tenido que hacer dieta y así pasan los años sin hacer la consulta al médico.

Hasta que luego de cierto tiempo de evolución aparecen las complicaciones. Después de largos períodos de falta de control, tanto por el exceso de glucosa en la sangre así como por procesos químicos que aún se investigan, se generan las temidas y conocidas complicaciones de la diabetes. Pueden verse afectados los riñones, la retina, el sistema nervioso y la circulación sanguínea, entre otros.

Sin embargo, hoy existen los insumos médicos y las estrategias necesarias para que las complicaciones no ocurran, o para frenarlas si se presentan. Pero, a pesar de la existencia de estos recursos, se estima que sólo un 30 por ciento de quienes padecen diabetes –y lo saben– realizan un buen control de su enfermedad. Y no son pocas las personas con diabetes.

EL VALOR DE LA PREVENCION O EL COSTO DE NO PREVENIR

La diabetes es una epidemia, lo que no significa que sea contagiosa. Sucede que está extendida y en aumento en todos los países de los que se tienen datos. La Federación Internacional de Diabetes (FID) presentó las cifras más recientes en una reunión mundial hace menos de un mes. Se calcula que 285 millones de personas en el planeta tienen diabetes, y que afecta a más gente en edad laboral de lo que se creía. En la Argentina, según las estimaciones de la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR) realizada en 2005 por el Ministerio de Salud de la Nación, el 8,5 por ciento –varía por sectores– de los mayores de 18 años tienen diabetes (unos 2 millones de personas). No existen aún en el país estudios amplios que permitan conocer la cantidad de menores diabéticos, pero según una estimación de la FID la incidencia de la tipo 1 está aumentando en los niños y adolescentes, y sugiere un aumento en tipo 2 también observado por pediatras en el país, un nuevo desafío para la medicina.

La FID asegura que las nuevas cifras muestran que la epidemia de diabetes está fuera de control. Y esto tiene sus consecuencias para los países desde el punto de vista sanitario; consecuencias que, si no se controlan, tendrán gran incidencia sobre sus economías. Se calcula que para 2010 el mundo deberá utilizar casi el 12 por ciento de su presupuesto de salud para la diabetes. En tanto, arriba del 70 por ciento de los diabéticos vive en los países más pobres, mientras que el 80 por ciento del gasto en la enfermedad se realiza en los países más ricos. En la Argentina, la ENFR mostró que se presentan más casos de diabetes entre los encuestados de menores recursos socioeconómicos que en los de mayores.

Todas las formas de diabetes mellitus representan un alto costo emocional y económico para quienes las padecen y para su familia. Sin embargo, si no se tratan de forma adecuada el precio a pagar es muchísimo más alto: para la persona, porque verá su salud muy deteriorada; y para el Estado, porque los gastos de hospitalización y tratamiento de complicaciones superan a la inversión necesaria en materia de prevención y control.

En la Argentina, la Ley Nacional 23.753 prevé la cobertura de entre un 100 y un 70 por ciento de todos los medicamentos e insumos necesarios para tratar la diabetes por parte de las obras sociales y sistemas de medicina prepaga; y en caso de carecer de ellas, por el Estado (nacional o provincial). Sin embargo, la ley no siempre se cumple o los pacientes quedan atorados en un sinfín de trámites.

Hace casi tres años y con el objetivo de que se realizara una ampliación en la cobertura que, tal como establece la ley actual, limita la cantidad y tipo de insumos, la Federación Argentina de Diabetes presentó a la ministra Kirchner un amplio trabajo sobre costo-beneficio económico de la prevención y nuevos tratamientos, más allá del obvio bien para la salud de las personas.

Una de las investigaciones que se citan en el documento es la realizada por Cenexa (Centro de Endocrinología Experimental y Aplicada, UNLP-Conicet), donde por primera vez se muestra en el país cómo las estrategias de educación diabetológica y provisión adecuada de medicamentos e insumos influyen no sólo en el mejoramiento de la calidad de vida del diabético sino en los costos de su atención. En este caso se encontró que la asistencia ambulatoria y de prevención logró disminuir en un 28 por ciento las inversiones anuales de atención per cápita.

SE NECESITA ALGO MAS QUE INSUMOS

Una persona con diabetes puede vivir sana y gambetear las complicaciones o frenarlas si se presentan. Para ello debe recibir educación diabetológica y contar con los medicamentos e insumos necesarios; pero no siempre el acceso a una cobertura ideal se refleja en un mejor estado de su salud. El origen de este problema está en la falta de adherencia al tratamiento por parte del paciente. Y el tema se convirtió en el gran punto de atención de los especialistas en el mundo porque es un fenómeno global. Es que si bien existe una gran cantidad de investigaciones que buscan una cura para las diversas diabetes mellitus –muchas de ellas con buenas perspectivas–, por lo pronto, nada indica que se estén obteniendo resultados aplicables en el corto plazo. El gran objetivo hoy es lograr la adhesión al tratamiento.

Fue tema central en la última reunión de la FID y comienza a tomar fuerza en la Argentina. Un punto clave es la motivación de la persona, quien puede verse afectada desde el punto de vista emocional por el diagnóstico y que tiene que aprender a vivir con una enfermedad crónica. Esto implica conocer a fondo su diabetes y la reacción de su cuerpo frente a ella; en definitiva, debe saber cómo actuar ante cada situación cotidiana que pueda hacer variar sus niveles de azúcar en la sangre tanto por arriba como por debajo de lo normal. Pero la adhesión se puede lograr y uno de los puntos clave consiste en la adaptación del tratamiento al propio estilo y ritmo de vida. Y para esto se necesita ayuda (ver “El arte...”).

El hospital Santamarina de Monte Grande (provincia de Buenos Aires) sigue siendo el único en el país donde su Unidad de Diabetes no sólo trabaja con un equipo multidisciplinario que incluye asistente social, profesores de educación física y nutricionista, sino que lleva adelante, desde hace nueve años, un Plan de Alfabetización de Personas Adultas con Diabetes que ya mostró ser efectivo. Ninguno de los pacientes que asisten a sus cursos –que incluyen educación en diabetes– volvió a ser hospitalizado. El doctor Lijteroff, jefe de la unidad y director del comité científico de la FAD, pionero en este enfoque, promueve la formación de grupos de apoyo de personas con diabetes, y la focalización del tratamiento en el diabético y su vínculo con la enfermedad más allá de los medicamentos necesarios.

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