NUEVAS IMAGENES Y MIMOS PARA MIMAS, UNA DE LAS LUNAS MAS RARAS DEL SISTEMA SOLAR
“Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana... Es un período de guerra civil. Las naves rebeldes, que atacan desde una base oculta, tuvieron su primera victoria contra el imperio galáctico. Durante la batalla, espías rebeldes robaron los planos secretos del arma más reciente del Imperio, la Estrella de la Muerte, una estación espacial blindada con poder suficiente para destruir un planeta entero...”
Introducción de Star Wars. (George Lucas, 1977)
› Por Mariano Ribas
A más de mil millones de kilómetros de la Tierra, en pleno imperio de Saturno, la naturaleza parece hacernos un guiño cómplice y juguetón. Allí, una pequeña luna ostenta un cráter completamente desproporcionado para su modesto cuerpito de hielo y roca. La marca de un terrible impacto que, hace cientos o miles de millones de años, pudo haberla destruido por completo. Sin embargo, allí está Mimas, dándonos, quizás, el ejemplo más extremo de supervivencia astronómica de todo el Sistema Solar. De por sí, no es poco. Y como veremos, eso sólo ya nos deja mucha tela para cortar. Pero hay algo más, y hete aquí la parte más divertida del asunto.
Desde hace unas décadas, esta lunita lleva un curioso sobrenombre, un mote con el que la conocen millones de personas: “Estrella de la Muerte” (haga la prueba ahora mismo con una breve búsqueda en Internet). Claro, así se llamaba la terrorífica estación de combate que aparecía una y otra vez en la maravillosa Star Wars. Y mirando las fotos, la verdad es que se parecen. Y bien, hace unos días, la sonda espacial Cassini volvió a sobrevolar a Mimas. Muy de cerca. Y nos envío las vistas más nítidas jamás tomadas de su castigada superficie. Una excelente excusa para echarle una mirada a su historia, a sus misterios, y también, a los orígenes de su curioso apodo.
William Herschel nunca vio Star Wars, pero sí fue el primero en ver a la “Estrella de la Muerte”. En la noche del 17 de septiembre de 1789, el descubridor de Urano (1781) estaba literalmente colgado de su enorme telescopio (de 1,2 metro de diámetro, el más poderoso de la época), observando las inmediaciones de Saturno. Estaba muy entusiasmado porque dos días antes había dado con un nuevo satélite del planeta (Encelado), y tenía esperanzas de encontrar otro más. Después de un rato, y ya algo cansado, decidió poner especial atención en la zona más próxima a los anillos. Y de pronto le pareció ver un escuálido punto de luz, casi rozando el borde externo de los anillos. Tras varias horas de observación, finalmente, Herschel se convenció de que allí realmente había algo. Y como parecía ser el más interno de los satélites del planeta, lo bautizó, simplemente, Saturno I. El nombre Mimas recién llegaría unos años más tarde.
Lo cierto es que, más allá de su período orbital (unas 23 horas), y algunas crudas estimaciones sobre su tamaño, durante los dos siglos siguientes poco y nada se supo de Mimas. Finalmente, en noviembre de 1980, la sonda Voyager 1 (NASA) sobrevoló el sistema de Saturno, y entre otras cosas se hizo un tiempito para echarle una mirada, distante y fugaz, al hallazgo de Herschel. Y lo mismo hizo su gemela, la Voyager 2, en agosto de 1981. Las imágenes eran bastante crudas, pero alcanzaron para delinear los rasgos más gruesos de Mimas. Incluyendo, por supuesto, su sello distintivo.
Las Voyager revelaron que Mimas mide casi 400 kilómetros de diámetro. Y eso lo clasifica como una luna de tamaño medio (Saturno tiene otras mucho más grandes, como Rhea, Japeto y ni hablar de Titán, pero, también, decenas que son mucho mas chicas). Es apenas lo suficientemente grande y masiva como para alcanzar, gravedad mediante, una forma pasablemente esférica. Teniendo en cuenta su aspecto externo y su baja densidad, apenas 1,2 gramo por centímetro cúbico (cosa que se dedujo al comparar su masa con su volumen), los geólogos planetarios de aquel entonces dedujeron que se trataba de una bola de hielo con un pequeño núcleo rocoso (y esa idea persiste hoy en día). Algo muy típico en las lunas de los planetas gigantes.
En cuanto a la superficie, las imágenes de las Voyager mostraron un mundito bombardeado de cráteres. Pero había uno que se destacaba a más no poder: una fosa de 130 kilómetros de diámetro, situada prácticamente en el ecuador de Mimas, y adornada con un complejo “picacho” central (algo muy común en los grandes cráteres del Sistema Solar). Con toda justicia, ese cráter descomunal fue bautizado Herschel. Y hasta el día de hoy ha dado mucho que hablar, disparando cuestiones científicas y otras, bueno, no tanto...
Y sí: resulta que las imágenes de Mimas tomadas por la Voyager 1 llegaron a los medios masivos de comunicación apenas unos meses después del estreno de El Imperio contraataca, la oscura (y aún mejor) continuación de Star Wars (que para nosotros es La Guerra de las Galaxias, aunque sólo por una cuestión de tradición, porque la traducción es bastante desacertada). Ambas películas (y las que le siguieron) desataron uno de los más grandes y curiosos fenómenos culturales de nuestros tiempos. De pronto, un nuevo y maravilloso universo se derramó sobre la cultura pop mundial: extraños mundos, entrañables personajes (humanos, robots y alienígenas), naves espaciales y fabulosas tecnologías. Y sin dudas, uno de los aparatejos más emblemáticos de Star Wars era la “Estrella de la Muerte”, aquella inmensa bola metálica con la que Darth Vader y el Imperio tenían atemorizada a toda una galaxia. Y la verdad es que Mimas se le parecía. Al menos a primera vista, claro: según consta en los “documentos” de la saga, la base imperial medía 120 kilómetros, bastante menos que Mimas. Pero es un detalle. Lo concreto es que para millones de personas astrónomos incluidos la luna de Herschel parecía ser una réplica natural de la estación de combate imperial. La relación entre realidad y fantasía saltó de inmediato. Dicho todo esto, ahora volvamos a las otras cuestiones que nos quedaron pendientes...
Decir que el cráter Herschel mide 130 kilómetros, es decir que tiene la tercera parte del diámetro de Mimas. Es mucho. En realidad, es demasiado: no hay ninguna otra cosa en todo el Sistema Solar que muestre semejante relación. Tomando como ejemplo a la Tierra, estaríamos hablando de un cráter de 4000 kilómetros. Asusta de sólo pensarlo. Los geólogos planetarios coinciden en que la causa del cráter Herschel debió haber sido el impacto de un cometa o asteroide de 5 a 10 kilómetros de diámetro, estrellándose contra Mimas a una velocidad de 30 a 50 Km/segundo. Pero también dicen que se trata de un caso límite: si el objeto impactador y la velocidad de la colisión hubiesen sido un poco mayores, Mimas hoy no existiría. Y sus restos estarían formando otro anillo orbitando alrededor de Saturno.
Después de las legendarias Voyager, pasaron unos cuantos años antes de que otra nave visitara a Saturno y su corte. Finalmente, a mediados de 2004, la Cassini/Huygens (una misión conjunta de la NASA y la Agencia Espacial Europea) se colocó en órbita del planeta anillado. Y desde entonces, allí está. La Cassini ha hecho de todo (incluso, hasta despachar a la subsonda Huygens a la superficie de Titán). Y entre sus aventuras, aquí corresponde mencionar dos sobrevuelos a Mimas, en 2005, que aportaron nuevas imágenes, incluyendo vistas detalladas de fracturas superficiales, que podrían estar asociadas al impacto que originó al cráter Herschel.
A propósito, y hete aquí la novedad: hace apenas dos semanas, el 13 de febrero, la nave tuvo su tercer y más cercano encuentro con Mimas, pasando a sólo 9500 kilómetros por encima de sus castigados y gélidos suelos blancos. Y fue justamente en esa pasada, casi al ras, que obtuvo nuevas, finas, e impresionantes vistas del famoso cráter, como la que aquí vemos. Esa cicatriz, grande y profunda, que casi le cuesta la vida a la verdadera “Estrella de la Muerte”. Que a pesar de todo, ahí está. En cambio, la otra, la de Star Wars, la que el sabio ObiWan Kenobi supo reconocer, aún de lejos, como una monstruosa maquinaria bélica, ya no existe. Porque, como todos sabemos, la destruyeron Luke Skywalker y sus compañeros.
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