Sáb 27.03.2010
futuro

EL HECHO TECNOLOGICO DEL AñO

La Argentina satelital

Si la tecnología satelital eleva el techo de la investigación científica, Argentina da señales de sentirse a gusto trepada a la azotea. Cerca de la sala limpia de Invap, en San Carlos de Bariloche, donde se ensambla el nuevo satélite argentino SAC-D Aquarius, Futuro presenció el anuncio tecnológico del año y dialogó con el canciller Jorge Taiana, el ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, y el director técnico de Conae (Comisión Nacional de Actividades Espaciales), Franco Varotto.

› Por Ignacio Jawtuschenko

Desde Bariloche

Pocas tecnologías han tenido un despertar tan brusco y un desarrollo tan rápido hasta ligarse a lo más cotidiano de la vida, como el de los satélites. Tanto que hasta en la literatura de anticipación –que refleja la tendencia de la imaginación científica– brilló por su ausencia. En la década de 1950 no se concebía ni había realmente interés en la posibilidad de un satélite, sólo se imaginaban vehículos tripulados que se alejaban de la Tierra. En efecto, el 4 de octubre de 1957, el primer Sputnik dejó atónito al mundo. Procedía de la entonces URSS y sus 83 kilos lo hacían ver enorme.

El siglo XX mostraba ya a la tecnociencia en su faz más sofisticada, transdisciplinaria, retorcida por controversias, en el vértice del poder político, industrial y militar y cruzada en las agendas de la diplomacia internacional. Atrás quedaba el progreso científico como era en los siglos XVII y XVIII, resultado de aficionados o científicos pensionados por monarcas o academias.

El SAC-D Aquarius que lanzará la NASA en diciembre es un satélite orquesta. Carga con ocho instrumentos científicos de última generación que reunirán datos acerca de la salinidad de los mares. Podrá monitorear volcanes, tormentas eléctricas, y emitirá alertas tempranas en inundaciones o frente a la expansión de epidemias como el dengue o el mal de Chagas.

Este es el cuarto satélite de la serie SAC (Satélites de Aplicaciones Científicas), y su realización consolida la capacidad tecnológica del país. En su presentación pública Futuro recogió algunas reflexiones.

DEMOLIENDO LA TORRE DE BABEL

–Tiene un valor simbólico fundamental. Es un desarrollo que sintetiza desde la física de Newton hasta la electrónica más sofisticada –manifestó el ministro de Ciencia y Tecnología Lino Barañao.

–Difícil pensar en un artefacto más emblemático de la cultura científica.

–Sí, además es un proyecto integrado, de alta visibilidad, que nuclea a varias instituciones, con una importante cooperación internacional, con impacto social, que permite un desarrollo local y que ubica al país como proveedor de tecnología.

–¿Cuáles son los cambios que pueden advertirse entre la ciencia del siglo pasado y la que viene en el sigo XXI?

–En la Argentina, los premios Nobel son los emblemas del siglo XX. En el siglo XXI la ciencia es menos personalista; los logros son de los equipos –respondió Barañao– y si bien tenemos una gran tradición en ciencia básica que continúa, la ciencia de este siglo tiene un valor económico que tenemos que tratar de aprovechar localmente. Este cambio ya se está dando espontáneamente en la comunidad científica, y nosotros lo acompañamos.

–Ciertamente son pocas las cosas que pueden hacerse de manera individual. Este satélite es resultado del trabajo de argentinos junto a las agencias espaciales norteamericana, canadiense, francesa, italiana y brasileña.

–Sí, estamos revirtiendo el relato babélico. En lugar de hacer una Torre de Babel y entendernos cada vez menos, estamos llegando al cielo con alto grado de entendimiento, con un idioma común, el de la ciencia. Fíjese el clima de entusiasmo cooperativo y las expectativas que se viven hoy acá.

Enseguida tomó la palabra la embajadora de Estados Unidos, Vilma Martínez:

–El tenista Juan Martín Del Potro primero, el golfista Angel Cabrera después, ocuparon con sus triunfos las primeras planas de los diarios de Estados Unidos –arremetió–, pero lo cierto es que hay muchos otros argentinos valiosos, como estos científicos que trabajan al más alto nivel mundial, y que no serán noticia, pero lo merecerían.

–Esto tendría que ser más conocido en la opinión pública –coincidió Barañao–, porque es una tarea que no se valora en su justa medida, pero la Argentina tiene científicos y profesionales que son respetados internacionalmente.

Mientras veía como culminan en Invap la última fase de integración del satélite, el canciller Jorge Taiana –de quien depende la Conae– dijo: “Este avance es una muestra de lo que podemos hacer cuando los argentinos tomamos las decisiones políticas correctas y trabajamos coordinadamente para lograr un objetivo. El alcance de la misión trasciende el desarrollo tecnológico del satélite y sus instrumentos, sus datos serán una contribución a los estudios del clima y el medio ambiente, que estarán a disposición de la comunidad científica internacional.”

El secretario de Ambiente, Homero Bibiloni, se acercó para decir que efectivamente la labor del satélite va a bajar a cosas concretas: “La visión macro que nos proveerá el SAC-D, nos va a dar información para anticiparnos y prevenir: nos permitirá evitar catástrofes, trabajar en aspectos concretos del cambio climático, sistema pesquero, en el plan de fuego, bosques, desertificación y el inventario de glaciares”.

LA MARCA VAROTTO

Nacido en Italia, formado en el Instituto Balseiro y la Universidad de Stanford, Franco Varotto es una leyenda viva en el pequeño ambiente científico argentino, y despliega su hiperkinesis por Bariloche. Dos áreas estratégicas del país, como la nuclear y la espacial, les deben mucho a los hombros de este pequeño gigante que por ahora no figura en Wikipedia.

Desde 1994 a la cabeza de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, logró que la actividad saliera indemne de los embates privatizadores del menemismo que hicieron estragos en otras áreas estratégicas del conocimiento. Y consolidó una política de Estado, abriendo camino en el espacio.

–Doctor Varotto, para terminar, ¿qué es la tecnología?

–No es una pregunta fácil. No tengo una definición. Pero usted tenga presente lo siguiente: si por ejemplo toma un manual de ingeniería, hay un 90 por ciento de personas que lo usan, y un 10 por ciento que lo escriben, sólo ése es el que maneja la tecnología. Es aquello que se necesita para transformar el conocimiento en algo que tenga un impacto socioeconómico. Usted sabe que uno primero hace, y treinta años después se escribe la teoría. Desde que comencé a estudiar, me preocupó el “para qué” del conocimiento y buscar esa respuesta. A mí desde el principio me parecía que faltaba dar el salto a la fábrica de tecnología, como había señalado Jorge Sabato. Generar conocimiento y usarlo. Y nos preguntamos: ¿por qué no lo podemos hacer nosotros acá?

–¿Cuál es el próximo objetivo espacial?

–Es un momento propicio para avanzar y trabajar fuerte en la formación de una agencia espacial regional. En Europa hay dos hechos que muestran cómo se pueden integrar los países y lograr grandes cosas cooperando: el Euratom y la Agencia Espacial Europea. Hacia eso iremos.

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