EL FENOMENO PLANETARIO QUE MANTIENE EN VILO A LOS ASTRONOMOS DE TODO EL MUNDO
En estos días, Júpiter brilla intensamente en el cielo de la alta madrugada. Pero el gigante a rayas ya no es el mismo: durante los últimos meses, un impresionante fenómeno astrometeorológico ha cambiado dramáticamente su rostro: uno de sus dos principales “cinturones” ha desaparecido. Y no es un detalle menor.
› Por Mariano Ribas
Estamos hablando de una inmensa franja de nubes amarronadas, tan larga, que daba la vuelta completa al planeta (recorriendo más de 400 mil kilómetros). Y tan gruesa, que podía tragarse cómodamente a la Tierra. A decir verdad, la desaparición del Cinturón Ecuatorial Sur de Júpiter –tal como se conoce a esta estructura– parece ser un episodio medianamente recurrente en la climatología joviana. Y forma parte de una compleja dinámica atmosférica, que los científicos aún están tratando de descifrar. Exploremos, pues, los detalles, la historia y los misterios de este apasionante episodio de la astronomía planetaria. Y palpitemos, de paso, la enorme expectativa por lo que pueda llegar a pasar: todas las miradas están clavadas en Júpiter.
Para entender mejor y, por qué no, disfrutar más de este fenómeno, hablemos un poco de aquel mundo fabuloso, allí a lo lejos, a casi 800 millones de kilómetros del Sol (cinco veces más lejos que la Tierra).
Desde todo punto de vista, Júpiter es un planeta fuera de serie. Y completamente distinto al nuestro. En pocas palabras, podemos definirlo como una enorme “bola de gas” (casi todo, hidrógeno), de más de 140 mil kilómetros de diámetro. Tan grande, que en su interior cabrían mil planetas como el nuestro. En Júpiter no hay superficie sólida. No hay “suelo”. Lo único sólido allí es su corazón, un núcleo rocoso-metálico (quizás algo más grande que la Tierra), profundamente hundido en gruesas capas de hidrógeno y helio (a distintas presiones, temperaturas y estados físicos, incluyendo, el líquido).
La “superficie” de Júpiter es, en realidad, su súper atmósfera: un manto externo de miles de kilómetros de espesor. Está compuesta en un 80 por ciento de hidrógeno molecular (H2), casi un 20 por ciento de helio, y el resto se reparte entre amoníaco, vapor de agua, fósforo, oxígeno, azufre, metano, etano y muchas cosas más. Y hete aquí lo que más nos interesa: la parte más externa de la atmósfera de Júpiter, la cara que el planeta muestra al espacio es una capa de nubes altas, formadas principalmente por cristales de hielo de amoníaco (a más de 100 grados bajo cero). La velocísima rotación del planeta (unos 40 mil km/hora) y los poderosos vientos jovianos “estiran” esas nubes heladas, formando varias franjas paralelas al Ecuador del planeta. Las franjas claras, prácticamente blancas, se llaman “zonas”. Y las oscuras son los “cinturones”, de colores generalmente amarronados y rojizos (probablemente a causa de la presencia de fósforo, azufre e hidrocarburos).
Las zonas y cinturones de Júpiter parecen formar parte de un complicado ciclo de ascenso y descenso de gases, congelamiento y evaporación, vientos y fenómenos extremos que incluyen colosales tormentas, como la famosísima “Gran Mancha Roja”, un remolino de gases del doble del diámetro de la Tierra (conocido por los astrónomos desde mediados del siglo XVII). Y es justamente en este complejo marco astrometeorológico, donde encaja el espectacular fenómeno que, ahora mismo, está ocurriendo en el planeta más grande del Sistema Solar.
Desde hace siglos, los astrónomos saben que, tradicionalmente, Júpiter ostenta dos franjas principales: el Cinturón Ecuatorial Norte y el Cinturón Ecuatorial Sur, el protagonista de esta historia. Ambos rodean a la blanquecina Zona Ecuatorial del planeta. Y, sin dudas, son los detalles más gruesos que saltan a la vista en cualquier telescopio, por chico que sea. Y es lógico, porque estas oscuras superestructuras nubosas cruzan el planeta de lado a lado (en realidad, lo circunvalan completamente) y tienen un espesor cercano a los 20 mil kilómetros. ¿Podría algo así esfumarse de un día para el otro?
Sí, podría esfumarse, pero no de un día pare el otro: a fines de 2009, muchos astrónomos aficionados notaron que el Cinturón Ecuatorial Sur, también conocido como SEB (por sus siglas en inglés), venía empalideciendo gradualmente. Entre ellos estaban el australiano Anthony Wesley y el filipino Christopher Go, dos colegas que gentilmente nos cedieron las fotos del “antes y después” del fenómeno. Poco más tarde, vino un inoportuno paréntesis en las observaciones: en febrero de este año, Júpiter entró en conjunción con el Sol (es decir, quedó del otro lado de su órbita visto desde la Tierra), y durante varias semanas –antes y después de la conjunción– fue imposible verlo bien. La gran sorpresa llegó en abril, cuando el planeta fue “recuperado”, poco antes del amanecer por los observadores del Hemisferio Sur: “El SEB había desaparecido completamente, y ciertamente no lo esperaba... Júpiter nos ha vuelto a sorprender”, cuenta Wesley, todo un experto en el planeta y uno de los mejores astrofotógrafos planetarios del mundo.
En cuestión de meses, una franja de nubes de 400 mil kilómetros de largo por 20 mil de ancho desapareció de Júpiter, ante los asombrados ojos (y telescopios) de los astrónomos. ¿Por qué? La verdad, no hay certezas. Pero sí hay razonables hipótesis: “No entendemos completamente qué es lo que está pasando –dice Glenn Orton, del Jet Propulsion Laboratory de la NASA–, pero es posible que se hayan formado grandes cirrus de amoníaco en las partes más altas del SEB, nubes que simplemente lo esconderían a la vista”. Según Orton, ese posible brote de nubes de amoníaco tendría que ver, quizá, con cambios en los vientos globales de Júpiter, que habrían arrastrado ese compuesto desde zonas bajas, hasta zonas altas de la atmósfera. En pocas palabras: el cinturón perdido de Júpiter estaría, en realidad, tapado.
El fenómeno es raro y espectacular. Sin dudas. Pero los astrónomos ya lo han visto: lo llaman “Alteración del Cinturón Ecuatorial Sur”. Y ocurrió 16 veces desde 1901, con intervalos bastante irregulares (de entre 3 y 15 años). La última gran desaparición del SEB fue entre 1992 y 1993 (en 2007 hubo un episodio menor, que no llegó al desvanecimiento completo). Claro, decir que hubo varios episodios previos es decir, también, que el cinturón volvió a formarse. De algún modo, esa franja –situada entre los 8 y 20 grados de latitud Sur– se regenera. O, si tomamos la idea de Orton, se despeja de las nubes blancas y heladas que lo tapan. Evidentemente, el SEB es una de las áreas más activas del planeta. De tanto en tanto, la colosal franja rojizo-amarronada empalidece lentamente, hasta desaparecer. Y tras varios meses vuelve a formarse. En pocas palabras, y teniendo en cuenta eventos anteriores, el proceso es así: primero, en la misma región, comienzan a aparecer grandes manchas blancas y parches de materiales oscuros. Y luego, con el correr del tiempo, el viento y la veloz rotación del planeta van desparramando esos materiales, hasta regenerar completamente al cinturón.
Todo indica, entonces, que estamos en plena etapa de transición entre la desaparición y la reaparición del SEB. Mientras tanto, en estas madrugadas, poco antes de la salida del Sol, Júpiter luce muy extraño en el ocular de nuestros telescopios. No sólo le falta una de sus emblemáticas “rayas”, sino que, además, su Gran Mancha Roja, huérfana del cinturón que la abrazaba, aparece aislada. Y más prominente que nunca. ¿Cuánto durará esta transición? Nadie lo sabe. Pueden ser semanas, o meses. O todo un año. Pero teniendo en cuenta episodios anteriores (como el de 1992/93, o 1973/75), los expertos piensan que lo mejor está por venir: el proceso de regeneración del cinturón sería mucho más espectacular que su desvanecimiento. “Este es un gran evento y todos estamos monitoreando la situación muy de cerca, cualquiera podría ser el primero en detectar el retorno del Cinturón Ecuatorial Sur”, dice Orton, que es astrónomo profesional. “Estamos muy atentos para ver algo que promete ser especialmente dramático”, dice Wesley, que es astrónomo aficionado. La expectativa es la misma. El entusiasmo es el mismo. Y se entiende, porque algo grande está pasando en Júpiter. Por si fuera poco, durante los próximos meses el planeta estará en inmejorables condiciones para observarlo: en septiembre tendrá su mejor acercamiento a la Tierra en muchos años (una “oposición” ideal). Fabuloso. Todas las miradas a Júpiter: es uno de esos grandes momentos que hace de la astronomía una ciencia viva y emocionante.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux