A PROPOSITO DE LOS CHICOS CRIADOS POR PAREJAS HOMOSEXUALES
A partir de pasado mañana ya van a ser una realidad los casamientos entre personas del mismo sexo. La reforma del Código Civil que lo permite trajo grandes discusiones sobre el lugar que ocuparían los chicos de o adoptados por tales parejas. En esta nota, como dice el título, se analizan los prejuicios y evidencias científicas alrededor de este tema.
› Por Esteban Magnani
Uno de los principales argumentos en contra de que se permita el matrimonio entre personas del mismo sexo, en la Argentina y en el mundo, es que hay que defender a los niños de las consecuencias que en ellos tendría semejante modelo familiar. Lo que nunca termina de quedar claro es cuáles podrían ser esas consecuencias, aunque uno puede imaginar que el problema sería que esos niños estarían deprimidos y avergonzados. La conclusión parece ignorar que existen muchos modelos familiares además del “ideal” padre-madre-hijos (desde madres solteras hasta niños cuidados por tíos, pasando por toda clase de variantes) y que lo determinante no parece ser este rasgo para un buen desarrollo del individuo.
Pero más allá de los prejuicios positivos o negativos sobre el tema de las parejas homosexuales que crían niños, hay estudios que permiten sacar algunas conclusiones en base a evidencias más firmes. Una vez más, la realidad avanza sobre los prejuicios aportando datos para evaluarlos con evidencia concreta.
Un estudio iniciado en 1986 y publicado recientemente en la prestigiosa revista de los EE.UU. Pediatrics, dirigido por la psiquiatra Nanette Cargtrell, de la Universidad de California, y Henry Bos, de la Universidad de Amsterdam, analiza el desarrollo de 78 niños nacidos en el seno de parejas de lesbianas en las que una de ellas realizó un tratamiento de inseminación artificial. Las madres fueron entrevistadas durante el embarazo y los niños, que actualmente tienen entre 18 y 23 años, fueron entrevistados a la edad de 2, 5, 10 y 17. Sus madres también recibieron cuestionarios.
El primer resultado indica que estos niños y adolescentes superan el promedio en los tests académicos y obtienen mejores resultados en áreas como los comportamientos violentos, un primer indicio de que, al menos en estos campos, las parejas homosexuales pueden favorecer un buen desarrollo. En áreas sociales, estos niños superaban en autoestima a sus pares con modelos familiares más aceptados. Los resultados no variaron según los chicos supieran o no quién era su padre biológico.
Los investigadores no encontraron una explicación clara para justificar el mejor desempeño en el campo académico, pero creen que las parejas homosexuales tienden a dar una importancia mayor a la paternidad que el promedio de las heterosexuales, en las que los niños pueden simplemente concebirse sin haber sido planificados. Ya existían estudios que indicaban que, obviamente, la atención de los padres ayuda a su mejor desarrollo psicológico, algo que parece ser más determinante que la conformación parental.
Por otro lado la discriminación que las madres sufrieron probablemente las condiciona a acompañar mejor a sus hijos cuando pasan por situaciones similares, lo que redunda en una mayor confianza por parte de los niños y en una necesidad de madurar más temprano. Es que el 41 por ciento reconocía haber sido víctima de algún tipo de discriminación o acoso debido a su entorno familiar. Sin embargo, Cargtrell percibe una mejora en este sentido en los últimos años.
Otro dato llamativo es que si bien los porcentajes de parejas hétero y homosexuales que se separan son similares (50 por ciento y 56 por ciento respectivamente), mientras entre las primeras casi siempre son las madres las que se quedan con los niños, en el segundo el 70 por ciento de las parejas comparte la custodia.
El estudio resulta clave en los EE.UU., donde sólo en algunos Estados está permitido a las parejas homosexuales y a los solteros adoptar niños. Esto no ha impedido que según los censos nacionales existan unos 270.000 niños criados por parejas del mismo sexo y el doble por un padre homosexual.
Las organizaciones que se oponen a que los niños convivan con parejas del mismo sexo, sobre todo religiosas, rechazaron el estudio por considerarlo intencionado, poco objetivo y hasta que “desafía el sentido común y la realidad”. Uno de los principales argumentos es que fue financiado por organizaciones gay y lesbianas como la Gill Foundation y la Lesbian Health Fund.
El estudio complementa y continúa de alguna manera otro realizado en 2004 en la Universidad de Virginia sobre un universo de 12.000 adolescentes, entre los que contaron 44 criados por parejas de mujeres. El resultado de entonces fue que no se encontraban diferencias entre este grupo y el promedio en cuestiones como depresión, ansiedad o autoestima y en ambos coincidía el porcentaje de los que habían iniciado su vida sexual (34 por ciento). Por otro lado, la cantidad de adolescentes que reconocieron sentirse atraídos por personas del mismo sexo fue demasiado baja en ambos casos como para sacar alguna conclusión al respecto. Lo principal de este estudio fue que no hay motivos para considerar que las parejas homosexuales no pueden brindar un buen hogar a sus niños.
En este caso, como en otros, estudios comprensivos permiten comenzar a separar la evidencia concreta del prejuicio, una de las tareas fundamentales de la ciencia y su método.
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