UN NUEVO MATERIAL PARA EL DESARROLLO
Las sucesivas eras de Piedra, de Cobre, Bronce, Hierro, Carbón, Petróleo, hasta la Era Atómica, no son más que el trazo a mano alzada que el progreso humano escribe en el tiempo a partir del uso, explotación y aplicación tecnológica de diferentes recursos. Metalúrgicamente hablando, hay indicios de una nueva alborada: la era del litio.
› Por Ignacio Jawtuschenko
Para la tecnología, el litio es la fiebre. Como el oro y los metales preciosos lo fueron para los conquistadores del Perú. Ante su relativa escasez, los barones de la alta tecnología y las principales automotrices hacen pública su preferencia por el litio, que si bien en sí no es una fuente de energía, es esencial en el desarrollo de baterías de almacenamiento eléctrico (en celulares, notebooks, satélites, automóviles) para este futuro próximo cada vez más dependiente de fuentes de energía renovables.
Es que la proliferación viral de las nuevas tecnologías que modifican la textura del mundo sólo oculta la absoluta dependencia que esta modernidad tiene con los recursos minerales, los metales y los combustibles fósiles. Como dicen los geólogos: lo que necesitamos, si no se cultiva, hay que extraerlo del suelo.
El valioso litio es un elemento químico de la familia de los metales alcalinos y es extraído del agua del salar. A través de un proceso simple de bombeo y evaporación, se logra la precipitación de distintas sales, quedando un residuo enriquecido de litio, cuyos valores de concentración se calculan en alrededor de 300 gramos por tonelada de salmuera.
Pero más allá de la pura química en torno del litio hay cuestiones geopolíticas, económicas y ambientales que requieren debatirse. Las baterías de litio ion fueron una idea que desde la Universidad de Binghamton en el año 1970 se le propuso a Exxon. Su recargabilidad se descubrió en el año 1982 en el Instituto de Tecnología de Illinois. El litio es el metal más liviano (el tercer elemento en la Tabla Periódica), tiene el mayor potencial electroquímico y proporciona la mayor densidad de energía. Las baterías recargables que usan litio son capaces de proporcionar tanto una elevada tensión como una excelente capacidad, produciendo una densidad de energía alta. En 1991 Sony comercializó la primera batería de litio ion y revolucionó la industria electrónica de los equipos portátiles, luego le siguieron otros fabricantes.
Hoy en día, las baterías de li-ion son las que más se comercializan. “Se calientan poco y desplazaron a las de níquel cadmio”, explica el químico Juan Collet del Departamento de Materiales de la CNEA. Para él, el litio es sinónimo de energía en el espacio, ya que “por reglamentación, todas las misiones satelitales tienen que usar celdas de litio ion, que son más livianas y menos peligrosas que las anteriores de hidrógeno níquel” y en los futuros reactores nucleares a fusión, “porque se utiliza como transportador de energía y como refrigerante”.
La historia de este elemento se remonta al universo primitivo. El litio –el núcleo de litio– es el misterioso tercer jinete del Big Bang, que junto al helio y al hidrógeno serían los elementos primordiales, producidos por síntesis nuclear tras el primer estallido y los primeros segundos del universo. Su etimología viene del griego y significa “piedrecita”.
Y hablando del Big Bang, la Argentina podría encaminarse a una gran explosión productiva de su mano, dado que cuenta con la tercera reserva del mundo y es uno de los vértices del triángulo que Forbes llamó “la Arabia Saudita del litio”.
El país ocupa el tercer lugar en importancia en cuanto a reservas mundiales de este petróleo blanco, que se estiman en once millones de toneladas métricas (tnm), detrás de Bolivia, que concentra el 50 por ciento en el salar de Uyuni, y Chile, que tiene el 25 por ciento con el salar de Atacama. En total, las salinas de la Argentina, Bolivia y Chile concentran el 85 por ciento de las reservas mundiales del mineral, y según adelanta el biólogo Rodolfo Tecchi, director de la Agencia Nacional de Promoción Científica, “el país tiene la oportunidad para participar en la próxima revolución industrial, y frente a este recurso, salir del rol de mero proveedor de materia prima. El litio puede constituirse en un punto de inflexión en el modelo de explotación minera a partir del desarrollo de tecnología de punta”.
Es cuestión de hacer cuentas. La tonelada de carbonato de litio cotiza hoy a unos seis mil dólares, en el 2003 cotizaba a 350 dólares. Una batería de litio se fabrica con cinco kilos y cuesta unos 25 mil dólares.
Pero no es la primera vez que el litio camina por el trampolín hipotético del desarrollo nacional. Ya en la década del ’50 Ronald Richter al frente del Proyecto Huemul utilizó litio como reactivo en sus experimentos. Y si bien embarcaba al país en el sensacional fraude del dominio de la fusión nuclear, el descubrimiento del fraude dejó implantado el germen de la temprana investigación nuclear argentina.
¿Qué hace rico a un territorio? ¿La mera contemplación de los recursos naturales o la posibilidad de una explotación amigable, para desarrollar una industria?
A la par de las potencias mundiales que lo consideran un recurso estratégico, la provincia de Jujuy fue la primera en pisar fuerte. Mediante el Decreto Acuerdo Nº 7592 del 2 de marzo pasado, declara de interés las reservas minerales que contengan litio poniendo el acento en la protección ambiental de sus ecosistemas sumamente frágiles y crea un comité científico que deberá analizar cada proyecto de exploración y explotación de litio.
La ventaja aparente es que esas reservas se localizan en forma de salmueras en Jujuy, Salta y Catamarca, sin necesidad de exploración subterránea, lo cual permite que su explotación sea eficiente y amigable con el medio ambiente.
El primero en vislumbrar el potencial del litio en la Puna fue Luciano Catalano en la década de 1920, que tuvo el mérito de advertir el valor del litio de los salares, mucho antes de la fiebre de las baterías para celulares y notebooks. Catalano es casi un desconocido para la historia de la ciencia argentina, que se doctoró en química, se especializó en geología y mineralogía, y al que se le deben los primeros trabajos sobre hierro en Zapla, uranio en Córdoba y los boratos de la Puna. Tiempo después, en 1964 publicó un trabajo anticipatorio “El litio: una nueva fuente de energía natural”, donde mapea los yacimientos de litio, avizora posibles usos futuros, el rol del Estado y las empresas.
El énfasis lo pone en que los “minerales estratégicos” deben recibir “valor agregado” en el país, para “crear riqueza social, capacidad técnica, y no exportar mera materia prima, lo cual genera pobreza y atraso”. Sin dudas, una disyuntiva contemporánea es ser exportadores a granel de la commodity del futuro o desarrollar una nueva industria de energía. ¿Qué vale más: una tonelada de litio o un kilo de batería?
Algunas respuestas tal vez se arriesguen los próximos 28 y 29 de abril en San Salvador de Jujuy en el primer seminario que organizan los ministerios nacionales de Ciencia y Tecnología e Industria y el gobierno de Jujuy, con expertos de Conicet, UBA, Conea, Invap, Universidad Nacional de Tucumán y de la Corporación Minera de Bolivia. Prometen analizar en profundidad la posibilidad cierta de que el sistema de ciencia y tecnología argentino se incorpore o no a esta “carrera” por el conocimiento y manejo de las tecnologías de industrialización de litio.
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