› Por Gabriel Stekolschik
Llevan ya algún tiempo relegados en la jerarquía social esperando la oportunidad para dejar de ser espectadores. Aguardan la ocasión para alcanzar el status que les otorgará el dominio del territorio y, con ello, la exclusividad para el apareamiento. De alguna manera saben que, más temprano que tarde, eso va a suceder. Porque no es poco frecuente en la naturaleza que un predador o un cambio en las condiciones del ambiente se cobren la vida del macho dominante que los subyuga. Mientras tanto, se alistan para ese momento.
¿Es posible que la probabilidad de ascenso social dispare en el organismo del individuo mecanismos fisiológicos que lo preparen para ese evento? Esta fue una de las tantas preguntas que se hicieron los integrantes del Laboratorio de Neuroendocrinología y Comportamiento (LNC) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires para emprender la investigación cuyos resultados –obtenidos con la colaboración de científicos de la Universidad de San Pablo, Brasil– fueron publicados hace pocos días en la revista científica Physiology & Behavior.
Conocido popularmente como “chanchita”, Cichlasoma dimerus es un pez de la familia de los Cíclidos que habita en las cuencas de los ríos Paraná y Paraguay.
Se trata de una especie que puede mantenerse fácilmente en un acuario y que se reproduce con una alta frecuencia. Además, presenta un complejo sistema social y comportamientos reproductivos relativamente estereotipados. Estas características la convierten en un modelo ideal para estudiar en el laboratorio los efectos del contexto social sobre la conducta reproductiva.
Se sabe que las chanchitas cuidan a sus crías, que son territoriales y que el acceso a las hembras para el apareamiento es patrimonio exclusivo del macho dominante de la población. También es conocido que el tamaño de los individuos –y, por lo tanto, su fuerza– es el factor más importante en el establecimiento de las jerarquías, lo cual es consistente con el hecho de que la posición social se establece mediante interacciones agresivas que, entre otras cosas, incluyen el contacto físico.
Estudios previos en otros Cíclidos habían demostrado que durante el ascenso social aumenta la velocidad de crecimiento corporal. También, se había comprobado que los machos subordinados no pierden la capacidad de reproducirse, sino que la tienen inhibida. Algunas de estas investigaciones adjudican esa inhibición a que estos individuos tienen en su sangre altos niveles de cortisol, una hormona que aumenta con el estrés –que sería provocado por las interacciones agresivas– y que interrumpe la función reproductiva.
“Hasta ahora, los estudios fisiológicos en Cíclidos consideraban a todos los individuos subordinados por igual, como si se tratara de un gran grupo con características similares. Nosotros decidimos analizar qué sucedía dentro de ese gran grupo y observamos que la variabilidad en los parámetros hormonales y en los comportamientos era muy grande”, informa el doctor Matías Pandolfi, investigador del Conicet y director del LNC. “A partir de esos resultados postulamos que la dominancia también existe entre los machos subordinados, es decir, que entre los subordinados también existe un conflicto social.”
Durante el período reproductivo y a través de combates individuales, las chanchitas establecen las jerarquías sociales. Después de la lucha, el grupo de individuos de menor rango queda distribuido por fuera del territorio de reproducción, pero en sus cercanías, aguardando a que el lugar quede vacante.
Uno de los logros del trabajo llevado a cabo en el LNC fue cambiar la caracterización de las jerarquías sociales: “Las categorías ‘Dominante’ y ‘no-Dominante’, tradicionalmente utilizadas para describir el status social de los individuos de otras especies, no resultaron adecuadas en este caso, porque esta especie presenta una jerarquía lineal entre los individuos no dominantes”, señala el biólogo Felipe Alonso, becario del Conicet y primer autor del estudio.
Los investigadores decidieron explorar si estas diferencias de jerarquía entre los individuos no dominantes tenían alguna correlación con ciertos parámetros morfológicos y fisiológicos.
Así, comprobaron que cuanto mayor es el tamaño del macho más alto se encuentra éste en la escala social. También encontraron que la jerarquía social de los machos no reproductivos está positivamente correlacionada con el tamaño relativo de los testículos y con el contenido de FSH, una hormona que estimula la producción de espermatozoides.
Por otro lado, observaron que cuanto más cortisol tienen en la sangre el status social de estos organismos es menor. “Lo más llamativo de este estudio fue comprobar que los individuos no reproductivos de mayor jerarquía tienen su fisiología reproductiva mejor preparada para reproducirse rápidamente que los de menor jerarquía”, opina Alonso.
“Esto sugiere que, de alguna manera, estos animales perciben su posición jerárquica relativa e invierten energía para prepararse para la reproducción de acuerdo con sus probabilidades de ascenso social”, completa Pandolfi.
En otras palabras, los individuos de mayor jerarquía se perciben como sucesores inmediatos del macho dominante e invierten energía en la maduración de su sistema reproductivo, en la defensa del territorio y en las interacciones agresivas, mientras que los de menor jerarquía concentran el gasto de energía en su crecimiento corporal para, de esta manera, tener la oportunidad en algún momento de ascender en la escala social.
Según los investigadores, “los resultados dan cuenta de un mecanismo adaptativo presente en los machos no reproductivos que representa una respuesta fisiológica anticipatoria a la oportunidad de ascenso en el status social”. El estudio también se ocupó de las hembras. Pero, si bien entre “ellas” también existen jerarquías, los resultados no muestran correlación entre el grado de dominancia y las variables morfológicas y fisiológicas antes descriptas. “Esto sugiere que no hay inhibición reproductiva en este sexo a nivel fisiológico y que todas las hembras parecerían estar listas para la reproducción”, indica Pandolfi.
Así como se experimenta con animales para, por ejemplo, encontrar una vacuna o un antibiótico que sirvan para prevenir o tratar enfermedades humanas, los trabajos que analizan la conducta social de ciertas especies también pueden estar dirigidos a interpretar –e, incluso, predecir– el comportamiento de las personas en una sociedad.
En este punto, los especialistas de las ciencias sociales –sociólogos, psicólogos y antropólogos– son muy críticos ante la posibilidad de trasladar las conductas animales al dominio humano. Sin embargo, algunas líneas de investigación utilizan como modelo de estudio a animales que sostienen comportamientos sociales complejos para evaluar los efectos en la conducta de drogas psicotrópicas, como antidepresivos, ansiolíticos y antipsicóticos.
Campos del saber relativamente nuevos y con una perspectiva interdisciplinaria, como la sociobiología, permiten consensos entre los investigadores que llevan a que, por ejemplo, los conceptos de “sociedad” y de “personalidad” puedan ser utilizados tanto en el estudio del comportamiento de los animales como en el de los seres humanos. No obstante, cabe preguntarse si los resultados de un estudio en peces pueden trasladarse al ámbito de las personas.
“Yo creo que sí”, responde Pandolfi, e inmediatamente aclara: “El hecho de que no-sotros expliquemos los mecanismos fisiológicos por los cuales se puede dar una interacción social no quita que haya cosas que se puedan explicar desde otras disciplinas. No es que pretendamos explicar todo”.
Según el investigador, “muchos comportamientos estereotipados son una respuesta a una cadena de reacciones fisiológicas, que las tienen tanto los animales no humanos como los animales humanos. En muchos aspectos, los sistemas fisiológicos de un pez no son muy diferentes a los de los humanos. Por ejemplo, se sabe que, al igual que en estos peces, ante situaciones de estrés, en los seres humanos aumenta la cantidad de cortisol circulante y esto inhibe al sistema reproductor. De hecho, los problemas de fertilidad suelen darse en las grandes ciudades...
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