Sáb 15.09.2012
futuro

TESTIMONIO DE UN ASTRONOMO AMATEUR

El día en que la Luna eclipsó a Júpiter

Crónica e imágenes del fenómeno que el sábado 8 de septiembre tuvo en vilo a los astrónomos amateurs de Argentina y buena parte de Sudamérica. Un muy raro eclipse que no se veía desde 1998 y que, además, ocurrió a plena luz del día.

› Por Mariano Ribas

La astronomía tiene momentos en los que el vértigo y el nerviosismo toman el control. Y de pronto, una rara euforia nos invade. Todo eso pasó en la mañana del sábado pasado, cuando una perfecta alineación visual entre Júpiter, la Luna y esta parte de la Tierra dio lugar a un raro eclipse que tuvo en vilo, especialmente, a los astrónomos amateurs de Argentina y países vecinos. Muchos durmieron poco, y mal, esperando con impaciencia algo que habían visto por última vez en 1998. Lo que sigue es una crónica de aquella mañana que empezó muy mal, y terminó muy bien. Y un puñado de imágenes que dan testimonio de “el día en que la Luna eclipsó a Júpiter”.

LA PEOR MADRUGADA...

La noche del viernes 7 de septiembre no podía ser peor. Después de toda una semana de nubes y lluvias, el pronóstico meteorológico hablaba, por fin, de cielo parcialmente nublado para la mañana del sábado. Y ahí estaban puestas las fichas de muchos observadores aficionados. Sin embargo, ya pasada la medianoche, y a pocas horas de la ocultación de Júpiter por la Luna, el cielo de Buenos Aires y alrededores continuaba cerrado. Lejos de rendirse, y a contramano del sueño de familiares, amigos y vecinos, los amantes del cielo se juntaron (virtualmente) en las redes sociales, compartiendo la tensa vigilia. Incluso, cruzando pronósticos: “Para matar la ansiedad, entré en varias páginas meteorológicas, pero los datos no era alentadores”, dice Pablo Fiszelew, ingeniero electrónico (UBA), que abraza la astronomía como su pasión. “Tenía tres pronósticos: que el cielo se iba a despejar justo a tiempo; que no despejaría en toda la mañana, y que habría un despeje ocasional, seguido por más nubes... una lotería total”, recuerda Ariel Kachuka, de la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía, la agrupación amateur más importante del país. Durante la madrugada, Kachuka lanzó su pronóstico “promediado” en Facebook: “Tenemos un 50 por ciento de chances”. A esa altura, sonaba maravilloso. Entre mensajes de ida y vuelta, llegó la peor noticia: a las 4 de la mañana lloviznaba en varios lugares. “A esa hora decidí irme a casa, y no quedarme más en el observatorio”, cuenta el experimentado astrofotógrafo. Faltaban 4 horas para la ocultación. Marco Ribas, un nene de 7 años, dormía profundamente en su casa de Boedo. Su padre le había prometido despertarlo, bien tempranito, para ver cómo “la Luna tapaba a Júpiter”. Y por eso, el papá de Marco estaba doblemente preocupado.

JUSTO A TIEMPO

Pero todo cambió de golpe: minutos antes de las 7 de la mañana, un fuerte viento comenzó a quebrar y a dispersar el pesado manto de nubes que cubría la región. “Antes de irme a dormir, le pedí a mi amigo Mariano Ribas, decidido a hacer guardia, que me enviara un mensaje si se despejaba... ¡y ese mensaje llegó y me despertó a las 7.17!”, cuenta Fiszelew. Hacía 15 minutos que había salido el Sol, y Júpiter aún podía verse a simple vista, a sólo 1/4 de grado de la Luna (en cuarto menguante). Apenas unos minutos después de levantarse, Fiszelew tomó con un teleobjetivo la foto que aquí compartimos. Y luego armó su telescopio, en el balcón de su piso 19, en Palermo. Kachuka también se levantó como un rayo ante el abrupto despeje: “Como la ocultación se nos venía encima, armé los equipos más básicos que tenía”. En el barrio de Boedo, mientras tanto, quien esto escribe ya estaba en su terraza con dos telescopios (uno para observar, y otro para fotografiar). Más lejos, en Oro Verde, Entre Ríos, César Fornari luchaba contra el tiempo y algo más: “La mañana era tan húmeda que la cúpula de mi observatorio goteaba sin parar, tanto que tuve que poner un trapo sobre el telescopio”, cuenta este especialista en cometas y astrofotografía, vinculado con la Asociación Entrerriana de Astronomía. “Era muy raro estar allí, con el Sol en lo alto –dice Fornari– y ésta es la mejor foto que tomé.” Allí está su imagen. Sí, era pleno día. Y eso hacía aún más especial y desafiante el registro del raro fenómeno.

ASTRONOMIA EN ACCION

“¡Mamá, la Luna va a tapar a Júpiter!”, gritaba Marco, que acompañaba a su papá, saltando, corriendo, y mirando por el telescopio, en la terraza de Boedo. A las 7.48, a sólo 25 minutos del fenómeno, padre e hijo tomaron la foto que abre esta nota (publicada en Spaceweather, una famosa página especializada de Internet). A las 8.13, con un cielo azul y el Sol brillando a pleno, llegó el momento culminante: el borde de la Luna tocó (aparentemente) el disco a rayas de Júpiter. La imagen en el ocular era fantástica: dos mundos “pegados”, dos mundos alineados perfectamente. Y con las escalas completamente alteradas: por culpa de las distancias, el planeta gigante (143.000 km. de diámetro) lucía casi 50 veces más chico que nuestro satélite (3476 km. de diámetro). Uno, a más de 700 millones de kilómetros de la Tierra. La otra, a tan sólo 400 mil kilómetros. Y además, moviéndose: durante poco más de un minuto, la Luna fue cubriendo el disco joviano. Ahí está la magnífica foto de Ariel Kachuka como testimonio. Todo en “tiempo real”: lo que se veía era el movimiento de nuestro satélite alrededor de la Tierra. Astronomía en acción. A las 8.15, el planeta ya había sido ocultado. Y tal como estaba previsto, volvió a asomarse a las 9.36, por el borde oscuro de la Luna. Los telescopios lo mostraban con mucha dificultad, dada la intensa luz diurna (ver foto final). Las nubes volvían a la carga, y al rato taparon todo. Pero ya poco importaba. El 28 de noviembre, el fenómeno se repetirá, pero de noche. Aun sabiendo eso, y ya a una semana de “el día en que la Luna eclipsó a Júpiter”, los nervios, el vértigo, la emoción, y la alegría que vivimos, siguen a flor de piel.

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