Sáb 23.02.2013
futuro

EVOLUCION NEGATIVA Y GENES OLVIDADOS

Nuestro olfato está menguando

› Por Martin Cagliani

El ser humano dedica alrededor de un 3 por ciento de su genoma al olfato, casi como cualquier otro mamífero. Pero no se agranden, que alcanza con mirar a cualquiera de las mascotas que tengamos cerca, también mamíferos, para que nos superen ampliamente. El perro, sin ir más lejos, tiene una capacidad olfativa un millón de veces superior a la nuestra. Entonces, esto nos crea a una paradoja. ¿Cómo es que tenemos tantos genes destinados al olfato y somos de los peores de la naturaleza?

Cuando los genetistas estudiaron nuestro genoma a fondo descubrieron que trescientos de esos, más o menos, mil genes destinados al olfato han quedado totalmente disfuncionales por mutaciones que han alterado su estructura más allá de cualquier reparación posible. Genes que en otros mamíferos siguen funcionando. Si una mutación daña a un gen, puede ser algo peligroso para el organismo, pero si ese gen no hacía nada, tales mutaciones pasarán con sus daños de generación en generación. Ahora bien, si esto sucede, significa que nuestro olfato está evolucionando para atrás.

SILENCIOSO RECORDATORIO EVOLUTIVO

Esos genes, entonces, no tienen uso alguno para nosotros, pero permanecen allí como silenciosos registros de la evolución, unas sobras que nos han legado nuestros ancestros mamíferos. El ser humano, como todos los primates, ha intercambiado el olfato por la vista. Dependemos de lo que nos entra por los ojos, más que de la nariz, y esto se ve reflejado en nuestro genoma. Incluso para los estándares pobres de los primates, nuestro olfato... apesta, y al parecer, según un nuevo estudio publicado en Molecular Phylogenetics And Evolution, con cada generación irá empeorando.

Los autores del estudio han identificado una tendencia en la evolución de nuestra especie hacia una disminución del olfato, tendencia que no parece estar deteniéndose. La selección natural, el motor principal de la evolución, es una calle de doble mano. Evolución no es sinónimo de progreso, sino de cambios, así es que puede ocurrir que se vuelva para atrás, y se pierdan algunos caracteres adquiridos por nuestros antepasados.

Eso ocurrió con los primates, de los que somos parte. Se separaron del resto de los mamíferos hace unos 65 millones de años y se adaptaron a una vida arborícola, donde evolucionó la visión binocular que poseemos. Un tipo de visión que se da cuando los dos ojos están al frente y ambos miran al mismo sitio. Los animales que tienen los ojos a los costados de la cabeza pueden cubrir un rango de visión más amplio, pero para los primeros primates no era necesario ver más, sino ver mejor. Por eso se adaptaron a un tipo de visión que les permitiese medir con exactitud a qué distancia estaban los objetos, a la vez que retornó la visión a colores, una habilidad que los mamíferos habían perdido.

PERDIENDO EL OLFATO

Los organismos más aptos tienen más éxito en reproducirse, así es que las generaciones subsiguientes tendrán una proporción más alta de genes de esos individuos. Eventualmente la mayoría de la población poseerá los rasgos que los hagan más aptos para el entorno en el que viven, y ése será el momento en que se pueda decir que los rasgos se han fijado en esa población.

Pero, ser más apto no significa ser mejor. El que un organismo nazca y llegue a edad reproductiva es algo muy costoso, y si se pueden evitar algunos de esos costos sin sacrificar aptitud, la evolución lo hará. Razón por la que muchos animales que viven bajo tierra han perdido la vista, o mamíferos que viven en el agua, como delfines y ballenas, perdieron el olfato. Simplemente no era útil y consumía energía, que sería mejor gastarla en otro lado. Eso pasó y está pasando con nuestro olfato.

Esta pérdida ocurrió vía selección negativa. Si un rasgo es especialmente perjudicial, entonces aquellos que lo posean morirán o no serán exitosos en reproducirse, por lo que será eliminado gradualmente de la población. Así suelen ser eliminadas las mutaciones desventajosas. Pero si las mutaciones dañan algún gen que es inútil para el organismo, éste se seguirá pasando a las siguientes generaciones. Este proceso se conoce como una relajación de la selección negativa, ya que simplemente no se molesta en quitar ese rasgo malo, y parece ser el proceso que está empeorando nuestro olfato.

Los científicos del estudio antes mencionado estudiaron el genoma de 1301 individuos y descubrieron que los genes asociados con el olfato tenían más mutaciones de las que la selección natural debería permitir, y al parecer la relajación de la selección negativa no parece estar reduciéndose. Es decir, no ha llegado al punto en que dejar esas mutaciones puede empeorar la habilidad del organismo para reproducirse.

Así es que nuestro sentido del olfato seguirá empeorando. Según creen los investigadores, esto sucede porque en nuestra especie el olfato es cada vez menos útil. El sentido más importante para el ser humano es la visión. Una parte importante del cerebro está dedicada a analizar toda la información que entra por los ojos. Visión e inteligencia van de la mano, en nuestro caso, ya que una persona observadora puede utilizar este sentido para resolver crímenes de una forma que parece mágica para otros. Como el método de Sherlock Holmes, que cruzaba toda la información que entraba por sus ojos, con la almacenada en su memoria, de modo que podía interpretar las cosas de una manera que pocos podrían.

La capacidad de Sherlock no es exagerada, es justamente para lo que nuestra visión ha evolucionado. Si bien hoy en día no tenemos tanta necesidad de una capacidad de asociación como la de Holmes, sí lo necesitábamos cuando nuestros antepasados se lanzaron a caminar hace millones de años, ya sea para identificar el rastro de sus alimentos o para descubrir posibles peligros. Como vemos, la visión reemplazó por completo el trabajo que en los demás mamíferos cumple el olfato. Así que, olfato, tienes los días contados.

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