› Por Mariano Ribas
Los exploradores gemelos Spirit –que dejó de funcionar en 2010– y Opportunity –aún vivito y coleando– amartizaron hace una década, con diferencia de tres semanas, en dos puntos del Hemisferio Sur del planeta rojo. Dos sitios bien distintos, separados por unos 5 mil kilómetros: el cráter Gusev y la llanura de Meridiani Planum, respectivamente. Ambos aparatos forman parte del “Programa de Exploración de Marte” de la NASA, una aventura científica que comenzó hace ya medio siglo (sí, medio siglo) con la pionera sonda Mariner 4. Y cuyo protagonista más reciente y famoso es el súper rover Curiosity, que viene explorando el cráter Gale desde el mismo momento de su amartizaje, en agosto de 2012. Curiosity (de quien ya nos hemos ocupado más de una vez en estas mismas páginas) es una versión ampliada y mejorada de Spirit y Opportunity. Es más grande y complejo: mide 3 metros de largo y pesa 900 kilogramos, contra los dos metros y 180 kilogramos de los gemelos. Además cuenta con un set de instrumentos bastante superior. Sin embargo, y a pesar de algunos resultados bastante interesantes, Curiosity aún está lejos de empardar los abundantes y extraordinarios logros de sus ilustres antecesores. Claro, en comparación a ellos, la última maravilla de la NASA es casi un recién llegado a las tierras marcianas. Hay que darle tiempo.
Pero volvamos a lo que más nos interesa. Y también pongamos el asunto en un obligado contexto. Desde hace muchos años, el Programa de Exploración de Marte de la NASA tiene un slogan, tan breve como categórico: “Follow the Water”. Seguir el agua. Ir detrás de los rastros químicos, físicos y geológicos de toda esa agua líquida que Marte –hoy seco, helado y de-sértico– alguna vez supo tener: ríos, lagos y quizás, hasta un océano semiglobal. Esa es la premisa que orienta la proa de todas las misiones contemporáneas al planeta rojo, ya sean naves orbitadoras o aparatos de superficie. Y no sólo de la NASA sino también de la Agencia Espacial Europea (ESA), y otras agencias espaciales que, poco a poco, se van sumando a la aventura marciana. Una aventura que, en definitiva, intenta averiguar cómo era nuestro planeta hermano hace miles de millones de años. Cuán hospitalarios, o no, fueron los ambientes marcianos de antaño para la aparición y de-sarrollo de la vida. Y por supuesto: averiguar si realmente hubo vida. O si la hay ahora mismo (al menos, debajo de su superficie). El agua, es clave en todo este asunto. Y en ese sentido podemos decir que Spirit, y muy especialmente Opportunity, encontraron evidencias a favor de la existencia de agua líquida en el Marte primitivo. No una sino varias. Y muy sólidas.
A pesar de haber llegado primero, y de haber estudiado varias rocas (la primera llamada “Adirondack”, a días de su arribo, el 4 de enero de 2004), Spirit tardó muchos meses en hallar evidencias del agua primitiva. A su compañero, en cambio, le fue mucho mejor. Ya desde el comienzo, Opportunity tuvo la suerte de amartizar dentro de un pequeño cráter (llamado “Eagle”, ver nota principal), y a metros de un afloramiento rocoso. Un lugar y un entorno que, geológicamente, prometían. Y así fue: ya en sus primeros meses de tarea, Opportunity encontró cuatro claros indicios que, con pelos y señales, indicaban que, al menos en ese rincón de Marte, el agua líquida había dicho presente hace miles de millones de años. Veamos:
1. La cámara/microscopio de su brazo mecánico detectó unas pequeñas esferitas de minerales en el interior de varias rocas. Según los científicos de la misión, las “blueberries” –tal como las bautizaron– se formaron a partir de soluciones acuosas.
2. Algunas piedras mostraban incontables y diminutos agujeritos. Al parecer son los huequitos dejados por antiguos cristales, disueltos por el agua líquida circundante, hace 3 a 4 mil millones de años.
3. En algunos casos, los análisis del suelo y de las rocas revelaron la existencia de sales de azufre. Y los geólogos saben que, al menos en la Tierra, esos compuestos suelen formarse en presencia de agua líquida.
4. Opportunity también encontró rastros de un mineral llamado “jarosita”: un sulfato hidroxilado de potasio y hierro que, también, necesita la presencia de agua líquida para formarse.
En suma: tan rápido como en abril de 2004, el robot de la NASA había cosechado cuatro buenas líneas de evidencia. Ninguna absolutamente concluyente por sí sola. Pero en conjunto, parecían formar un bloque probatorio demoledor a favor del agua primitiva en el Marte de antaño. Con los años, este tipo de pistas aparecieron una y otra vez en los kilométricos derroteros de los exploradores gemelos. Y hubo otras, como el repetido hallazgo de arcillas (quizá depositadas por antiguos ríos). Sin olvidarnos, claro, de un gran descubrimiento de Spirit, en 2007: rastros de antiquísimos sistemas hidrotermales. Un enorme hallazgo científico que indicaría que el planeta rojo –al menos en ciertos lugares– contó con dos elementos fundamentales la vida: agua, sí, pero también, fuentes de energía. Pero volvamos al agua, porque faltaba la mejor evidencia...
Así es: en diciembre de 2011, los científicos de la misión anunciaron que Opportunity había detectado fina y brillante veta de yeso (ver foto), durante sus lentos periplos por el borde del cráter Endeavour. “Había una fractura en la roca, el agua debió haber fluido a través de ella, y el yeso precipitó de esa agua. Final de la historia. No hay ambigüedad sobre eso”, decía, por entonces, el Dr. Steve Squyres (Universidad de Cornell y NASA), principal investigador del equipo de este rover marciano. “Aquí, tanto la química, como la mineralogía y la morfología nos gritan ‘¡agua!’... es lo más sólido que hayamos visto en toda la misión. La evidencia más fuerte encontrada por Opportunity de que hubo agua líquida en Marte”, concluía el científico, categóricamente feliz.
Y para el final, algo más sobre las implicancias del yeso marciano: algunos de los antiquísimos ambientes húmedos y templados hallados previamente por ambos rovers, habían sido aparentemente muy ácidos. Un rasgo no del todo amistoso para la vida (al menos, tal como la conocemos). Sin embargo, a la hora de anunciar el trascendental descubrimiento de Opportunity, Squyres y sus colegas destacaron que la presencia de este material (sulfato de calcio hidratado) es “consistente con un pH más neutral, y por lo tanto con un ambiente más benigno”.
Hoy, cuando Opportunity está cumpliendo 10 años en el planeta rojo, resulta asombroso, también, ver cómo su descubrimiento de yeso –un material tan común, tan cotidiano para nosotros, aquí en la Tierra– ha tenido, y sigue teniendo, extraordinarias implicancias científicas. Estamos hablando, en definitiva, de mejores chances para la vida, durante aquella lejana, húmeda y templada infancia marciana. ¿Vida? Claro está: ése es el más apasionante de todos los misterios que aún esconde nuestro planeta hermano.
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