El discurso inaugural estuvo a cargo de Phil Dick. La multitud recibió con una ovación sus palabras finales: desde el punto de vista de la eternidad, el Futuro ya ocurrió. Alfred Jarry, disfrazado de Ubú Rey, dio la señal de partida desde lo alto del Obelisco. Moledo y Esteban, ubicados en la pole position, tuvieron una mala salida y quedaron en el vigésimo lugar.

Desde la cabina de transmisión, Capanna empezó a comentar los pormenores de la carrera, interrumpido de tanto en tanto por los habituales exabruptos de Alzogaray.

Cuando la columna cruzó la intersección de las avenidas Pueyrredón y Del Libertador, la gente agolpada en los balcones dejó caer una lluvia de papel picado hecho con antiguas ediciones de Página/12.

En Plaza Italia hubo una situación confusa y varios participantes quedaron fuera de competencia. Moledo sorteó hábilmente el breve caos y pasó a encabezar la carrera. En una curva de Parque Chas, la moto de Moledo sufrió una doble pinchadura, derrapó y se estrelló contra un árbol. El sidecar se soltó y Esteban salió despedido. Sin embargo, ambos resultaron ilesos. De inmediato, el equipo de Moledo arribó al lugar y recompuso el vehículo. Ribas cambió los neumáticos, Magnani aceitó los frenos, Cagliani y Forno aseguraron el sidecar con un alambre. Petriz, Rodríguez, Jawtuschenko y Sánchez realizaron los inevitables ajustes de último momento.

El regreso al Obelisco fue rápido y sin contratiempos. En la línea de llegada, Jim Ballard agitó la bandera a cuadros con afectado entusiasmo. A pesar de los pronósticos desfavorables, Moledo y Esteban llegaron en primer lugar.

Minutos después, en lo alto del podio, con el traje antiflama cubierto de champaña, Moledo murmuró: “No me gusta el título de esta nota. Lo voy a cambiar”. Pero nadie lo escuchó, porque los fuegos artificiales atronaban el paisaje.