MEMORIAS PARA UN ESCRITOR CIENTíFICO
› Por Adrián Paenza
Leonardo y yo fuimos compañeros en Exactas. Cursamos varias materias juntos, pero en particular la que dictaba don Gregorio Klimovsky: Lógica. Fue durante el segundo cuatrimestre de 1965, casi 50 años atrás.
No recuerdo ninguna persona que le hiciera tantas preguntas a Klimovsky en tan poco tiempo, pero debo confesar que cada una de ellas me sirvió para advertir que lo que yo creía entender no era necesariamente cierto, y lo que explicaba Gregorio era la respuesta que yo habría de necesitar más adelante. Divergimos después: él siempre tan riguroso, minucioso, inquisidor, divulgador, casi ingenuo, pero siempre preguntador empedernido. Yo me escapé por las varias variables complejas, el deporte y la política. Nos reencontramos más adelante, en el Buenos Aires Piensa y en Página/12. No habrá más columnas nuevas del querido Leonardo, pero quedará para siempre su legado, que es vasto y profundo. Un pionero... o, mejor dicho, uno de los primeros, el que hizo una huella donde no había camino. No muchos pueden decir lo mismo. Gracias por tu vida, Leonardo.
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