MATEMATICA: NUMEROS PRIMOS
Los números naturales:
1, 2, 3, 4, y así, son una gran familia, que como todas las familias
tienen sus secretos. Uno de los dolores de cabeza más graves de esta
familia son los primos: es decir, aquellos números que sólo son
divisibles por ellos mismos y por uno. La lista comienza con el 2 y de ahí
sigue: 3, 5, 7, 11, 13, 17, 19, 23, 29, 31... Y aunque parecen muy simplones,
no lo son en absoluto: basta decir que no hay fórmula ni patrón
(hasta ahora conocido) que describa o prediga la aparición y la distribución
de los números primos en la serie de los naturales. Lo único que
se sabe es que su frecuencia disminuye a medida que se avanza: entre los diez
primeros números hay cuatro primos 2, 3, 5 y 7, y entre el
200 y el 230, por ejemplo, sólo cuatro (211, 223, 227 y 229). Resulta
que no hay fórmula que dé de un saque todos los números
primos. Ni siquiera hay una fórmula que dé siempre números
primos, aunque no sean todos. Probablemente el primero que trató de encontrarla
(en vano) fue Euclides (siglo IV a.C.). Al menos, lo que hizo fue probar, en
su obra Elementos, que los números primos son infinitos.
Desde entonces, los matemáticos han intentado encontrar un orden en el
continuo avance de su secuencia. La lista de nombres es como los primos
extensa: Eratóstenes, Mersenne, Fermat, Euler, Gauss, Erdös... Algunos
estudiaron gráficamente su distribución: es el caso de Stanislaw
Ulam (1909-1984), que intentó visualizar la serie arreglando los números
naturales en forma de espiral (empezando con el 1 en el centro, a la derecha
el 2, arriba el 3, a su izquierda el 4 y así, infinitamente). En el gráfico
resultante, Ulam identificó líneas verticales y horizontales de
números primos. Aunque no logró dar con un patrón para
encontrarlos, sí pudo advertir su particular distribución espacial.
Hay quienes se centraron en las distancias que separan a dos números
primos. Tal es la técnica que utilizaron recientemente los miembros de
un grupo de físicos de la Universidad de Boston, Estados Unidos. El equipo
(que en realidad buscaba averiguar el ritmo de los latidos del corazón)
estudió el incremento del intervalo entre primos consecutivos. Por ejemplo,
entre los primeros (del 2 al 13), los intervalos son de 1 (entre 2 y 3), 2 (entre
3 y 5), 2 (entre 5 y 7), 4 (entre 7 y 11) y 2 (entre 11 y 13). Y los incrementos
de estos intervalos son: +1, 0, +2 y -2. Ahora bien, según sostienen
los investigadores, estos incrementos no se distribuyen al azar sino que encierran,
de alguna manera, cierto orden: valores positivos son seguidos por valores negativos.
Los matemáticos Dan Goldston (Universidad San José, Estados Unidos)
y Cem Yildrim (Universidad Bogazici, Turquía) eligieron la misma técnica
pero para averiguar la frecuencia de los números primos gemelos, esto
es, aquellos que difieren en 2 (por ejemplo, 17 y 19, 29 y 31, o 1.000.000.000.061
y 1.000.000.000.063). Uno de los enigmas más interesantes en este campo
gira en torno de la cantidad de estos números: según expresa la
Conjetura de los primos gemelos, hay infinitas parejas, pero hasta ahora nadie
pudo demostrarla o refutarla. Al parecer, Goldston y Yildrim lo hicieron. En
su trabajo titulado Small gaps between consecutive primes (Pequeñas
brechas entre primos consecutivos), los matemáticos anunciaron
la demostración de que estos números son infinitos.
Números monstruosos
La fórmula
mágica para conseguir todos los números primos (o
por lo menos una fórmula que diera números primos) se buscó
ávidamente durante siglos y todos los intentos fracasaron. Una de las
más famosas es la fórmula de Mersenne (en honor al monje y matemático
francés Marin Mersenne, del siglo XVI): 2p -1. Sin embargo, es obsoleta
pues a veces danúmeros primos (cuando p vale 1, 2 o 3) y a veces, no
(por ejemplo, cuando p vale 4). Aun así, Mersenne logró cierto
reconocimiento ya que todos aquellos números primos que se obtienen mediante
esa fórmula llevan su nombre. Hasta ahora se encontraron 39 primos
de Mersenne: el último es 213.466.917 - 1 (que tiene 4.053.946
cifras) y se pescó en noviembre de 2001. Es más: existe
una organización (llamada Gimps, Great Internet Mersenne Prime Search)
que, a través de un programa (que se baja en www.mersenne.org), busca
números primos aún más grandes: ofrece una recompensa de
100.000 dólares para el que encuentre el primo de Mersenne
de diez millones de dígitos. Los lectores sabrán qué hacer.
De espias y extraterrestres
Estos numerejos,
que hace siglos divierten a los matemáticos a la vez que les generan
varios dolores de cabeza pero todo autoriza a suponer que a los matemáticos
les gustan los dolores de cabeza, parecían de lo más inútiles
y sin aplicación pero también todo autoriza a suponer que
justamente por eso a los matemáticos les encantaban. Sin embargo,
desde hace un par de décadas son la base de los sistemas de transmisión
de mensajes secretos (criptografía). Aunque sin duda, uno de los usos
más exóticos es el que se les da en la detección de señales
de civilizaciones extraterrestres. En la película Contacto (basada en
el libro de Carl Sagan), una de estas civilizaciones envía en un mensaje
de radio una larga secuencia de números primos demostrando así
su inteligencia, ya que los números primos no se corresponden con ningún
fenómeno natural. Los primos también sirven en sentido inverso:
el 16 de noviembre de 1974 se envió un mensaje a los extraterrestres
desde el Radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico) hacia M13 (un cúmulo
de 300.000 estrellas a 25.000 años luz de la Tierra). El mensaje de Arecibo
(ver imagen), como se lo conoce, se mandó codificado en forma de una
sucesión de 1.679 bits. Lo único que tienen que hacer los extraterrestres
para leer el telegrama estelar es detectar que dicha cantidad de
ceros y unos es el resultado de multiplicar dos números primos (73 y
23).
En fin, los números primos son una muestra más de la fascinación
humana por lo desconocido y por lo que no puede o no sabe controlar. Y demuestran
una y otra vez que la matemática (considerada por muchos
como un lenguaje de lo más universal y bello) guarda más secretos
de los que alguna vez los simples mortales puedan soñar.
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