BIODOMOS Y BIOSFERAS ARTIFICIALES
Tierra 2
Por Federico Kukso
Algún día, dentro de cientos, miles o millones de años, pero un día al fin, la Tierra dirá basta: o no habrá más lugar donde vivir (si la población terrestre continúa duplicando su número cada treinta y cinco años como lo está haciendo hasta ahora, para 2750 se habrá multiplicado por 100 mil), o simplemente los recursos se habrán casi agotado (como predijo Thomas Malthus). En el mejor de los casos, el hombre tendrá que tomar una decisión: quedarse y perecer en su mundo natal, o partir en busca de nuevos horizontes. Lo cierto es que para ello los futuros colonos necesitarán haber aprendido a construir de la nada colonias autosuficientes lo bastante cómodas y funcionales como para que puedan llamarse “hogar”. A lo mejor nada de esto ocurre y mucho antes del fin ya habrá viajeros espaciales en camino.
De todos modos, ir practicando no viene nada mal. Cuanto más se experimente con la edificación de “mundos-probetas”, más altas serán las posibilidades de llegar a buen puerto. Uno de los grandes ensayos que están en marcha es el Proyecto Edén (foto), un jardín botánico ultramoderno en forma de burbujas gigantescas concebido para la divulgación y el entretenimiento. Enclavado en lo que fue una mina de arcilla de St. Aus-tell, en Cornualles (Inglaterra), el monumental complejo de invernaderos abarca unos 858 metros (una superficie similar a la de 35 estadios de fútbol) y alberga unas 135 mil plantas de 4500 especies.
Las pretensiones de Tim Smit, el hombre detrás de la idea de este habitáculo neobíblico, fueron claras: crear un inmenso jardín con todas las especies de plantas del mundo, y a la vez destacar la interdependencia de los seres humanos y vegetales. Aunque todavía no lo logró, va en buen camino.
Cada una de las enormes cúpulas de 50 metros de alto formadas por piezas de plástico transparente de alta resistencia (el etiltetrafluoroetileno) contiene un clima o características regionales: hay zonas tropicales (con arroz, café, piñas, azúcar, bambú, cacao), otras que emulan al Mediterráneo, California, los Himalayas, Australasia, Amazonas, Malasia, Oceanía y Africa Occidental.
Su forma no es caprichosa: los biodomos tienen la función de captar energía, de modo que puedan crecer variedades de plantas de todo el planeta.
Las burbujas semiesféricas están presurizadas y la tropical tiene una temperatura de 26º C con un 60 % de humedad durante las horas de visita y hasta un 90 % por la noche.
Esferas de vida
El nombre técnico de este campo de estudios es Controlled Ecological Life Support Systems (Celss o sistemas de soportes de vida controlados) y sus iniciadores fueron los rusos V. I. Vernadsky y Konstantin Tsiolkovsky entre 1950 y 1960 con la Bios-3, un hábitat localizado en Krasnoyarsk, Siberia.
Pero si de versiones en miniatura de nuestro planeta se trata, no hay quien le saque el título de pionera a la primera colonia espacial construida...en la Tierra: Biosfera 2. Todo empezó en 1984 cuando un equipo de científicos e ingenieros estadounidenses se propusieron construir una monumental instalación donde simular un ecosistema completo aislado totalmente del entorno (y ser así la copia más perfecta posible de Biosfera 1, la Tierra).
Financiada por la empresa Space Biospheres Ventures, la estructura piramidal de 7 edificios se encuentra en Oracle, en el desierto de Arizona (Estados Unidos). Ocupa unos 9 mil metros, su volumen es de 204 mil m3 y llega a una altura de 23 m. Y cada uno de sus domos recrea en miniatura un biotopo, es decir, un ecosistema terrestre: mar, selva, pantano, sabana y tierras cultivables.
El experimento comenzó el 26 de septiembre de 1991, cuando ocho científicos (cuatro hombres y cuatro mujeres de entre 24 y 43 años, de Inglaterra, Alemania, México, Bélgica, Australia, Nepal y Estados Unidos) ingresaron al por entonces único “exosistema” artificial del mundo. El objetivo: analizar los cambios en el carácter derivados de una prolongada convivencia del grupo en un ambiente artificial.
Allí, los “biosferianos” –en una especie de “Gran hermano” avant la lettre– convivieron durante dos años con 3.000 especies de organismos, la mayoría insectos y plantas, y 730 sensores que monitoreaban aire, suelo y agua cada tres minutos.
Se esperaba que el sistema fuera económicamente independiente y que sus habitantes pudieran autoabastecerse. Sin embargo, con el tiempo aparecieron los problemas: los niveles de oxígeno, al no regenerarse al ritmo previsto, bajaron peligrosamente (llegando al preocupante índice del 14 por ciento, cuando en situación normal es del 21%) y fue necesario bombear oxígeno desde el exterior.
También se detectaban altos niveles de óxido nitroso (gas hilarante) que enrarecían la atmósfera artificial y generaban en los habitantes fatiga. Pero lo peor vino cuando el agua se contaminó y la producción vegetal destinada a la alimentación mermó significativamente a causa de plagas internas y la reproducción desenfrenada de cucarachas y hormigas. Entonces, como es de esperar, surgieron problemas de convivencia (básicamente, acusaciones de robo de comida).
Finalmente el 26 de septiembre de 1993, los ocho científicos abandonaron la enorme “Arca de Noé”. Pero no fue la última vez que estuvo ocupada: en 1994 hubo una segunda misión (de 5 hombres y 2 mujeres), pero duró sólo 6 meses.
Actualmente, la Biosfera 2 está deshabitada. Desde 1996, el complejo que ahora pertenece a la Universidad de Columbia ha sido reciclado en un laboratorio donde se llevan a cabo experimentos relacionados con los cambios climáticos globales y sus efectos en las plantas.
Pero no todo fue un fracaso. Después de todo ya se están pensando nuevas experiencias como la Biosfera J, un ecosistema autocontenido de mil metros cuadrados que se construirá en la Prefectura de Aomori, en Honshu (Japón). Su meta será estudiar el comportamiento de animales y la manera en que absorben sustancias radioactivas bajo la cúpula controlada por computadoras. Y, al mismo tiempo, probar que el hombre se las puede ingeniar para construir otros “mundos” fuera de casa.