ASTRONáUTICA: EL PRIMER CHINO EN óRBITA
El miércoles pasado, China entró a la historia grande de la astronáutica
mundial: con el lanzamiento de la Shenzhou V, tripulada por el piloto militar
Yang Liwei, la gigantesca nación asiática se convirtió
en el tercer país que logra poner un hombre en el espacio (después
de la ex Unión Soviética y los Estados Unidos, allá por
la década del ‘60). A pesar de que nunca se supo mucho del programa
espacial chino, esta hazaña científico-tecnológica es el
resultado de una larga marcha que se remonta unos treinta años en el
pasado. Y que ahora apunta mucho más lejos. Incluso, a una moderna estación
espacial, y también, a la mismísima y olvidada Luna.
Primeros pasos
Aunque siempre fue un “tapado” –una “tapada”,
mejor–, China sabe mucho de astronáutica. Desde principios de la
década del ‘70, los chinos han lanzado al espacio cerca de 300
satélites. Y desde hace una década, vienen comprando –y
copiando– tecnología espacial ruso-soviética. Tan es así
que sus naves Shenzhou, como la que acaban de lanzar hace unos días,
son bastante parecidas a las famosas y confiables Soyuz. Es más, desde
hace varios años, los candidatos a “taikonautas” (tal como
les gusta que se los llame) vienen entrenándose en Rusia. Pero claro,
antes de lanzar a su primer taikonauta, los chinos fueron preparando su salto
al espacio con varias misiones experimentales. La primera –Shenzhou I–
despegó a fines de 1999 desde el imponente Centro Espacial de Lanzamientos
Jiuquan (ubicado en la provincia de Ganzu, al noroeste de China). Y dio 14 vueltas
alrededor del planeta, pero sin llevar tripulación. Le siguieron la Shenzhou
II (enero de 2001), que llevó un mono y un perro; la Shenzhou III (marzo
de 2002), con muñecos a bordo, y la Shenzhou IV (diciembre 2002). Todas
estas naves permanecieron varios días dando vueltas alrededor de la Tierra
y sus módulos de retorno regresaron sin problemas, aterrizando en China.
Presente y futuro
Cuando finalmente todo estuvo listo, la Administración Nacional del Espacio
de China se decidió a dar el gran salto: poner un hombre en órbita.
Y así fue como, después de varias postergaciones, Yang Livei,
un experimentado piloto militar de 38 años, partió rumbo al espacio
a bordo de la Shenzhou V, una nave prácticamente idéntica a sus
predecesoras. El vuelo de Livei duró 20 horas y, a las 6.28 de la mañana
del jueves, su cápsula volvió a casa, aterrizando suavemente –con
la ayuda de un paracaídas– en las llanuras del norte chino.
La verdad es que no es mucho lo que se sabe del “Proyecto 921” –tal
como se conoce al programa espacial de China–, pero algo es seguro: la
cosa recién comienza. De hecho, el gobierno del presidente Jiang Zemin
está decidido a sumarse a la carrera espacial, compitiendo palmo a palmo
con los dos monstruos de siempre y con la Unión Europea. Al parecer,
en los próximos años habrá muchas más misiones tripuladas.
Y también, una estación espacial, que estaría lista para
2015 o 2020. En principio, todo indica que el “castillo espacial”
chino sería una versión ampliada y mejorada de la inolvidable
Mir de los rusos. Pero los sueños no se terminan ahí: China quiere
ir a la Luna, ni más ni menos.
En realidad, eso no sería tan extraño: en 2002, distintos medios
chinos dijeron que su gobierno alguna vez pensó en un viaje tripulado
a la Lunapara 1999, celebrando el 50º aniversario de la fundación
de la República Popular. De más está decir que eso no ocurrió,
pero la idea sigue dando vueltas. Y hasta anda dando vueltas una fecha probable,
aunque completamente extraoficial: 2010. Mientras tanto, los 1300 millones de
habitantes están inflados de orgullo por haber pegado el gran salto.
Aquel que muy pocos han podido dar.
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